Así empieza todo

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Samuel era un hombre judío, vivía en el barrio de Once (Ciudad de Buenos Aires) y le faltaba sólo una materia para recibirse de abogado. Tenía una novia llamada Karina, que conoció en la secundaria y que estudiaba para ser maestra de primaria. Eran vecinos, así que se veían siempre. Cuando Karina se recibió, decidieron que Samuel posponga la materia que le faltaba y convivir juntos. Para ellos fue una buena idea. Vivían felices en la casa de Samuel, la cual era gigantesca, con balcón, terraza, jardín, patios, etc. Su novia trabajaba en una escuela a tres cuadras de la casa y Samuel aún buscaba empleo. Mientras tanto, hacía algunas cosas en el hogar.

Pasaron juntos siete años, se casaron y tuvieron un hijo llamado Franco. La mujer había tenido más suerte con su trabajo así que su novio se encargaría del niño y de la casa. Él fue muy cuidadoso, siempre cerraba la puerta que daba a las escaleras de la terraza, no permitía que su hijo jugara con piezas pequeñas y le ponía llave a todas las puertas que consideraba peligrosas. No apartaba la vista del bebé ni un segundo. El chico apenas tenía siete meses cuando un día la ventana del balcón quedó abierta. Samuel estaba regando las plantas de ahí y fue a llenar la regadera. Es donde nuestro protagonista iniciaba su indeseable vida. Franco, ya que era un bebé aún, gateó hasta el balcón y, en un descuido, cayó. Apenas el hombre se dio cuenta sintió que estaba arruinado. Llamó a la policía y cuando su mujer llegó de trabajar, explotó de rabia. Gritos, agresiones, cólera, ira, no hay palabras para describir lo que sentía.

Una vez aclarado todo ya para el día siguiente iniciaron las peleas. Todo desembocó en el divorcio. Se dividieron las pertenencias y cada uno vivía en su casa pasado el mes del accidente. Karina olvidó todo apenas habiendo pasado dos meses de la muerte de su hijo. Mientras que Samuel soñaba con él todos los días. No tenía ningún empleo estable y, casi siendo abogado, tuvo que conformarse con trabajar en una tienda de ropa. Muchas veces el teléfono sonaba y sólo se escuchaba un "¿Papá?" y luego se cortaba la comunicación. También oía llantos de bebé en todas partes. No soportaba más. La culpa le carcomía la mente. Samuel no se lo desearía a nadie. Ni siquiera a Karina, esa arpía que jamás volvió a hablar con él.

"Él se aseguraba no dejar nada a tu alcance, en donde no pensaba era en el balcón..."

La gente que habla sola, de Attaque 77

Lo perdí todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora