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Los meses pasaron con tranquilidad, Septiembre llegó y se fue con la misma rapidez. Octubre no era más que pasajero en una vida monótona. Mi popularidad se asentó con facilidad tras dignarnos a buscar miembros para el club de karate. Hana era quien repartía los folletos cada cierto tiempo. Los estudiantes rápidamente fueron conociéndola. Me alegraba que dejaran de temerle pero aún sentía que ella tenía otro objetivo.

Con el tiempo se acostumbraron a sus respuestas hirientes y aunque se paseaba con el traje sin cinturón, era sabido que se lo habían quitado. No sabía si agradecer o no, pues el rumor cada vez era peor. Pasó de ser a un chico de otra escuela, a niños como pasatiempo. Una tarde la campana sonó y una vez más me dirigí al salón libre. Ella se me había adelantado con la excusa que debía ir al baño.

―Te he dicho más de una vez que no quiero verte, Tooru.

―Dame una oportunidad.

Escuché sus voces mitigadas por lo que detuve mi andar. Si bajaba un poco más me verían los pies. Sentí un golpe seco. Me recordé que si espiaba me verían. Debía controlar la curiosidad.

―Estoy saliendo con alguien más.

―Sé cuándo mientes, Hana.

―Tendrías que haberlo sabido cuando salíamos. ―Su voz sonaba triste, escondida bajo la agresividad. Si aquel idiota la hacía llorar después todo el trabajo que le había costado, no me lo perdonaría jamás. ―No me quieres, solo extrañas el sexo, ¿verdad?

―Cuando te fuiste llegué a la conclusión de que te amo. ―Le escuché decir reprochándole. Era la primera vez que su voz sonaba tan triste como la de Hana. ―Extraño todo de ti.

Negué con la cabeza volviendo a subir la escalera con sumo cuidado de no hacer ruido. ¿Por qué dolía tanto? Me sentía mareada para cuando llegué a la puerta del salón por la otra escalera. De ninguna forma quería verle besándolo. Dejé una nota rápida bajo la puerta y me dirigí a casa.

¿Qué podía reclamarle cuando la principal razón por la que ellos habían roto, era por mí?

― ¡Vuelve aquí, cobarde! ―Ya en la puerta principal, su tono de voz me sorprendió pues pensé que iba dirigido hacia mi persona. Sin embargo un moreno me pasó rápidamente. Jamás pensé que tendría tal velocidad. ―Déjame acabar contigo, Shittykawa. ―Hana sonaba animada a medida que se acercaba a él.

―Hana, cielo. Cálmate. ―Decía intentando escapar de ella. Ambos sabíamos que era imposible.

―No te atrevas a llamarme cielo después de robarme un beso. ―Ahí estaba. Ese tono que te hacía replantearte el sentido de tu vida. Hana estaba fuera de forma pues él había conseguido inmovilizarla parcialmente contra la pared. No me creía lo que veía. Él soltó una risita.

―Un segundo asalto tal vez te haga cambiar de opinión, cariño.

―Ni se te ocurra tocarle un pelo, Oikawa. ―Él acercaba peligrosamente sus labios a los ella, quién apartaba el rostro. Sus ojos cafés se volvieron a los míos tan solo unos instantes. Me detuve en seco, vacilando. La intensidad de su mirada me dejaba claro que me devolvería todas y cada una de las maldades que le había hecho el semestre anterior.

― ¿Qué pasa contigo, niño bonito?

Él llevaba apenas una camiseta blanca con el nombre del instituto y unos shorts deportivos para la temperatura que hacía fuera. Aparentemente logró distraerlo pues mi amiga le había dado un cabezazo. Al separarse un hilo de sangre salía por su nariz y su expresión molesta era digna de una foto. Agradecí internamente que Iwaizumi se lo llevara a rastras.

Hana se escondió detrás de mí. Al chico de pelo corto, se le unió su amigo Noya haciendo una cara que solo ellos sabían hacer. El primero relajó sus facciones al ver a Hana detrás de mí. Parecía preocupado pero cuando quiso acercarse ella soltó un gritito. Era la primera vez que la veía tan vulnerable.

―Da miedo. ―Murmuró sin soltar mi uniforme. No solo estaba confundida por su repentino ataque de pánico, sino que a la vez sentía pena por él.

―Lo lamento. ―Se disculpó de inmediato, ligeramente sonrojado.

―Gracias. ― Le sonreí medio de lado. El pobre no tenía la culpa de nada. La extraña era Hana, quién mantuvo su agarré en mi camisa sin permitir que la viese. Su amigo lo felicitó dándole una palmada en la espalda al encaminarse nuevamente dentro del instituto. Miré sobre el hombro encontrándomela sonrojada. ―Te gusta.

―No. ―Sentenció recuperando la compostura, soltándome. ― Siquiera lo conozco. ―Continuó apartándose aún más de mí.

En la sala del club aún faltaba reemplazar el tatami por uno mejor y conseguir una mejor ventilación. Ella no preguntó cuándo levanté el trozo de papel de suelo pero sabía que lo había notado. Mientras me cambiaba la vi escribir en su diario. Tenía aspecto de un libro viejo pero dentro era una agenda normal. Una cinta verde marina sobresalía a penas.

―No vuelvas a dejarte atrapar tan fácil. ―Comencé apartando mis ojos de ella mientras abría la ventana. Una brisa fresca entró por esta. El ambiente se había puesto tenso y el silencio reinaba.

―Me sorprendió, eso es todo. ―Respondió luego de unos minutos. Me volví esperando encontrarla con el uniforme de práctica, sin embargo se había asentado en la esquina más lejana a la puerta con un nuevo libro entre sus manos. Me limité a sentarme frente a ella. Si no me decía que hacer, no tenía mucho futuro como práctica.

― ¿Por qué te dio miedo? ―Sus ojos grises me miraron atónitos. ― No pienses que voy a olvidar tu expresión.

―Pensé que era como una chica normal actuaría. ―Explicó tomando su bolso. ―Lo leí aquí. ―Finalizó entregándome una revista que seguramente decía mentiras.

― No tuviste problemas con Oikawa. ¿Por qué el cambio? ¿Quieres ser normal? ―Pregunté extrañada mirando por encima las hojas de la revista. Ella alzó sus ojos de mí para luego volverlos a la lectura. Un rubor creciente se iba apoderando de su rostro.

― ¿Algún problema con eso?

Eras tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora