Su sombra se proyectó en el suelo del callejón como una alfombra oscura custodiando su paso. Xavier Grimes venía del bar conocido como el Nextder, con el bajón típico cuando alguien bebe más de la cuenta. Decidió atajar por un callejón para llegar lo antes posible. La cabeza ya empezaba a darle vueltas, y empezó a tambalearse. El callejón era bastante largo, a un lado daba a un parque y a otro a una fila de edificios.
Los gatos callejeros y los demás animales de la noche urbana huían a su paso.
Era un hombre fornido con el pelo peinado a cepillo y que siempre calzaba un buen traje. Siendo el subdirector del Museo de Historia Natural de Boston no podía llevar unos vaqueros. Alguien de su altura valía más. Aunque a veces no le gustaba ser ese hombre trajeado que trabajaba tras un escritorio. Solía recordar sus primeros años en el museo buscando entre las colecciones la pieza que quería investigar. Ahora era de clase mayor, pero esos tiempos fueron entretenidos.
Ahora iba todas (o casi todas) las noches al Nextder, un lugar exclusivo para gente de su altura: políticos, empresarios y demás manipuladores. Hoy se había pasado con la ginebra cuando el propietario del bar, amigo de suyo, había invitado a otra ronda; esa ronda condujo a otra y está a otra.
Los gatos ya no maullaban en sus peleas y juegos de caza, solo se escuchaba el tambaleante paso de Xavier. La bombilla de farola que alumbraba el callejón explotó con un fogonazo. Tras la explosión, en el callejón reinó un silencio de ultratumba
Un eructo le devolvió el aroma del dulce licor a la laringe. Sonrió y se apoyó en un contenedor para recobrar el equilibrio. El contenedor apestaba a pescado en estado de descomposición.
Una mano le agarró del hombro con suavidad. Grimes se giró. No pudo apreciar los detalles de quien le llamaba. Si era un vagabundo saldría corriendo, si se lo permitían sus piernas. Si era un bromista, no tenía puta gracia.
—Me alegro verle, señor Swam —dijo una voz grave. No se le veía en la oscuridad, pero Grimes juraría que lo tenía a poca distancia—. Tenemos asuntos de los que encargarnos. Grimes reprodujo las palabras en su cabeza mientras lo miraba con una mueca de incomprensión. ¿Le había llamado Swam? Y la pregunta más importante: ¿quién era?
— ¿Señor Swam? —insistió el desconocido.
—No tengo tiempo —repuso, empezó a escabullirse. La luz del final del callejón le pareció mucho más lejana que antes.
Dio unos pasos más de manera torpe, pero el brazo le agarró con más fuerza.
—Le mandé cartas y usted aceptó.
La mente de Xavier le recordó la llegada de tres cartas la semana pasada. Le ofrecían venderle unas piezas de la ciudad misteriosa de Mohenjo—Daro (una ciudad de la Edad Antigua situada en una isla en un río Pakistaní que fue abandonada completamente por sus habitantes dejándola desierta hasta que la descubrieron un grupo de arqueólogos), uno de los misterios que más embriagaban de curiosidad a Grimes. Ninguna de las cartas llevaban remitente o dirección.
—No sé de que me habla.
Siguió andando con un ritmo mucho más rápido.
—Sí que lo sabe, y tenemos que hablar de ello.
Grimes empezó a correr lo más rápido que pudo. Las piernas le temblaban y su corazón latía desbocado. Saltó la basura tirada.
Un golpe lo tiró contra un puñado de bolsas de basura. Su agresor lo había tirado de un empujón. Grimes lanzó un puño al aire, pero su descoordinación era casi total. Fue inútil. Le cogió de los hombros y lo tiró hacia un lado, pero Grimes volvió a atacar, y esta vez acertó. Aprovechó para correr tropezando con todo. El final del callejón estaba tan cerca…
Un golpe fortuito le hizo caer en seco contra el suelo frío. No sintió nada. Todo se volvió oscuro durante unos instantes.
Le parecieron unos segundos de total paz. Todo oscuro y ninguna sensación de frío o calor. Hasta que sus ojos parecieron abrirse un poco. Cuando miró al frente, una luz púrpura le cegó un poco. Una figura borrosa se interpuso entre él y el haz de luz proporcionándole sombra. Una voz grave retumbó en su cabeza.
—Lo lamento, pero cada cual recoge lo que siembra.
Un dolor inmenso rasgó su pecho y su grito rasgó la noche.
ESTÁS LEYENDO
Té
Mystery / ThrillerPublicado en físico y Ebook con Editorial Seleer "El asesino no es consciente de lo que hace, por lo que cualquiera puede serlo sin apenas saberlo". El capitán McCarthy se hará cargo de un caso que trastornara su mundo. El cuerpo, con claras señ...