El príncipe Cean, anhela vivir su juventud más allá de la realeza de Áfirum. Sus días, colmados de protocolos, vienen cubiertos por la monotonía, y, recientemente, por el deseo de ser alguien más... o quizá, él solo quiere ser alguien libre, que vue...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La mirada de Evonim no es idéntica a un misterio. Él mismo lo ha confirmado, pues es capaz de verme auténtico. Existe la posibilidad de que yo le parezca alguien encantador que no teme acariciar la mano de otro muchacho.
—Cean, es lindo que muestres cuánto te agrado —comenta Evonim, al mismo tiempo que se ruboriza—. Y bueno, hace un rato me sorprendiste. Aun delante de tu padre, no dudaste en ser amable conmigo.
—Agradezco mucho tus palabras, príncipe de Ésmerg —replico sonriente y sin perder la elocuencia.
—No hay de qué —dice Evonim dando una palmada sobre mi hombro.
Sin embargo, la duda se cuela rápido en mí. Todavía no comprendo por qué mi transformación ha fallado sin remedio, delatándome ante él.
—Evonim —le hablo—. Entonces... ¿No te parezco una chica en este momento?
—Para nada. —Recibo un empujón, a modo de broma—. Eres todo un chico —asegura, haciéndose acompañar de una sensual mirada—. ¿Por qué la pregunta?
—Bien. —Suspiro—. Sonará extraño, pero se supone que, gracias a un poco de magia, llevo la apariencia de una chica —le confieso, y hago una pausa—; una algo extraña que quiso ayudarme a escapar del palacio.
—Vaya, eso suena inusual —opina—. Pero también lo fue cuando en el vestíbulo, todos ponían su atención en la chica que te acompañaba, y no en ti.
Es un hecho que la ilusión de metamorfosis doble no ha conseguido engañar a Evonim Joulston, pero a los demás sí. Presiento que ésta podría ser la primera de muchas sorpresas en lo que resta de la noche. Bueno, si es que nadie más me descubre, y si logro huir con éxito del palacio.
—Cean, no comprendo del todo lo que ocurre —externa Evonim—. Pero si estás aquí afuera, cuando deberías estar en tu coronación. —Él hace énfasis, con humor—. De seguro es un paso importante y a la vez confuso para ti.
Respiro profundo.
—Créeme que lo es.
—En ese caso... ¿Necesitas ayuda? —me pregunta.
—Oh no, despreocúpate Evonim. —Niego con la cabeza—. No quisiera involucrarte en esto que ni yo entiendo.
—Se trata de tu libertad y ser quien realmente eres... ¿O no es así? —inquiere, comprensivo ante mis inseguridades—. Lo digo porque se nota que no estás contento en la realeza.
—Vaya, pensé que nadie más era capaz de notarlo.
—Yo sí, y por eso... ¡Hoy quiero ayudarte a escapar! —revela con efusividad—. Tal como lo hizo esa chica en la que dices estar transformado, pero que quede claro, yo no te veo así —asegura—. Eres un muchacho... Uno muy lindo.
El príncipe del reino Ésmerg, se sonroja todavía más, a causa de sus propias palabras.
—Entonces, a ti... —Hablo pausado—. ¿También te atraen los muchachos?