El sábado habían quedado de verse por la tarde para comer, a las dos, en casa de Arminda. Y justo cuando en el viejo reloj cucú de la sala sonaron las dos, alguien llamo a la puerta.
-Es Humberto, dijo Arminda a su padre, segura, como si lo estuviera viendo del otro lado de la puerta.
A Humberto no le sorprendió ser el primero y el único puntual, siempre había sido así, de hecho Humberto estuvo unos minutos sentado en la banqueta esperando a que alguien mas llegara, porque le daba pena entrar solo. Y, si finalmente cuando en su reloj dieron las dos en punto se decidió a tocar el timbre, fue porque más pena que ser el primero le daría ser impuntual.
Dentro de la casa de Arminda todo era extraño y sorprendente; pero con mucho lo que a Humberto más le llamo la atención fue que sus padres fueran tan viejos. Eran, en realidad, unos ancianos. Humberto comparó mentalmente a la madre de Arminda con la suya, todavía joven, apenas de treinta y tres años y concluyo que quizá aquella pareja de ancianos no fueran en realidad los padres de Arminda sino sus abuelos. E iba a dejar volar la imaginación entre suposiciones cuando Arminda lo interrumpió.
-No, si son mis padres -dijo
Humberto no supo si Arminda le había leído el pensamiento o él había hablado en voz alta. Y como Arminda volvió a sonreír, Humberto decidió, por si las dudad, tener en adelante mayor precaución y cuidado con lo que pensara cuando estaba cerca de ella.
Los viejo padres de Arminda caminaban despacio en torno al comedor, veían una y otra vez la disposición de los cubiertos, reacomodaban platos, servilletas, saleros y miraban el reloj con impaciencia. Arminda, por su parte, lucia jovial y desenfadada, le ofreció a Humberto un refresco e intentó entablar con él alguna conversación. Humberto, fiel a su costumbre, permanecía serio y hermético; además ahora estaba impaciente, mirando ansioso el reloj y la puerta, rogando para que llegara alguien más y lo salvara de tener que responder, con apenas algo más que trabajosos monosílabos, a las preguntas de Arminda.
-¿Tienes hermanos?
-Sí
-¿Cuántos?
-Dos
-Hombres o mujeres.
-Uno y una
-Yo soy hija única.
-Ah
Si bien es cierto que Humberto no prestaba mucho interés a la conversación de Arminda, cierto es también que estaba francamente impactado por la casa; era fascinante, no sólo porque quedaba lejísimos, en uno de esos inéditos rumbos de la ciudad, sino porque además era enorme, con las habitaciones dispuestas en forma laberíntica y los techos desmesuradamente altos, decorada toda con unos muebles que parecían reliquias de museo. Desde luego, todo en esa casa iba de acuerdo y en armonía con la medieval vejez de los padres de Arminda. En cambio, era ella lo único que parecía fuera de lugar, daba la impresión de estar puesta ahí a la fuerza, nada tenía relación en esa casa con sus ropas de colores chillantes y su risa de quince años.
-¿Vendrán los demás? -pregunto la madre de Arminda, temiendo que las expectativas de su hija no fueran a cumplirse.
-Claro que vendrán, ahora mismo andan por aquí cerca, medio extraviados, como siempre - dijo Arminda, y lo dijo no con la duda de quien supone sino con la seguridad de quien cuenta algo que en el pasado ocurrió.
Pronto comenzaron las llamadas telefónicas, los toquidos en la puerta. Todos, aunque retrasados, finalmente llegaron.
No fue sino hasta después de las cuatro que empezaron a comer; en la mesa tuvieron que improvisar un lugar de más para Marco Antonio, porque si bien no iría al viaje, fue a casa de Arminda como acompañante de Anabell y los muchachos se resignaron a su presencia, total que en la playa no tendría que soportarlo, así que lo dejaron estar y el participó en la reunión con entusiasmo, haciendo sugerencias y observaciones a los preparativos, también él contagiado por los fuertes sentimientos de camaradería, incluidas las bromas a Jorge.
A cada tanto las platicas se interrumpian por el andar viejo del papá de Arminda que llegaba cargando un platón con papas fritas o con refrescos o con la pizca que mando traer a la hora de la cena, porque la reunión se prolongo hasta las diez de la noche.
Ocho horas estuvieron ultimando detalles, hasta que las cuestiones de la logística quedaron resueltas y poco a poco, fueron llegando algunos papás a recogerlos. Al final solo quedaron Arminda, Leonardo, Humberto y Marco Antonio.
-Ven con nosotros -dijo Arminda.
-No puedo y se que voy a arrepentirme por no ir -profetizo Marco Antonio.
Y vaya que se habría de arrepentir.Cena de los chicos
-------+++++++----------++++++------------
Lamento mucho no haber actualizado hace mucho esquemas lo que pasa hay muchos deberes del cole y solo tengo tiempo para leer jaja bueno creo que lo he dicho pero en este libro hay 24 capítulos así que es un poco difícil transcribirlos jjjjjj pero GRACIAS por leer este libro espero que les parezca interesante igual que a mi gracias...........................
ESTÁS LEYENDO
Iba a ser solo una broma - David Jorajuria
Teen FictionEsta historia no es mía es de David Jorajuria (A mi me gusto mucho por eso la publique) Iba a ser solo una broma es una medicina ( como suele serlo cualquier lectura ) y esta medicina tenia como objeto curar un recuerdo, al parecer es medi...