Capítulo II: El aeropuerto.

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Al bajar del avión, muchas personas esperaban tras aquellos enormes cristales polarizados del Aeropuerto Internacional de Antola, la verdad nunca había ido, y se me parecía interesante, éramos una familia de tez muy pálida, Mónica tenía los ojos verdes como los de papá y mamá me había heredado sus lisos cabellos, salimos del lugar y la gente nos saludaba y se portaba de mil maravillas, me parecían grandes personas, se ofrecieron en ayudarnos en todo, desde cargar las maletas de Mónica, hasta en pedirnos un taxi al hotel, la verdad, no puedo quejarme en absoluto.

El camino al hotel era un poco largo, era en otra ciudad, pero de igual manera no era tan largo como el que hicimos de casa al aeropuerto de Calimbur. Saqué mis audífonos y cuando la pequeña Mónica me vio, sonrió.

-Carl, ¿Quieres jugar conmigo? -Su dulce voz y puso sus verdes ojos sobre mí, no podía decirle que no, no había jugado con ella en el avión y supondría que estaría extremadamente aburrida.

-¿Qué quieres jugar? -Dije y ella pensativa calló por unos momentos.

-¿Jugamos "veo, veo"? -Dijo con una enorme sonrisa que dejaba ver todos y cada uno de sus dientes, menos uno que justo la semana pasada había perdido, era muy valiente, nunca la había visto llorar por una caída o algún golpe pequeño, además que siempre era muy juguetona, y sabía rápidamente que algo no andaba bien con ella, cuando no quería pasarse el día jugando, coloreando sus libros o hablando conmigo sobre cualquier cosa.

-Bueno, me parece una genial idea. -Contesté. -¿Por qué no comienzas tú? -Dije mirándola.

-Vale, hermanito. Yo comienzo -Decía al reír mientras pasábamos sobre unos agujeros en la carretera. Empezó el juego, ella miraba fijamente algo y me empezaba a decir. -Veo, veo, luces de colores.

-¿Es el tablero del coche? -Dije señalándolo.

-¡Sí! Es el tablero del coche. -Dijo entre risas. -Es tu turno.

-Veo, veo, un círculo negro con una pieza de cuero para las manos. -Dije al verla a ella desconcertada por haber perdido tan fácilmente.

-¿Las llantas? -Dijo arqueando una ceja.

-No, inténtalo de nuevo. -Dije mientras la miraba.

-Redondo, cuero... -Decía en voz baja mientras acariciaba su mandíbula. -¡Ya sé! -Dijo de golpe. -El timón del coche. -Dijo muy contenta.

-Eres muy inteligente. -Le dije. Seguimos jugando hasta que tuvo sueño y se quedó dormida en mis piernas, sobre una almohada de viaje.

Al llegar al hotel, nos recibieron con los brazos abiertos. Era muy lindo todo, una fuente en el centro, los largos y muy estéticos pasillos, las alfombras y los botones que vestían de una manera elegante sin perder la noción de su trabajo.

Al llegar a la habitación, todos nos dormimos, luego de descargar las maletas, el viaje había sido muy largo.

El tiempo pasó exageradamente rápido, casi anormal, se la nada, ya habían pasado 25 días de nuestro viaje. En algún momento me enfermé y en el día 26 me quedé en casa. Ellos irían a pasear por el zoo de la ciudad, pero la verdad no tenía ninguna intención de ir. Me dispuse en el sofá de la sala y comencé a ver la televisión, primero deportes, música y terminé en las noticias, quise saber más de como es Antola y qué hay detrás de lo que vemos los turistas.

En la pantalla se veían muchas manifestaciones y disturbios en todas partes del país. Quemaban llantas de los automóviles y saqueaban los supermercados. Según indicaban, el gobierno del país hizo reformas que incrementó los impuestos y la gente estaba en la calle. Los militares eran los más afectados, la verdad yo quería irme de aquí, pero sólo faltaban 3 días.

Antola. [Libro #1]Where stories live. Discover now