—Bueno, me iba por la reacción de que me tirarás una almohada o un zapato, esto en cambio es... ¿Inesperado? —respondió en un tono burlón pero divertido, sentándose a los pies de mi cama.— mira, sé que tuviste una pelea con la almohada anoche.
En todo el tiempo que había comenzado a hablar, podía sentir mi ceño fruncirse más, hasta que se quedó callado y rodó los ojos.
—Hacer el tonto le queda a Chase, es la verdad. Lo intenté pero... no pude. —suspiró dramáticamente tendiéndome un ramo de rosas cerrando sus ojos como si se hubiese desmayado, levantándose rápidamente mientras yo cubría mis labios riéndome.
—Eres de todo pero lo gracioso, lo tienes de una forma muy extraña. —confesé con una pequeña sonrisa retirando los mechones rebeldes de mi frente. — gracias por las rosas. —murmuré tomando estas colocándolas en la mesa de noche delicadamente.
—Lo qué pasa, preciosa, es que soy un as en la materia de animar a las personas. —movió sus cejas de arriba a abajo, soltando una carcajada divertida al caer en cuenta en lo obvio— ¡Apesto en esto!
—Lo haces.
—¡Hey!, se suponía que debías decir algo bonito y comeríamos tranquilos a donde pienso llevarte.
—Querido vecino, no soy ninguna chica con líneas falsas.
Mi respuesta le había hecho sonreír, peine como pude el desastre que llamo cabello, acomodando las mantas más contra mi cadera, bostezando un poco, él en cambio se rió asintiendo.
—Por supuesto que no. —respondió sin perder esa sonrisa ladina, este lado nuevo de él era interesante.
—¿Y qué haces aquí?
—Bueno, he venido a pasar el día contigo, pensaba que Diana te lo había dicho.
—¿Ella te dejo pasar?
—N-Si... me costo una caja de chocolates completa, no tengo la menor idea de dónde sacarla pero, intentaré algo. —añadió pensativo lo último riéndose solo, peinándose el cabello hacía atrás antes de mirarme preocupado. —¿comiste?
—No, no mires así. —le señale con mi dedo índice negándome a mirar a donde él señalaba con su mano.
—¿Estás bien?
—Yo...
Repentinamente la mirada perdida y furiosa de Alejandro me erizo la piel, en verdad sentí miedo cuando él me había acorralado contra la puerta de aquella forma, me sentí tan estatua al no saber cómo reaccionar.
Vamos, se supone que es mi mejor amigo, quién siempre me ha cuidado desde que tengo memoria; pero...
¿En verdad tenía sentimientos por él?
Estoy tan abrumada.
—Oye, no llores, nena. —pidió en voz preocupada mi vecino limpiando las lágrimas que corrían por mis mejillas ahora que me daba cuenta, cerré mis ojos negando.
La incomodidad estaba ahí, me sentía terrible, no por la forma de actuar de mi mejor amigo, si no la mía, mi enredo mental, todos esos pensamientos dando vueltas en mi cabeza y el estrés de no entender qué demonios me sucedía.
Era increíble la capacidad que tenían los pensamientos para volvernos personas incapaces en pequeñeces que podíamos lograr en un abrir y cerrar de ojos, pero por los mismos terminábamos en un mar de incertidumbre.
—Emma. —me llamó Austin en voz baja sacándome de mi mente, me miraba atento, pidiendo permiso para poder rodearme con sus brazos, asentí con la cabeza y lo abracé.— shh, todo va a estar bien.
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Mi última opción
Teen FictionAviso; Esta historia está en corrección por esa razón puede que consigas algunos errores ortográficos y así, por ser la primera historia que escribí. • Emma Vega, era una chica que no podía se...