El caldero Chorreante

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El interior del autobús estaba lleno de camas y una enorme lámpara de araña colgaba del techo iluminando el interior.

Tomé asiento en una de las camas y pude ver a un anciano con unas enormes gafas que parecía dormido al volante y una cabeza reducida con rastras que sonreía.
-Dale caña Earl- dijo el hombre golpeando el cristal del conductor haciendo que diese un brinco.
-¡Eso!- dijo la cabeza -¡Dale cañita Earnie!-
-Rumbo al caldero chorreante- dijo el hombre poniéndose a leer el profeta.

Mi vista se centró en la portada donde aparecía un hombre de cabello casi blanco riéndose como un maniaco y carteles de Azkaban.

El autobús dió un aceleran haciendo que todas las camas se moviesen.
Tomé aire y decidí preguntar al hombre.
-Disculpe- dije -¿Quién es el de la portada?-
-¿Cómo qué...?- dijo mirando la portada para luego mirarme -¿Qué quién es? Es Scorpius Malfoy-
-Ni idea- dije.
-Es un homicida que ha logrado escaparse de Azkaban- dijo él -ayudó a ya sabes quién a asesinar a la mujer de Potter-
-Si... lo imaginaba- dije notando una rabia en mi interior.

El recorrido del bus era muy movido.

Cuando llegamos al puente de Londres el conductor accionó una palanca para estrechar el vehículo y así pasar entre otros dos autobuses.
Al llegar a nuestro destino, el autobús dio un frenazo haciendo que saliese despedida de la cama y cállese al suelo.
Le di una propina al hombre y bajé con cuidado.

Cuando me encontraba en la puerta un hombre jorobado salió a recibirme.
-Ah señorita Potter- dijo Tom que era ayudante de mi tía Hermione -al fin llega-
-¿Está aquí mi tía?- pregunté temiéndome una enorme reprimenda.
-Sígame- dijo arrastrándome al piso superior.

Llegamos a una puerta de madera que daba a un pequeño despacho.

En uno de los sofás se encontraba Hedwig que voló a mi hombro de inmediato.
-Tiene una lechuza muy inteligente señorita- dijo Tom -Ministra aquí está la señorita Potter-
-Gracias Tom- dijo mi tía Hermione vestida con un traje de color gris con falsa de tubo y camisa blanca levantándose de su silla tras las enorme mesa de madera -siéntate pequeña-

Tomé asiento en una de las butacas junto a la chimenea para calentarme haciendo que Hedwig se acurrucase en mi regazo buscando el calor de la hoguera y unos mimos de su dueña.

Una vez Tom se retiró, mi tía se sentó en la butaca que se encontraba frente a mí.
-¿Cómo se te ocurre escaparte de esta forma?- dijo ella con algo de molestia.
-¿Cómo se le ocurre a mi padre apuntarme en un colegio Francés?- protesté.
-Tu padre siempre ha sido un exagerado- dijo ella haciendo que la tetera nos sirviese dos tazas de té recién hecho -ese asunto ya está totalmente zanjado-
-Muchas gracias tía- dije con una sonrisa mientras le daba a Hedwig una galleta de jengibre.
-En tu habitación tienes todos los materiales para este año- dijo ella con una sonrisa -pero aún así no me gusta que te hayas escapado de esa forma-
-El abuelo también lo hizo- dije.
-Pero tú no vives en sus mismas condiciones señorita- dijo ella pellizcando mi nariz con suavidad -te pareces demasiado a él-
-¿Les dirás que estoy aquí?- dije con un suspiro
-Si- dijo ella -tienen que saber que estás bien-

Ambas disfrutamos del delicioso té y de una agradable conversación.

Me encantaba pasar ratos así con la tía Hermione aunque por su trabajo en el ministerio apenas tenía tiempo para la familia.
Ella me comprendía a la perfección, creo que incluso más que mi abuela, supongo que sería por qué ella también había "perdido a su madre y padre".

Cuando terminamos, tomé unas cuantas ranas de chocolate y me dispuse a irme a mi habitación.
-Cielo- dijo ella -mientras estés aquí sería mejor que no salieses ¿Vale?-
-Descuida tía- dije sonriendo.
-Tienes todas las cosas en tu dormitorio- dijo Hermione con una dulce sonrisa para besar mi mejilla -descansa princesita-
-Buenas noches tía- dije devolviéndole el beso para irme a mi cuarto.

Mi cuarto era pequeño con lo justo y necesario para pasar un par de días.

Sobre un baúl se encontraban mi maleta, la jaula de Hedwig, el uniforme de este año y los materiales que necesitaría este curso.
Como estábamos cansadas, no prestamos atención, me puse el pijama, Hedwig se metió en su jaula mientras yo me metía en la cama y ambas nos quedamos dormidas a los pocos minutos.

A la mañana siguiente un intenso temblor y el ruido del tren me despertaron.
Me estiré todo lo que pude, froté mis adormilados ojos y me quedé mirando a la nada un par de minutos con el pelo enredado.
Cuando por fin logré desperezarse un poco me destapé, me puse mis zapatillas y me metí en el lavabo para asearme.
Lo primero que hice fue lavarme la cara con un poco de agua fría, me peiné, me lavé los dientes para deshacerme del horrible sabor de boca y me vestí.

Salí al enorme pasillo cuando de pronto una rata bastante gorda corría huyendo de un gato atigrado en dirección al bar.
De pronto escuché unas voces a medida que bajaba las escaleras.
-Te lo advierto Mary- dijo John enfadado -como ese maldito gato haga algo a Olivia lo mato-
-Es un gato- dijo ella tranquila -es lo que suelen hacer-
-¿Un gato?- dije viendo como ambos sujetaba a sus animales -a mí me parece más un cochinillo con pelo-
-Chicos dejarlo ya- dijo Sherlock mientras leía el periódico.
-¡Ejem!- carraspeé con fuerza.
-¡(T/N)______!- dijeron los tres con una enorme sonrisa.
-¿Mascotas nuevas eh?- dije acariciando al precioso gato de Mary mientras Hedwig  descansaba en mi hombro.
-Está es la rata de mi hermana- dijo John -lleva en la familia 12 años ya pero como a ella le han regalado un sapo me la ha dado-
-Y este es Brownie- dijo ella -el peluche de la familia-
-¿Qué tal Egipto Sherlock?- dije sonriendo para sentarme a su lado con los demás.
-Muy interesante- sonrió.
-Pies adoraban los gatos- dijo Mary.
-Y a los escarabajos peloteros- dijo John haciéndonos reír a todos.

La magia de la deducción (Parte 3) (Sherlock Holmes y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora