Comenzaba anochecer cuando volvimos del paintball. El encargado nos dio cupones tras mostrarnos las fotos que había conseguido de las cámaras. Compré varias fotos, aunque de haber sido por mí, me llevaba todas, incluso las de Kageyama y Hinata. Ese dúo era adorablemente shippeable. Sugawara me sonrió al verme con una foto de todos.
― ¿Te gustó venir? ―Viré mis ojos en busca de Tanaka antes de responder. Él se quejaba con Asahi y Nishinoya. Inevitablemente sonreí.
―Me encantó.
―Él estaba nervioso, pero salió bien. ―Enarqué una ceja ante su comentario. Era verdad que había notado su nerviosismo, aun así tenía curiosidad.
Sawamura lo llamó para cuando quise preguntarle, por lo que me limité a suspirar. Hiromi se me acercó agitando el papel con ambas manos.
― ¡Mira! ―Exclamó con alegría.
―Me es imposible si sigues moviéndola así. ―Respondí con cierta burla quitándoselo.
―Parece de una película, ¿Verdad?
En la foto salíamos Tanaka y yo sonriéndonos el uno al otro mientras nos abrazábamos. Debió ser antes del almuerzo. ¿Así se veía de afuera? Avergonzada llevé el papel contra el pecho. Hiromi tenía su estúpida sonrisa burlona en el rostro.
―Es bonita. ―Me limité a responder haciendo un mohín.
―Al fin esta celestina puede descansar. ―Se llevó una mano a la frente dramáticamente. ― ¡Duele!
Le saqué la lengua a modo de respuesta. Apenas si le había golpeado el hombro. Era una foto que daban ganas de llevarla a todas partes. Especialmente por él. Me sentía no solo confiada sino que pertenecía. Después de todo no solo había conocido buena gente, sino que no quería irme de Miyagi. La rubia inclinó ligeramente la cabeza.
― ¿Estás llorando? ―Me sonrió atrayéndome a su cuerpo en un abrazo. Correspondí su gesto entre risitas.
―No quiero separarme de ellos. ―Murmuré sonriendo de lado, claro que era felicidad lo que sentía, pero finalmente pude entender qué era esa calidez que sentía en el pecho.
Eventualmente el tiempo volaba y la fecha de la mudanza se acercaba. Tanaka por su parte no había vuelto a nombrar el tema desde que le había dicho el día que me iría. Me había sonreído y prometido que me visitaría sin falta. En ese momento no lo pensé demasiado puesto que no quería hacerlo, por el contrario quería disfrutar de cada segundo con él.
Esta era la última cita que tendríamos puesto que al otro día de la graduación mi tren partiría oficialmente a Tokio.
― ¡Felicidades, Hana! ―Tanaka me había lo había dicho más de cinco veces. Antes, durante y después de la ceremonia era lo único que se le ocurría decirme. Estaba tan animado como siempre y no podía quitarme de la cabeza la idea que tenía que dejarlo tan pronto.
Me había invitado a pasar la tarde en su casa, en la cual había conocido hacía unas semanas. Me había presentado ante sus padres y su hermana y habíamos disfrutado de una bonita cena. Su hermana me recordaba a Hiromi. Acepté sin pensarlo cuando me lo preguntó puesto que lo había pasado muy bien con ellos. El recuerdo se había vuelto lejano por alguna razón, aunque había pasado solo dos semanas.
― ¿Te gustaría una chocolatada? ―Ofreció sin mirarme, faltaba poco para llegar.
―Seguro. ―Respondí animadamente. En la mayoría de nuestras conversaciones no había silencios, ni mucho menos incómodos, pero en ese momento entendí la razón por la cual estaba más callado de lo normal. ―Te llamaré todos los días. ―Comencé, intentando alivianar su preocupación.
―Gracias. ―Él, tras invitarme a entrar, esbozó una sonrisa que de no haberlo conocido lo suficiente, me habría creído que era real.
Fruncí el ceño dispuesta a alivianar su preocupación. Sus ojos trasmitían aquella aura de tristeza que me había prometido no volver a causar. Lo quería demasiado como para verlo de esa forma.
―No estés triste, por favor. ―Pedí sintiendo lo egoísta que había sido hasta el momento.
Admiraba su fuerza de voluntad y lo sensible que podía ser. Apartó sus ojos de mí, adentrándose en la sala de estar. Lo seguí sin pensarlo, intentando volver a verlo. Nunca me imaginé que llegaría a verlo llorar. Lo abracé con fuerza.
―No me dejes. ―Murmuró entre sollozos, mientras tomaba su rostro entre mis manos. Sus ojos fijos en los míos, me miraban heridos.
―Nunca lo haré. ―Prometí para luego secar sus lágrimas con mis pulgares. Me dolía verlo en aquel estado. ―Es una promesa, ¿Vale? ―Susurré parándome sobre las puntas de los pies e inclinándome para besarlo.
―Vale. ―Lo escuché responder al rodeándome la cintura con sus brazos antes de sentir sus labios sobre los míos.
Fue un beso cargado de pasión, del tipo que te hacía desear más. Lo empujé con suavidad hasta que chocó contra la pared. Sentía como aumentaba cada vez la temperatura con cada beso. En busca de aire, me acerqué a su oído y tras dejar un beso ahí susurré que podía tocar si quería. Tímidamente sentí una de sus manos bajo la falda del uniforme mientras me dedicaba a besar su cuello. Bajé mis besos hasta su clavícula, hasta dónde la camiseta me dejaba avanzar. Ligeramente él llevó su mano libre por debajo de mi camiseta y se detuvo en el broche del brassier. A lo que nervioso me apartó ligeramente.
―Hana. ―Murmuró. Mi nombre nunca había sonado tan sexy. ― ¿Estás segura?
―Sí. ―Murmuré sintiendo que la timidez me invadía de repente. ― ¿Tú?
Era importante tener su consentimiento. Las preguntas comenzaron a invadir mi cabeza. ¿Había estado mal? ¿Tendría que haberle preguntado antes, verdad?
― ¡Pues claro! ―Respondió algo frustrado pasando una mano por su cabello para luego tomarme por el brazo y arrastrarme hasta su habitación.
Tras cerrar la puerta, me encerró contra esta, nuevamente al ataque. Sentí cómo se me debilitaban las piernas a medida que la intensidad de nuestros besos iba aumentando. Me permití tocar su espalda que tanto había admirado desde lo lejos. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo cuando me quitó la camiseta. Mi brassier blanco, lejos de ser sexy, solo tenía un pequeño moño celeste. Su mirada abrumadora, volvió a mi rostro luego de unos segundos que parecieron minutos.
―Es bonito. ―Comentó con timidez. Avergonzada me mordí el interior de la mejilla. Bajo sus ojos amables todo de mí le parecía bonito. Me arrepentí mentalmente por no haber elegido el de encaje pero me felicité por haberme depilado hacía unos días.
―No es justo. ―Bufé medió en broma tomando el borde de su camiseta. Sonreí a medida que se la sacaba, rozando lo justo y necesario su abdomen.
Por la ventana se podía ver como el atardecer se hacía visible en la ciudad. Tanaka había estado jugando con mi cabello pero se había dado por vencido con las trenzas. Le había dicho que le enseñaría sin ningún problema pero cuando quise levantarme, me abrazó negándose a dejarme ir. Habíamos estado así desde entonces.
― ¿Cómo es posible que te deje ir? ― Solté una risita girándome para verlo. Me sonreía tan cariñosamente que me fue imposible no sonreírle de vuelta. ― ¿Tienes que irte?
Asentí para luego suspirar.
―Volveré cuando menos te lo esperes, lo prometo.―Después de tanto tiempo que había odiado aquella ciudad, no quería dejarla.
ESTÁS LEYENDO
Eras tú.
Fanfiction"Solté una risita dándole una palmadita en la cabeza. Sentí la calidez de sus labios chocar contra los míos pero se fue tan rápido como llego. Sin saber cómo reaccionar apropiadamente, me quedé viéndolo. Él se separó de mi, dejando un vacío insoport...