SIETE

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    Masen esperaba fuera de la sala de autopsias a recomendación del capitán McCarthy por su inexperiencia en un caso así. Pero lo cierto es que el capitán tampoco había visto nunca algo parecido. Miguel Vásquez se desprendía de los guantes con total delicadeza preparándose para dar un diagnóstico de la autopista. El cuerpo de Xavier Grimes estaba tumbado en la fría camilla de metal iluminado por tres focos perfectamente colocados por el forense. La fría sala estaba completamente limpia excepto por los restos de la autopsia, la manía por el orden del forense era palpable en el ambiente.    
    Después de limpiar y colocar perfectamente el instrumental se decidió por hablar.
    —Lo paso mal, está claro. Le arrancaron el bazo cuando aún estaba vivo y consciente. Esto nos lleva a lo que he encontrado en el lugar del bazo.
    — ¿Has encontrado algo?
    —Atentos.
    Encendió una pantalla encima de una mesa y puso el vídeo de la autopsia. Tras unos momentos de presentación en el video comenzó la operación. Había una herida medio abierta en el abdomen, sujetada tan solo por unos hilos, de un material que a Edmond le pareció lino, que estaban a punto de romperse. El forense apartó la chaqueta del traje que llevaba el cuerpo y abrió la camiseta gris con unas tijeras quirúrgicas. Cortó los pocos hilos con la tijera después de dejar un perfecto plano de la herida. Al cortar el primero pareció moverse por la presión desde dentro a fuera. Al cortar el tercero los demás cedieron y la herida quedó completamente abierta. De ella salieron entre la sangre unos objetos pequeños, en los que se podían ver tonos verdes entre la sangre de las entrañas de Xavier Grimes.
    —Sí —dijo el forense parando el video—, bolsitas de té. Se lo tuvieron que hacer cuando estaba atado de pies, manos y cuello.
    McCarthy y Edmond recibían la información pacientes, pero lo que más esperaban era por qué había encontrado bolsas de té en lugar del bazo.
    —Le tuvo que atar con unas herraduras de hierro. También he encontrado restos de una sustancia extraña que inhaló en los pulmones.
    — ¿No es ninguna droga?
    Preguntó McCarthy.
    —No, ya lo he comprobado todo. He encontrado absenta en el estómago pero supongo que será por una fiesta que haría, estos gringos ricos beben todas las noches.
   —Después —McCarthy señaló a Edmond—, tú y Dick vais a averiguar si iba a algún lugar en concreto —dijo dirigiéndose a Edmond.
    — ¿Dick es el chico de afuera?
    —Sí, me ha suplicado que le deje ayudarnos.
    — ¿Volvemos a lo del cadáver de aquí delante? —intervino Edmond.
    Miguel hizo un movimiento circular con las manos para recordar y prosiguió.
    —También tiene la tibia rota, parece que forcejeo con el asesino le dio un golpe con una barra de hierro o un bastón, creo     — ¿Crees?
    —Podría ser cualquier cosa parecida. Tiene un cardenal justo encima de la tibial superior. Lo curioso es que —movió un poco la pierna para que se viera la marca del golpe— parece que el objeto tenía un dibujo como el de un árbol. Es un cardenal, con la forma como plantas y eso. También hay un golpe en la cabeza. He mandado a que analicen el té, por si no es té. Pero no es no es ninguna droga, parece té de verdad pero no sabemos de qué clase es.
    —Bueno, es bastante más que otras veces. Ahora nos toca a nosotros trabajo de campo.     Tras la despedida salieron de la sala y le contaron a Masen toda la información y lo que tenían que hacer. Parecía ilusionado. Quedaron en ir a un bar que transitaba la víctima.    Cuando se dirigían hacia al Mustang de McCarthy sonó su teléfono, llamaba el comisario Tucker. Un hombre odioso al que McCarthy odiaba ver, pero era su jefe. Cogió el teléfono.
    —McCarthy estoy en tu despacho, ven, es urgente.
Colgó el teléfono sin responder y se dirigió hacia Masen y Edmond.     —Esperar aquí, vengo enseguida

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