Capítulo 2. Bienvenida al infierno, dulzura.

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― Dash... ―gimió la joven―. Detente, por favor...

― Vamos, Sugar, sabes que no quieres que me detenga. ―respondí mientras besaba su cuello.

― S-si nos descubren nos mandarán a Aislamiento. ―dijo con la voz cortada.

― Nadie va a descubrirnos, estamos en un baño y todas las demás están en la cafetería ahora. ―la miré con una sonrisa torcida―. Estás a salvo. ―dije y me dirigí hasta su parte baja.

Gimió de nuevo, más fuerte, más intenso...
Cómo amo hacer esto.

-☆-

― Buenos días, Dash, ¿cómo va tu mañana? ―preguntó Tree Star, una chica amable, algo loca, pero realmente guapa, aunque con unas grandes ojeras bajo los ojos.

Miré de reojo a Sugar Cube y le sonreí.

― No me quejo. ―dije y me dirigí a las mesas.

Tomé asiento junto a Trixie y abrí el pequeño paquete de galletas de avena.

― Esta comida tiene siglos aquí. ―exclamó asqueada, Trixie, jugueteando con la envoltura de las galletas―. Sólo miren la fecha de caducidad.

En letras muy pequeñas, justo en la esquina del envoltorio, decía: «Abril, 2010».

― Bueno... definitivamente tenemos que encontrar la forma de conseguir comida mejor. ―dije, alejando lentamente la galleta de mi boca.

― Tal vez podemos amenazar a las nuevas para que nos den su comida. ―sugirió Gilda.

― O amenazar sólo a la novata al servicio de Red. ―interrumpió Lightning, señalando con la cabeza a la chica que se tambaleaba torpemente con las manos llenas de charolas con platos sucios.

― Creí que Red no aceptaba reclusas nuevas en su cocina. ―dije, mirando a la chica de cabello rosa pálido, aquella chica nueva que había visto el día anterior.

― Incluso si Red es la "jefa de cocina" en esta asquerosa prisión, sigue siendo una reclusa, igual que nosotras, así que debe acatar las órdenes de los de arriba. ―exclamó Trixie.

― Siento lastima por esa pobre chica... soportar el carácter de Velvet todos los días... ―dijo Lightning, con aire de burla.

No aparté la mirada de la pelirrosada, caminaba torpemente hacía el contenedor de basura, las charolas en sus manos se tambaleaban con cada paso que daba, y tenía tantos platos sucios sobre ellas que no podía mirar por dónde iba.

Otra reclusa, que estaba sentada en la mesa a su lado, lanzó un trozo de carne justo frente a sus pies.

Me levanté de golpe, sin siquiera pensar en lo que estaba haciendo, corrí hacía ella tan rápido como pude, la chica resbaló al pisar el pequeño trozo -asesino- de carne, los platos sucios salieron volando por los aires, cayendo sobre las mesas, las cabezas de las reclusas y de uno que otro guardia.

El delgado y tembloroso cuerpo de la joven había caído sobre mí, no sé cómo o en qué momento, pero había logrado colocarme detrás de ella antes de que cayera, para poder amortiguar su caída.

Ambas estábamos sentadas en el suelo, su espalda estaba contra mi pecho, y unos cuantos fideos habían caído sobre su cabello. Me retorcí un poco, soltando un leve gemido de dolor, inmediatamente ella giró su cabeza y clavó su mirada en mí, su expresión de sorpresa hizo que me diera cuenta de que no se había percatado que estaba sobre mí desde que cayó.

Le lancé una mueca de dolor, logrando que se apartara de mí, con el rubor hasta las orejas.

― L-Lo siento... ―dijo en un hilo de voz, apenas audible.

You're my Sunshine || FlutterDashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora