EBN 5. Si nadie lo sabe, no existe.

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Aquel que mete la mano en un nido de víboras, terminará mordido, tarde o temprano. No sabía el valor de esas palabras en el instante en que Rusell Williams se esforzaba en reclamar mi cuerpo, pero lo sabría poco después. Su nariz se hundió entre mis piernas, y yo estaba impaciente, caliente y ansioso de sentirlo dentro de mí. La expectativa mayor era ver su reacción en el momento que viera mi pene, y efectivamente, cuando se aventuró a sacarme los interiores, se detuvo un momento, tragando saliva.


—¿Qué pasa, Lord Heterosexual? ¿Acaso la tengo más grande que tu?— pregunte con sorna, y se vio adorable en el momento que se ruborizó ampliamente al ser descubierto en el momento que dudaba— déjame ayudarte, no es sencillo si te la vives pensando en pechos y vaginas — comenté con gran paciencia, empujándolo con uno de mis pies para que se apartara. Me estaba aguantando el dolor en la rodilla herida, así como el raspón en mi pie que aún estaba a semanas de curarse, pero podía más las ganas que tenía de chupársela, así que le indiqué que se sentara, y como pude, me hinqué sobre la alfombra para separarle las piernas. ¡Oh, bendición del Nim! Esa polla era tan grande que sentía que iba a morderme en el momento que saltó a la vista, y casi se me caía la saliva al quedarme embobado mirando. Rusell se veía cada vez más avergonzado, por lo que no podía demorarme, o mi tierno ratón confundido se escaparía — buen provecho — susurré poco después de relamerme los labios, y en un solo movimiento, engullí con deseo esa pieza viril perfecta. Cuanta delicia se puede encontrar en un miembro destinado para todo, menos para ser devorado. Ya estaba húmedo, por lo que la mezcla entre sudor y la salinidad amarga del preseminal era el elixir prohibido que necesitaba para desatarme.


Rusell negaba en un inicio, e incluso escuché algo como un "estoy sucio", lo que me causo una ternura que solo me incitaba a continuar. Sus venas se hinchaban con el paso de mi lengua traviesa, e incluso me aventuré a darle una leve mordida en el glande, a modo de reclamo personal. Esa mujer en la que pensaba no me iba a robar el derecho de reclamarlo mío, aunque fuera solo unas horas, y cuando ella posara sus labios en la piel desnuda de Williams, sabría que alguien más estuvo ahí. El vaivén con mi boca fue menguando los ánimos negativos de mi presa, y cuando elevé un poco la mirada para verlo, ese rostro perfecto y sensual se desvanecía de placer, ocupándose de llevar su mano diestra sobre mi cabello para aferrarlo y "obligarme" a succionar más fuerte.


Que sencillo era. Hazle la felación a cualquier hombre, y en cuestión de minutos no le importa si eres hombre, mujer o un perro. Es una verdad innegable que somos basura cuando se trata de sexo, puesto que es nuestro punto más débil una vez que caemos presa del deseo, y Rusell había perdido ante mí por fin. Ni todo su orgullo, ni su belleza masculina, ni la capacidad de encamarse con cualquier dama que quisiera; nada de eso fue válido en el momento que mi boca bajó hasta rozarle los testículos, atragantándome pues su entrepierna apenas cabía dentro de mi boca. Mi saliva ya escurría entre sus esféricos, y no dudé en abandonar mi tarea para relamerlos, para dibujar sus formas curvas con mi lengua y besarlos como si fuera otro par de labios. Y a pesar de que él no era escandaloso como yo al gemir, estremecía, e incluso curvaba un poco el vientre, como previo aviso de que estaba por correrse.


—Apartate... n-no puedo...voy a...—


—Hazlo en mi boca, no te contengas— mascullé en un espacio que tuve para recuperar el aliento, y al retomar la felación, le di un poco más de prisa para obtener mi primer tesoro. La piel de su glande era deliciosa, y no olvidaría jamás la forma tan ancha que tenía, un pene perfecto diseñado para anclarse a su pareja y darle el placer infinito que buscaba. En el momento que Williams alcanzó el orgasmo, me atraganté sin poder evitarlo. Era tanto el torrente de semilla caliente, que tuve que apartarme, y una parte logró derramarse contra mi rostro, al grado de obligarme a cerrar un ojo pues me escurría desde la frente hasta la nariz y sobre el pecho. Pero Rusell seguía erecto, y no podía desaprovechar esa oportunidad. Me puse de pie, para trepar sobre el sofá y ubicarme sobre sus piernas, y nuevamente estaba negando. Sin embargo, al ver mi rostro lleno de su esperma, tragó saliva y jadeó levemente al notar como su entrepierna se alojaba entre mis glúteos, percibiendo la gran humedad que mi ano ya estaba derramando, debido a lo excitado que estaba —... tus dedos... — susurré de forma sensual, siempre observando esos orbes miel que, aunque vacíos de amor, estaban llenos de lujuria. Tomé su mano con mucho cuidado para no romper el hechizo que nuestras miradas estaban creado, y llevé tres de sus dedos al borde mi trasero, indicándole como debía tocarlo — esta es mi "vagina", Rusell... una muy virgen, apretada, tibia... quiero que te quedes con mi primera vez... —susurré contra sus labios, mientras empujaba sus dedos contra mi entrada, para que se cerciorara por si mismo.

Soluciones desesperadas (+18 AMOLAD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora