¿Huir o no?

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Sin respiración, espero. Ella deja de hablar por un largo instante, sus ojos clavados en los míos. Solo tiene que decir una palabra y soy suya. Soy cobarde. Nunca sería capaz de asumirlo por mí misma. Necesito que ella me ayude. Que me ayude a verlo claro, que me ayude a comprender cómo ella y yo, nosotras hemos llegado hasta aquí...

Me acuerdo. Recuerdo Neverland. Muchas cosas se habían desencadenado. Mi mirada hacia ella cambiaba poco a poco. Porque ella nunca había desistido. Siempre determinada y conmovedora, yo había percibido una nueva faceta. La de una madre amorosa, la de una mujer derrotada. Yo ya sabía todo eso, pero en ese lugar, ese País Imaginario, toda emoción parecía acrecentarse. Y en mis dolores, encontré una aliada silenciosa. Sin decirlo, ella comprendía mis miedos, mis torturas. Ella era mi lado oscuro, ese que yo no me atrevía a desvelar. Me defendió un buen número de veces, siempre sutilmente, sin entregarse demasiado. Me enseñó magia, mostrándome que creía en mi poder. Por supuesto, nuestros conflictos aún estaban presentes, pero ya no tenían ese resabio a odio que tuvieron en el pasado. Nos comprendíamos sin hablar. Estábamos unidas en una misma pelea. Incluso a veces, lograba hacerme reír. Cuando mis padres parecían ventosas y ella los miraba con gesto de profundo asco, cuando manejaba la ironía con una afilada arma. Creo que me gustaba eso porque me sentía reflejada. Los buenos sentimientos nos sobrepasaban, a ella y a mí. Quizás sea la razón por la que hoy necesito tanto sus brazos...Cuando volvimos de Nverland, sanas y salvas, algo había cambiado. Sentimentalmente, era un desastre. Yo estaba balanceada entre Hook y Neal. Tenía que elegir a uno u a otro. Sin embargo, algo no encajaba. Yo no lograba sentir correctamente. El hecho de haber creído muerto a Neal había roto nuestro lazo, aunque nos negáramos a verlo. En cuanto a Hook, lo había encontrado sin duda encantador para un beso, pero después, no vino ninguna emoción. Había elegido a Neal, porque la nostalgia de nuestro primer amor perduraba y Henry quería ver a sus padres reunidos. Pero yo estaba perdida...Neverland me había trastocado. Lo peor de mí misma había salido a flote: los abandonos, los malos actos, el pasado doloroso. Me sentía vacía. No entendía nada. Una noche, cuando mis padres se habían puesto cursis y mi hijo se dedicaba a la espada con su padre, fui a casa de Regina. Porque me acordaba de que en la isla nos habíamos aproximado. Cuando me vio en el umbral, no dijo una palabra y me dejó entrar. Después de haber intercambiado cualquier banalidad y algunos vasos de alcohol, nos pusimos a hablar a corazón abierto, durante horas. Y en su casa me sentía como en mi casa. Incluso creo haber reído con ella. Estaba increíblemente bella. Eso me había conmocionado. Furiosamente. En mi bajo vientre, comenzaba a sentir un calor violento que ya no controlaba. Quizás ella también lo sintió...Sea lo que sea, cuando me pidió que me marchara, no pude. La besé. Y ella me respondió. Sin darme cuenta, mis manos se pusieron a desvestirla. Ella hizo lo mismo. Sin miramientos, la empujé al sofá y le hice el amor. Me acuerdo de sus gemidos, de su piel, de sus uñas clavadas en mi espalda, de sus labios en mi cuello. Yo la mordía, la besaba, la acariciaba. Ella me tocaba, me arañaba, pasaba su lengua por cada rincón de mi cuerpo. El orgasmo me dejó pasmada. Porque nunca antes había sido tan intenso. En ese momento, me dejé llevar. Pero ni ella ni yo somos de las de dulces carantoñas. Sin una palabra más, volví a mi apartamento. Y ella me había dejado ir sin una mirada. Esta situación dura desde hace varias semanas. Semanas alcanzando lo tórrido y lo glacial. Semanas mintiendo. Semanas sintiendo que este deseo irrefrenable se está transformando en un sentimiento que no puedo frenar.

Sus dedos continúan perdiéndose en mi cabellera. Parece que quiere desvelarse. Atisbo en sus ojos sentimientos contradictorios. Mi corazón late muy fuerte. El deseo de lanzarme en sus brazos se hace cada vez más poderoso. De repente, se detiene, gira su rostro y se suelta de mi agarre. Se levanta, me gira la espalda y se viste rápidamente. No me atrevo a agarrarla.

«Regina...»

Ella me ignora

«Vuelva a casa, Miss SWan, su encantador novio la espera»

Ni una palabra más...Siento mi corazón romperse en pedazos. Pero yo no dejo trasparentar nada. Recupero mis ropas, me las pongo rápidamente y me dispongo a salir de la habitación cuando ella me llama, dándome aún la espalda.

«Me gustaría que dejáramos esto que hacemos, Miss Swan. No lleva a nada. Creo que he satisfecho suficientemente sus fantasías reprimidas. Todo esto es bastante ridículo»

«Regina, no digas...»

«Salga, Miss Swan»

«Regina, por favor»

Finalmente se gira, mirándome de frente, una sombra de desafío y rabia en sus ojos.

«¿Qué Mis Swan?»

Yo abro la boca, pero nada sale de ella. La cobardía se me agarra a las tripas. Su cólera deja paso a un desprecio que me hiere.

«Usted no es nada más para mí que la madre biológica de mi hijo»

«¿De verdad? Entonces, ¿por qué?»

«¿Por qué, qué Miss Swan?»

Su desdén me destruye poco a poco. Siento mis lágrimas hacer su aparición. Debería decírselo. Debería confesarle la verdad. Pero, ¿qué verdad? ¿Esa que dice que ya no sé dónde me encuentro? No.

«¿Por qué todo esto?»

Señalo las sábanas embebidas por nuestros últimos retozos.

«Le hago la misma pregunta...»

Ella me tiende una trampa. A cada momento. Ya ella gima, grite, murmure, sonría, se enfade, yo siempre caigo en la trampa.

«No lo sé...Intento comprenderlo»

«Continúe intentándolo, Miss Swan. Reflexionar parece ser todavía un ejercicio peligroso para usted. Ahora, váyase»

«Regina...»

«¡Salga!»

Asombrada por su cólera, me voy. Las preguntas me asedian. Estoy completamente atónita. ¿Por qué rechazarme? ¿Por qué culparla? ¿Por qué culparme? ¿Por qué ella? ¿Qué hacer? Conmocionada por esa huida violenta, decido no volver a casa de inmediato. Camino por el puerto. Siento que debo hacer algo, pero ¿qué? En el frío y el silencio del paseo, me siento más sola que nunca. Regina. Su nombre resuena en mi cabeza como una cantinela apasionada. Me vuelvo loca. Ella iba a confesarme algo, estoy segura. Estoy temblando de arriba abajo. Pienso en sus labios, en su piel. Como una droga. Regina. Un nudo se forma en mi garganta. El calor de sus brazos, sus ardientes ojos negros , sus curvas perfectas. Yo me doy asco. Su cicatriz, su perfume, su carisma. Regina...

«Ámame...»


¿Hasta cuándo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora