25 • Es la suerte.

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—Austin, entiendo que estás enojado. —intervino Chase a mi lado— pero no hay razones para armar un escándalo.

—No me quisieron escuchar por las buenas, pues me cabrearon al máximo. —le escuché reír falsamente.— ahora, Chase encárgate de sacar a Lisa de aquí. Alan, amarra los animales que se te escaparon y tú, ven aquí. —me toma de la mano de nuevo.— no hay nada que ver aquí. —les dice a los demás comerciantes que seguían grabando entretenidos.

—Él dijo que pararan. —Alan también sonaba cabreado, soltando las manos de los guardias se disponía a hablar con los comerciantes mientras nosotros volvíamos a salir con Chase siguiéndonos cargando a mi mejor amiga en brazos.

—¡Déjame y le arrancó su extensiones de mentira!  —sigue protestando pero Chase le pide que se calme subiéndola a su camioneta.

—Te veo en la casa. —se despidió de Austin en italiano, perdiéndose en el camino.

Austin estaba tardando en entrar al auto, pero yo moría del frío que sentía, así que subí al auto como me lo había pedido y empecé a luchar con el cinturón, hasta que unos minutos después escuché la puerta abrirse de su lado.

—Vamos a que te cambies. —murmuró en voz baja terminando de ajustar el cinturón de seguridad con el que yo luchaba por no ceder cuando lo jalaba.— por favor, sólo relájate.

Encendió la calefacción y empezó a manejar en silencio.

Un silencio bastante sepulcral si me permitían describirlo. Haber visto a Austin así de enojado me hacía cuestionarme si en verdad podía tener tan mal carácter para olvidarse de lo bueno y malo.

—No llamaron a la policía, porque el hijo del dueño es un viejo amigo mío. —me sorprendí cuando le escuché hablar— por eso tarde en ir con ustedes, tenía mucho tiempo sin ver a Leone.

—¿Por eso sugeriste el local? —me atreví a preguntar.

—No, todo fue coincidencia. Morgan dijo que iría a hacer unas cosas, pero no pensaba que nos lo íbamos a encontrar. Sé que van a prohibir la entrada de tu compañera y sus amigos bravucones, no es la primera vez que hacen una escena. 

—Creo que realmente no importa el lugar en el que se encuentren. —reí rodando los ojos cruzando mis brazos para darme más calor.

—Leone estaba muy apenado. —admitió— él me entregó esta tarjeta para ti. —confesó sacando de su bolsillo una tarjeta de regalo para batidos y comida un año completo.

—Oh... no creo que pueda aceptarla.

—Tómala, fue un presente.

—Quiere compensar lo que sucedió sin ser su culpa?

—Es el gerente. Algo debía hacer. —se limitó a responder y yo decidí cambiar el tema mirando el camino.

—Bueno... debiste alegrarte de ver a tu amigo.

—Así es. Quería presentarse contigo, pero podremos venir a verlo un día de estos, claro, si te sientes cómoda... —iba a seguir hablando pero decidí responder.

—Me gustaría acompañarte.

Apoye mi mano sobre la suya que permanecía sobre la palanca y él se giró a verme unos segundos.

—¿Ya te dije que eres un ángel?

—Creo que te cayó mal el enojo. —me reí sonrojándome cuando él siguió manejando, sonriendo como si no hubiese dicho nada.

Mi última opción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora