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Una mañana al cambiar mis zapatos, una nota cayó en cuanto los saqué. Lo tomé sin muchas expectativas. Ya me había pasado durante los años anteriores con Oikawa a mi lado. Fruncí el ceño al leerlo.

― ¿Qué dice? ―Hiromi se me acercó por la espalda a lo que le enseñé el papel. Ella lo tomó frunciendo el ceño. Su vista no era muy buena. Eran muy pocas veces que la veía con gafas, pues la mayoría del tiempo usaba lentes de contacto. ― ¿Irás?

―No. ―Respondí con simpleza terminando de cambiar mis zapatos. ―Es la letra de Oikawa.

Iba de camino al salón cuando una chica me cortó el paso. Cuando intenté esquivarla otra me detuvo por el brazo. No hice movimientos bruscos como acostumbraba. Si quería recuperar mi cinturón debía controlarme de no usar la violencia. Para mi suerte no solo había aprendido karate, sino algunas técnicas de aikido. Hiromi, quién siempre me pisaba los talones, intentó hacerse paso por el grupo de chicas. Nunca vinieron atacarme en grupo. Creí que eran cinco, pero al darme la vuelta encontré más. Me encerraron contra la pared.

―Te dije que ella no es violenta. ― Comentó la pelirroja sonriendo satisfecha. Si alguna me atacaba podría defenderme. Tenía a más de un testigo para hacer valer mi opinión.

―Te digo que Oikawa vino a casa sangrando. ―La rubia se quejó sin apartar sus ojos verdes de los míos. Tenía dos chicas delante, por lo que no la veía bien debido a mi altura.

― ¿Es tu novio?― Pregunté fingiendo sorpresa. ¿Así que de eso se trataba? Ella comenzó a verse molesta pues hacía una expresión que le quitaba el poco encanto que poseía.

No esperaba recibir un golpe, pero este llegó de atrás. Confundida me llevé una mano a la mandíbula. Le rompería cada hueso de su mano en pedacitos.

―No lo hagas. ―Estaba por comenzar a deshacerme de ellas cuando una voz se alzó por las demás. Sugawara sonría de lado deshaciéndose rápidamente de muchachas que tenía delante. Incluso Hiromi lo miraba atónita. ―Una sempai debe dar el ejemplo.

Por lo poco que conocía de él, parecía amable y tranquilo. Al menos en clase así era. Me irritaba esa falsa amabilidad que les daba a todos. ¿Dónde estaba el truco? En ese aspecto era igual a Oikawa. Me tendió una mano que no tomé, siquiera rocé. Estaba mal de la cabeza si creía que yo necesitaba ayuda.

No necesitaba contenerme. Tenía mucha gente a mí alrededor. Muchos miraban desde lejos. Espectadores al fin y al cabo.

―Tu novio da asco. ―Comencé volviendo nuevamente mi mirada a la rubia. No pude evitar sonreír aún más. Debía admitir que extrañaba toda esa atención. La presión en el aire, la expectativa de la gente sobre lo que haría. ―Quise acabar con su estúpido rostro con mis propias manos.

El silencio se hizo nuevamente en el pasillo. Su rostro estaba rojo. No me importaron sus sentimientos.

― ¿Te contó que él me besó sin mi consentimiento a pesar de que está saliendo contigo? Probablemente ya te llevó al planetario y te contó su estúpida teoría de los extraterrestres. ―Por su reacción él no había cambiado. ―Realmente da pena como juega con tus sentimientos hasta este punto.

Le tendí la nota que había entre mis zapatos tan solo minutos atrás. Ella se debatía si tomarla o no. Seguí hablando. No iba dejar que él me arruinara una vez más.

― Si vienes a buscar pelea, no dudaré en noquearte. Pero al menos ten una razón que valga la pena, rubita. ―Finalicé para luego empujar a varias chicas, quienes aún procesaban mis palabras.

Esquivé con facilidad que me tomara del cabello pero tomé su brazo y de un tirón, ayudándome con mi cuerpo, terminó debajo de mí con facilidad. Soltó un quejido mientras retorcía su muñeca. La miré desde arriba, soltando mi agarre de la pelirroja. Mi corazón latía con fuerza contra el pecho. Los nervios de una pelea que nunca ocurrió. Tal vez si me hubiese pasado en la escuela media, sería al revés.

Eras tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora