Había algo que, sin duda alguna, yo odiaba. Y no, no era el hecho de que hoy es un día especial donde Sam lloraba recordando muchas cosas de cuando yo era pequeña, que mi padre le regalaba un bote de Nutella a mamá porque tenían un trato desde hace muchos años o que sean de esos padres que te despiertan a las doce de la noche con mariachis y una hermosa canción de cumpleaños solo porque odian no ser los primeros en felicitarme. Sino, que desde un día anterior yo sabía que mis buenos días iban a ser así. Rosalina saltando sobre el colchón de la cama y logrando que mi cuerpo saltara en pequeño brinquitos hasta que ella se agotara y me dejara en paz.
— ¡Despierta! — continuó saltando — ¡Tenemos que ir al centro comercial! ¡Hoy hay fiestaaaa!
Su voz se entrecorto por un posible movimiento de hombros. ¿Fiesta? Abrí mis ojos de golpe y miré a mi mejor amiga. Ella tenía un gorro extremadamente alto de muchos colores que decía hoy hay fiesta en dorado y la emoción golpeando en sus ojos castaños. Cabe destacar que su cabello corto, en proceso de crecimiento, estaba alborotado como si un ave hubiera vivido dentro por mucho tiempo y justamente ahora estuviera entrenando a sus bebes aves para que aprendan a volar, además de todo eso, también estaba su sonrisa de loca y de travesura que iba de oreja a oreja.
— ¿Fiesta? — pregunté con mi voz ronca por las horas de sueño — ¿dónde? ¿por qué? — me acomodé en mí cama haciendo que ella cayera en el piso — Yo no iré a ninguna fiesta.
— Claro que iremos a una fiesta — cubrí mi cuerpo con mi sábana — ¿sabes por qué? — negué con mi cabeza. Ella, al ver mis intenciones, tomó de esta y la alejó lo suficiente para que no pudiera tomarla — Es tu cumpleaños, idiota.
Veinticuatro de octubre, mi cumpleaños. Normalmente para estas fechas las cosas son muy sencillas; un pastel con mi nombre mal escrito en grande, dos regalos, un canto entre mis padres y mi mejor amiga donde la verdad es que no sé si llorar o reír de emoción, un maratón de películas con Rosalina y a dormir. Supongo que este año era la excepción, pues el solo escuchar la palabra fiesta significa algo que jamás había experimentado en dieciocho años, al menos no un día como este.
Levanté mi pesado cuerpo de la cama, pasé mis manos por mis ojos y vi a Rosa, mi pequeño dolor de cabeza, justamente frente a mí con sus manos sosteniendo su barbilla y la sonrisa que, por alguna extraña razón, no quitaba de su rostro.
— ¿Qué ves? — dije sosteniendo mi cuerpo con mis manos por detrás de él.
— Lo horrible que luces en las mañanas, ¿en serio así dejas que te vea Ian? — asentí — tu aliento apesta igual o peor que el de un camionero.
Le tiré la almohada más cercana a mi mano y, cuando ella cayó de espaldas al piso frío de la habitación, caminé hasta entrar al baño. Enjuagué mis dientes, peiné mi cabello, el cual también parecía el hogar tan acogedor de un ave, y finalmente salí. Rosalina había colocado un par de piezas para que me tomara una ducha y me cambiara lo más pronto posible. No obstante, lo primero que hice fue revisar mi móvil. Vaya sorpresa la que me llevé al ver que este año la abu Flor me había depositado cuarenta dólares, supongo que es por haber aplastado mi pie hace dos años.
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Juro enamorarte |BORRADOR|
Novela JuvenilPRIMERA PARTE DE LA SAGA JURO. Cuando Katherine James era apenas una pequeña, su madre llenó su mente con historias increíbles sobre el amor, la amistad y las largas noches de diversión con chicos altos, fuertes y despampanantes por sus grandes ojos...