El príncipe Cean, anhela vivir su juventud más allá de la realeza de Áfirum. Sus días, colmados de protocolos, vienen cubiertos por la monotonía, y, recientemente, por el deseo de ser alguien más... o quizá, él solo quiere ser alguien libre, que vue...
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—Entrégame la mariposa Morpho, o sufrirás...
Despierto agitado, con mis sentidos en alerta, a causa de un peligro imaginario que no debería preocuparme. Quizá sea un reflejo de lo ocurrido en Ésmerg, hace ya dos semanas.
Exhalo, para de inmediato incorporarme y aplicar un ejercicio relajante. Deslizo mis dedos sobre la sábana. Miro lo que tengo enfrente. Veo humo de color... ¿Azul? Bueno, supongo que algo así no parece tan absurdo tras lo vivido últimamente.
Agudizo mi oído. Una canción suena afuera de la recámara. Por último, percibo el aroma del café que anuncia la hora del desayuno.
¿En dónde estoy? La respuesta es sencilla. Luego de lo que pasó en el reino —que supuestamente nunca dormía—, Evonim Joulston me invitó —junto con Alia y Linetta, por supuesto— a una modesta casa que le pertenece. La misma está ubicada a tan solo veinte minutos del reino Ésmerg. Según Evonim, le gusta venir cuando necesita tomarse un respiro de la realeza, o simplemente, si quiere estar solo, para bailar como si nadie lo estuviese mirando.
Me dispongo a salir de la habitación. No llevo puesta una camisa, solamente un jogger gris, que el mismo Evonim quiso prestarme.
Lo que presencio al llegar a la cocina, provoca que yo mismo me muerda los labios de forma casi involuntaria. Evonim Joulston baila Funkytown, sensualmente, mientras prepara el desayuno. Es difícil ignorar lo esbelto de su figura, el calzoncillo Geordi azul claro que él lleva puesto, y, por último —pero no menos provocativo— su firme trasero. Parte del poliéster en su ropa interior se le mete entre los glúteos. Es casi una tanga, o más bien, un brief ajustado.
De repente, Evonim se gira y me mira con sorpresa. Quedando como evidencia la manera en la que lo miro, e inoportunamente, mi erección marcándose bajo el jogger.
—Muy buenos días, pervertido. —Guiña un ojo y me llama así con humor.
—Sí, muy buenos... —digo en un hilo de voz, mirándole el paquete, al mismo tiempo que me ruborizo.
Evonim suelta una carcajada.
—¿Sabes, Cean? Con ese morning wood que traes, haces que este momento parezca el inicio de una buena porno —bromea, pero no sé qué tanto.
—No me incomodaría —suelto sugestivamente y por impulso. Juro que no he sido capaz de controlar mis palabras. ¿Qué me ocurre?
Ahora es Evonim quien se ha ruborizado.
—Lo siento, yo...
—Descuida, descuida —repite, diciéndolo deprisa—. Um... ¿Qué te apetece para desayunar?
—¿Tienes fruta? —le pregunto.
—¿Una banana? —Él toma una del tazón más cercano.
Por todos los cielos, esta conversación empeora a cada segundo... ¿o mejora?