1

836 70 8
                                    

Sabía que Hana había elegido Karasuno a propósito y no me quejaba pero aún sentía culpa. Se había vuelto una costumbre verla con un libro entre las manos e incluso guiarla por los pasillos para que no se golpeara con nadie. La primera pelea que había visto por su parte había sido hacía unos meses. Me inspiró para aprender lo que ella había dejado. Sabía que lo anhelaba pues su mirada se iluminaba cada vez que le pedía ayuda.

Nos habían puesto en clases separadas pues los resultados de nuestros exámenes de ingreso habían sido diferentes. Me había contado que varios chicos habían querido hablarle pero por alguna razón al escuchar su nombre, se asustaban. Soltó una risita a lo que le sonreí de forma instantánea. Me alegraba que ella volviera a sonreír con más normalidad. Los días tranquilos fueron muy pocos pues finalmente llegó a mis oídos el rumor que atormentaba a mi amiga.

―Ella fue la que golpeó a Oikawa. ―Uno de los chicos de tercero dijo demasiado alto. Era uno de mis compañeros. Varios ojos curiosos se fijaron en nosotras, pero Hana no parecía escucharlos. Tal vez estaba demasiado inmersa en su novela.

― ¿La rubia? ―Esta vez pude ver quién había sido. Sonreí de lado. Tenía que admitir que yo también había cambiado y me había ganado mi mala reputación de muy poco tiempo.

―No, la morena. ―Finalmente soné mi cuello, a propósito, desde luego. La cafetería se había vuelto silenciosa de repente, algo no pasó desapercibido por Hana.

―Ya sé quién es el asesino. ―Exclamó sin mucha expresión, ganándose más ojos sobre ella. Ese momento duró muy poco pues volvió a su expresión seria que causó más impacto que la mía. Hombre, que ella daba miedo sin esforzarse. Ella simplemente no se expresaba con normalidad. Cuando antes había sido un mar de sonrisas, ahora era miradas escrutadoras.

Me había costado opacar su presencia pues así me lo había pedido. Ella quería pasar su último año como una sombra, algo que al principio me opuse, pero terminó convenciéndome.

De camino al salón libre que nos habían dado los profesores hasta ser un club confirmado, una pelota le golpeó la cabeza. Alarmada vi como levantaba el libro y le sacudía con suavidad el polvo. A unos cuantos pasos un muchacho de cabello corto la miraba sin moverse demasiado. Suponía que era su amigo pues llegó a su lado dándole una gran sonrisa y un ligero empujón. Era pequeño a su lado, pero cualquiera lo parecía con semejante altura.

― ¡Es la chica del paraguas! ―Exclamó señalando a Hana. El pequeño ruidoso se acercó casi corriendo. Hana, a mi lado parecía no comprender o tal vez solo estaba confundida pues él no se asustaba de su presencia. No sabía si tranquilizarme o ponerme alerta.

―El chico de cabello gracioso. ―Respondió al cerrar el libro tras memorizar el número de la página. Esto solo hacía cuando hablaba conmigo. Fruncí el ceño, cruzándome de brazos. No era normal.

―Oi, Ryu, ella todavía tiene tu paraguas. ― Su presencia era llamativa pero divertida. Había algo en él que te incitaba a reír.

― ¡Chicos! ―Un tercer chico apareció. Tenía el cabello grisáceo y parecía amable. ― ¿Qué son esas formas de hablarle a una sempai? Lo lamento, Izumi-san. ―Se disculpó al llevarse al pequeño, quien había dejado de acosar a mi amiga.

―Él va conmigo, se sienta cerca de la ventana. ―Explicó volviendo nuevamente la vista al libro.

― ¡Tanaka, no te quedes viendo y vuelve al entrenamiento! ―Escuché nuevamente la voz ahora no tan amable mientras volvíamos a encaminarnos.

Desde el cuarto del club, podíamos escuchar algunos gritos del gimnasio. Nos habían dado el más grande al parecer, pero solo lo era porque no tenía casilleros. La ventana estaba abierta y el sol del atardecer entraba por ella. Era raro de Hana mostrarme voluntariamente un movimiento pero lo dejé pasar. Si ella era feliz, yo también lo era. Cuando me felicitó tras soltarse nuevamente el cabello la detuve en seco.

― ¿Qué te sucede?

Respondió con un simple nada mientras se volvía para cambiar su atuendo por el uniforme escolar.

― ¿Vamos a cenar udon? ―Me preguntó al guardar su libro en el bolso. Demasiado raro.

―Seguro. ―Asentí intentando sonreírle de lado. ― ¿No tienes cena familiar?

―No. ―Se limitó a decir mientras peinaba su cabello corto con los dedos. Lo tenía recto por los hombros y aún intentaba acostumbrarse a él pues solía llevarlo por debajo de la cintura. ―Te espero afuera. ―Agregó tomando su cartera.

Si tenía suerte, me diría la razón por la cual estaba siendo amable. De otra forma, volvería a su humor extrañamente tranquilo por unos cuantos días más. Comenzaba anochecer cada vez un poco más tarde pues el verano llegaba alegremente. Por costumbre la moví ligeramente al pasar cerca de algo o alguien.

―No estoy leyendo. ―Se quejó soltándose de mi agarre aunque al hacerlo, chocó contra una persona. Esta se quejó, para mi sorpresa. ―Shittykawa. ―Reconoció sin dignarse a verlo. Una vez reordenado su cabello volvió sus ojos grises al muchacho.

―Han...―Empezó pero una vez sus miradas se encontraron, se encogió ligeramente. ―Izumi, es un placer encontrarte de esta forma.

―No lo es, deja el palabrerío a un lado. ―Sus palabras fueron bruscas como siempre.

―No sabía que eras tan sexy, Hana-chan. ―Su tono burlón no solo me molestaba sino que me dieron ganas de abofetear a mi yo del pasado.

―No te quiero cerca. ―Sentenció retomando su camino. Entró a la tienda conmigo y el idiota de nuestro ex detrás.

―Hiromi-chan ese corte te queda adorable.

Para ser sincera, no sabía si se estaba burlando pero su forma de decirlo me daba pena.

―Tooru, no busques donde no te llaman, por favor. Vete.

― ¡Él quiso abusar de mi amiga! ―Exclamó Hana horrorizada. De la impresión miré a mí alrededor, encontrándome al matón y a su amigo divertido. Ambos se levantaron de sus asientos antes que los demás pudieran detenerlos. Oikawa enseñaba sus palmas a la vez que sonreía desvergonzadamente.

―No van a creer eso, ¿O sí?―Dijo ganándose varias miradas más. El hombre detrás del mostrador se había acercado, logrando que él retrocediera varios pasos. Al parecer aquel hombre era dueño del local, por lo que le mostró la salida.

Hana era una persona que ya no reconocía. Hombre, que era una caja de sorpresas. Pensé que ella lloraría pero desde la vez que me había disculpado con ella, no volvió a mostrar una sola lágrima. Incluso en el funeral de su hermana. Antes de sentarme, revisé la fecha en mi celular. Se cumplía un mes. Le sonreí, intentando no pensar en aquella situación.

Al cenar le hice varias bromas, pero la mesa del fondo era mucho más ruidosa, tanto que terminamos riéndonos de ellos.

― ¡Ya para, Noya! Nos van a echar. ―Se quejaba el de cabello corto. El aludido continuaba usando los palillos de forma absurda. No pude controlar mi sonora carcajada. Hana tiró de la manga de mi camisa pero no podía parar. Ella se cubrió la boca apartando su mirada de mí.

―Te dije que era genial, Ryu. ―El que se hacía llamar Noya adoptó una pose que me hizo reír aún más. Hana se unió a mi risa descontrolada segundos después de ver al muchacho. Intentaba calmarse pues ella odiaba el sonido de su risa. Para mí era normal e incluso contagiosa.

Terminaron por echarnos del lugar por ruidosos, gracias a esos dos. Aunque valoré que a pesar de no ser adrede, salvaron el mal humor de Hana. No contaba de su vida, sus gustos o incluso que odiaba, había que ser muy atento para darse cuenta de los detalles que te daba de vez en cuando. Hana era una persona que llegabas a querer tras varias peleas. 

Eras tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora