Abigail:
Hoy fui a tu casa, estabas durmiendo. Te llamé, pero no contestaste, así que entré de la forma en que solía hacerlo cuando nos encontrábamos. Te vi durmiendo. Te veías tan bellas, tan tranquila. Me senté a tu lado y sentí tu olor. Olías a gloria, a amor, olías a traición, a prostitución... olías a sexo. ¡Maldita perra!
Atte: Adrián.