Entré a mi cuarto y cerré de un portazo.-Te han golpeado ¿no?- dijo una voz detras de mi.
-¡¿Qué haces tu aquí?!- Grité- ¿Qué eres? ¿Un fantasma o una cosa así?- pregunté. Él se calló y se fue por la ventana. Por lo visto mi estadía aquí va a ser un completo infierno. Me fui a dormir antes de golpear todo por la ira.
-Hola Doblas- dijo Mike. Éste era el más grande de los tres. Esperó a que se fueran todos, que el pasillo quede solitario. Apenas me di cuenta cuando me sostuvieron y Mike empezó a golpearme. Ésta vez me golpeó una puñetazo en la nariz. Comenzó a sangrar al igual que mi labio. Ellos se fueron riendo y yo me quedé ahí tirado en el suelo. Me dolían las piernas ya que, también me las patearon. Fui a la enfermería para que me desinfectaran. Me miré al espejo del pasillo, hecho mierda es poco. Terminaron llamando a mis padres y volver a casa. Me tiré en mi cama.
-¿El estupido de Mike te volvió a golpear?- preguntó una voz, levanté la cabeza y era, como no, Miguel. No tenía ganas de gritarle, no tengo fuerza.
-Si...-.
-¿Y si los asustas?- preguntó con malicia.
-Ya quisiera... Será mejor que lo deje estar. Si vuelve a golpearme una vez más le diré al director.- sentencié.
-Vale.- hubo un silencio incómodo- oye... Me preguntaba si... Podríamos... Ser amigos...- murmuró.
-Claro.- dije sonriendo un poco. No parecía mal chico, era raro si, pero no veo el problema, mientras no intente matarme.
-Genial- sonrió- Em... Te veo mañana.
-Si...oye- lo llamé y me miró- Deja de entrar por la ventana. Haslo por la puerta.
Lo bueno es que llegó el sábado. Mike, sorpresivamente, no me golpeó más. Hoy iba a pasar el día con Miguel.
-¿Qué quieres hacer?- le pregunté.
-Eh...no lo se...-.
-¿Y si salimos por ahí?- pregunté y él se tensó.
-No no... Q-quedemonos aquí...- dijo nervioso.
-Vale- dije sentándome en la cama tomando dos mandos.- ¿Juegas? .
-Claro- dijo. Jugamos toda la tarde en mi habitación. Lo conozco desde hace una semana, aunque parezcamos mejores amigos desde pequeños. Estábamos tranquilamente jugando al Halo I cuando escuché un golpe seco en la casa, no se con exactitud donde, pero si había sonado fuerte.
-¿Qué fue eso?- pregunté mirando la puerta. Me acerqué fijando mi mirada en el pomo de la puerta. Estaba bajando las escaleras cuando escuché un vidrio romperse.
-¡Miguel!- lo llamé. Mis padres no estaban, se fueron al ginecólogo.- ¡¿Miguel?!- lo volví a llamar con mi voz llena de miedo. Entré a la cocina y un crujido me llamó la atención, un vaso roto.
Otro golpe seco.
-Hola querido- dijeron a mis espaldas. Me volteé y era...
Hola querido- dijeron a mis espaldas. Me volteé y era una señora, un vestido largo y antiguo. Tenía un peinado muy rebuscado y arreglado. Tenía la piel muy blanca y maquillaje muy notorio.
-¿Quién es usted?-le pregunté cuando encontré mi voz- ¿Tu eras la que estuvo haciendo esos golpes?- pregunta dos.
-Te recomiendo que a mi te dirijas, por lo menos, como usted.- ¿Y ésta de que iba?.
-Mire señora, deje de hacer una escena y salga de mi casa- le dije con el seño fruncido.
-Ay cariño, se ve que no estás enterado...- tocó mi cara- no eres el único aquí. Y se fué. Al rato llegaron mis padres y me mostraron las imagenes de la ecografía. «Cuatro meses y voy a cambiar pañales, genial» pensé con sarcasmo. Subí a mi habitación y ¡Sorpresa, Miguel no estaba!. Genial. Me cambie la camiseta junto con los pantalones y me fui a dormir. Me quedé pensando a dónde fue Miguel y quién era esa señora.
-Hijo, despierta, hoy iremos a visitar a tu tía.- dijo mi madre acariciando mi cabellera castaña con intención de despertarme.
-Vale- dije abriendo los ojos.