PRIMERA PARTE DE LA SAGA JURO.
Cuando Katherine James era apenas una pequeña, su madre llenó su mente con historias increíbles sobre el amor, la amistad y las largas noches de diversión con chicos altos, fuertes y despampanantes por sus grandes ojos...
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Algo dolía, sabía que era y sabía el porqué, pero jamás lo admitiría; no quería, no me lo permitia. Intentaba omitir ese dolor; el vacío y la sensación de un pedazo de hielo sobre la piel de mi pecho y parte de mi estómago. Quería desprenderme de ese frío, de ese dolor y de la imagen de sus ojos verdes atravesando mis propios pensamientos dentro de mi mente. Olvidarlo por completo, hacer como si su presencia en mi vida era simplemente un sueño de una sola noche y despertar sin recuerdos de esas sonrisas que en su momento me sacó, sin la palpitación de mi corazón acelerado por su presencia o sus mensajes de texto. Suplicaba por no sentirme así, rogaba por omitirlo, pero no podía.
No podía por distintas razones, para comenzar; su escandalosa música a tan solo un paso de mi habitación, su asquerosamente hermosa voz llegando a mis oídos cuando a mitad de la noche cantaba canciones llenas de desamor específicamente frente a la ventana de su habitación o por las mil veces que intentó hablar conmigo y Rosa no lo dejó. De hecho, por su culpa había suspendido mis visitas en la casa de Marta, e incluso, llegué a esconderme entre los pasillos de la secundaria. Sin embargo, no siempre iba a poder escaparme.
La goma rosa de mi lápiz estaba siendo gastada de una manera muy brusca al intentar borrar ese número "2" que había escrito por accidente en mi cuaderno, no obstante, mi concentración absoluta estaba sobre aquella voz ronca que se escuchaba a las afueras de mi cuarto. Cada "Katherine" y cada golpecito de las piedras que estaban siendo tiradas contra el cristal de mi ventana; era una palpitación de mi corazón y un mili centímetro más de grosor en una de las tantas venas resaltada que tenía mi frente por el estrés.
Los minutos continuaban y él no se daba por vencido. Era agobiante, como una lucha dentro de mí, deseaba verlo y escucharlo, pero también deseaba entrelazar mis dedos alrededor de su cuello hasta que su rostro se tornara en un morado mora y su respiración dejara de escucharse. Respire profundamente y acomode mis cosas sobre el escritorio, una junto a otra sin desigualdades y siguiendo un orden perfecto de colores. Observé mí alrededor y volví a respirar mientras acomodaba mis gafas gruesas sobre el puente de mi nariz y me enfrentaba mentalmente para ver a satanás.
Caminé con mi espalda pegada hacia la pared, un paso a la vez y atenta a los golpes de la ventana. Elevando una de las esquinas de la cortina lo pude ver; lucía magnífico como siempre, con su cabello perfectamente peinado y una vestimenta bastante elegante para las altas horas de la noche. Al ver la luz proveniente de mi cuarto, elevó su mano junto a un cartel en donde estaba su letra cursiva "abre la ventana", moví mi cabeza negándome rotundamente. En eso, giró el cartel "por favor" y mi corazón se ablandó lo suficiente para abrir la ventana y darle espacio para que entrara.
Una vez adentro, limpió los restos de polvo de su vestimenta y comenzó a moverse dentro de mi habitación; abrió algunas gavetas, cerró otras, levantó sabanas, volvió a acomodarlas.
— ¿Buscas algo? — pregunté.
— Si — mi ropa salía volando por los lados en su búsqueda—, algo que te cubra. Hace mucho frío esta noche.