Laguna de Catemaco

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Jorge despertó poco antes de las cinco de la mañana, cuando la camioneta bordeaba la laguna de Catemateco. El vapor que emanaba del agua impedía ver el horizonte mas allá de veinte metros y Jorge creyó que aquello era el mar.
     -¿Ya llegamos? -preguntó.
     -No -dijo el chofer -, esto no es el mar.
     -Es una laguna -tercio Arminda, quien llevaba un buen rato mirando por la ventana.
     -Podríamos parar un momento -suplico Jorge -, es que me estoy orinando.
     -Arriba todos -dijo Leonardo cuando la camioneta se detuvo en la gasolinera -, el gordo se ha hecho acreedor a su primer pamba en territorio veracruzano.
     -A mi ¿Por qué? -protesto Jorge.
    -Porque sí -concluyó José Luis, mientras los amigos se abalanzaban para golpear a Jorge.
Finalmente, todos aprovecharon el alto para ir al baño y luego compraron panecillos y refrescos para desayunar junto a la laguna que, poco a poco, iba desvelándose entre la bruma y los manglares; con su olaje monótono y tímido, con una nube de moscos que los hizo regresar a la camioneta para terminar ahí  el desayuno.
     -Es enorme -dijo Adolfo.
     - ¿Donde se puede buscar a los brujos? -preguntó Rebeca.
     -Hay uno muy bueno pero se tiene que sacar cita -acotó Monica ;ahí con el señor que cuida la casa podemos arreglarlo.             
          -Yo también quiero ir -dijo Anabell.
         Arminda, qué estaba sonriendo, no se dio cuenta de que Humberto la observaba y cuando notó su mirada volteo a verlo y de inmediato Humberto cerró los ojos y se puso a juguetear con sus largos dedos.
       Continuaron sin contratiempo el trayecto hacia Monte Pío, anduvieron despacio recorriendo una brecha sin pavimento qué partía en dos la frondosa selva de los tuxtlas, una selva otrora enorme que, a cada tanto, del lado del mar, dejaba ver inmensas extensiones deforestadas; pastizales para ganado extensivo.
       Paso poco más de una hora hasta que por fin llegaron a la casona en lo alto de los acantilados y aunque ya había amanecido, a lo lejos el mar parecía no existir; el horizonte aquí también era un océano de niebla rojiza que nadie quiso contemplar, porque decidieron que para ver maravillas naturales ya habría tiempo, esto después de dormir, claro, así que lo importante fue distribuir camas e ir a descansar.
       Mónica dijo que dormirían las mujeres todas juntas en la habitación más grande y los muchachos se repartieron en las habitaciones restantes; Leonardo con Humberto, José Luis con Juan y Adolfo junto a Jorge.
      -Voy a poner el despertador a las dos -dijo Mónica -¿Les parece bien?
     -Ya les había dicho yo que los viajes unen -murmuró Humberto señalando donde se metieron José luis y Juan,  quienes nunca se habían llevado del todo bien. Luego se fueron todos a dormir.

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Hola que les parece la historia qué tal les invito a leer mis obras espero que les guste sin más que decir no se olviden votar y comentar siiiii gracias bay.

Imagen bella.

Nota: por alguna razón no puedo poner negrilla jjjjj

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Nota: por alguna razón no puedo poner negrilla jjjjj.

Iba a ser solo una broma - David JorajuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora