El niño brillante. Capítulo 1. (AU Humano Nim x Ithis)

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Desde que tengo memoria, recuerdo ir por la vida clasificando a las personas según sus características, y rara vez me he equivocado con la primera impresión. Creo que es una especie de don el hecho de que yo observe a alguien y de pronto piense "esta persona no es de fiar, oculta algo", para luego enterarme que efectivamente, la persona en cuestión tenía un fallo peligroso del que me había salvado. Sin embargo, entre todas esas clasificaciones que se me fuero ocurriendo, había una en especial de la que huía fervientemente: los niños brillantes.


Un niño brillante es aquella persona que donde quiera que se aparezca, brilla con luz propia. Esa clase de persona perfecta en todos los aspectos: hermosa físicamente, siempre sana en su alimentación, fluida en el trato y en el habla, siempre exitosa, a todo mundo le cae bien, con una vida social muy activa y capaz de resolver cualquier cosa. Cuando me topaba con un niño o niña brillante en mi camino, les sacaba vuelta lo más rápido posible, antes de que sus admiradores terminaran pisoteándome. Así es, yo era todo lo contrario, por donde se me viera.


A pesar de que mis amigos siempre afirmaban que nací con grandes talentos, yo me sentía la clase de persona sombría amante de la tranquilidad. Siempre buscando lo práctico, lo cómodo, sin preocuparme por resaltar. De hecho, me escabullía lo mejor posible para que nadie volteara a mirarme y de esa manera pudiera disfrutar mi zona de confort al máximo. Nada era más agradable para mí que mantenerme a solas, usar mis audífonos y desaparecer en los amplios mares de paz que mis canciones favoritas pudieran ofrecerme, dejando que la vida transcurriera en una rutina básica diaria de casa-trabajo, trabajo-casa, inquebrantable. Sin embargo, todo cambió para mí el día que perdí mi empleo de años y me vi en la necesidad de empezar de cero nuevamente.


Trabajé siete años para una empresa transportista, como secretario y dirigente de operaciones en su área más activa. Sin embargo, el jefe consiguió una amante de grandes tetas y una nuez en la cabeza, que me desplazó de inmediato. Realmente no me molestó mucho el despido, pues obtuve una liquidación jugosa y las vacaciones que me merecía desde hacía años, además de que estaba harto de ese empleo. Sin embargo, en el momento que volví a buscar trabajo, el panorama ya no parecía tan agradable. Era muy difícil encontrar una vacante, puesto que el país pasaba por una crisis económica y las oportunidades labores decayeron de forma preocupante, por lo que me encontré repartiendo currículums como si fueran cartas de amor, a diestra y siniestra, por todos los medios posibles.


Después de cuatro meses sin respuesta, mi liquidación anterior comenzaba a adelgazar en la cuenta bancaria, tanto como yo, que ya estaba contando los mililitros de leche que le ponía al café por las mañanas, para hacerla rendir. No era una opción pedirle a mi padre que me permitiera volver a su casa y así no morir de hambre. Lo último que haría sería volver a pisar la tierra donde fui llamado "maricón de mierda, ojala hubieras muerto en el parto", luego de confesarle al hombre que más respetaba, que era homosexual. No, jamás me doblegaría ante el nunca más.


Era más fácil hacer un sándwich con mi orgullo y masticarlo todos los días, mientras me ocupaba dos o tres horas por la mañana a revisar las bolsas de trabajo, rezándole mentalmente a todos los dioses que se me ocurrían para encontrar una mínima oportunidad de empleo. Incluso comencé a mandar solicitudes a sitios que no tenían nada que ver con lo que yo sabía hacer (el ramo administrativo) pues a esas alturas, lo que fuera que cayera en mis manos, era bueno. Había noches que me sentaba a pensar si la prostitución era tan mala como decían, pues parecía un trabajo muy bien pagado e incluso fantaseaba como tonto pensando que podría llegar a gustarme, pero afortunadamente nunca lo intenté.

Soluciones desesperadas (+18 AMOLAD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora