Té

ONCE

  Christine esperaba mordisqueando un bolígrafo en la recepción a Lester Djokovic temiendo que pudiera tratarse de un despido. Miró en derredor: quizá el negocio entraba en bancarrota de manera definitiva. Intentó apartar ese pensamiento de su mente. Seguramente le pediría ayuda para colarse en algún sitio al que a ella no le haría gracia ir. No sé qué es peor, pensó.
    Se decepcionaba así misma por estar de secretaria teniendo la carrera de derecho. Si la echaba tendrá su parte buena, podría buscar un trabajo en algún bufete de abogados y no estar sentada en una habitación sentada sola. La puerta del despacho se abrió, y Lester interrumpió los pensamientos de Cristiane.    Lester fue directamente a apoyarse en la mesa.
    —A partir de mañana empezaremos una investigación muy importante. No haré ninguna cita ni nada esta semana, o hasta que terminemos.
    ¿“Terminemos”? Eso picó la curiosidad de Christine, que dejo de morder el bolígrafo y levantó la vista.
    — ¿Cuál es esa gran investigación?
    —Lo del muerto de ayer —encogió los hombros—. Bueno, el muerto, en general.
    —Pero está muerto ¿qué pintamos ahí?
    —Si averiguamos quién lo mató será una gran publicidad para el negocio —Se levantó de la mesa—. Si lo hacemos antes que la policía será…épico. Creo que esa es la palabra — movió la cabeza para volver al hilo de la conversación—. Mañana empezamos a investigar. No hay tiempo que perder.
    Christine suspiró al pensar la idea de estar haciendo la payasa con Lester, que se creía un gran investigador por haber leído montones de novelas policiacas y por tener una pequeña agencia de investigación privada.
    —Tú eres el que manda, supongo…
    —Te aseguro que te va gustar salir de este sitio. La emoción cuando se revela un misterio no se puede expresar.
    Lester si dirigió hacia la puerta.
    — ¿A dónde vas?
    —A comprarme una hamburguesa, no he desayunado.
    —Que intrépido —dijo con sarcasmo.
    Christine se recostó en el sillón mientras la puerta de la recepción se cerraba. Era una estupidez, pero la idea de salir de ese cubículo estéril empezó a gustarle cada vez más.