6: Anna

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  - ¿Estabas dormida? - Dijo Eliot asomando su cabeza por la puerta de mi habitación. Negué con la cabeza, limpiándome las lágrimas de los ojos. El entro a mi habitación y se sentó en una silla que estaba justo al lado de mi cama - ¿Estas bien?
-Sí, estoy bien - El levanto una ceja y me miro fijo a los ojos - ¿Qué haces aquí? Sabes que es peligroso - No me había fijado que Eliot traía consigo un pequeño bolso, metió la mano y saco un libro.
- Vine a traerte este libro. Has tenido un pésimo día hoy y pues, considero que no hay nada mejor que leer un libro cuando se tiene un mal día - Dijo Eliot con una sonrisa. Tome el libro y lo observe por unos segundos. La portada del libro era hermosa, tenía una chica con un vestido azul muy precioso - Es mi libro favorito, espero que lo leas.
- Claro que lo leeré, muchas gracias Eliot- Baje la mirada, solté una risita y pude sentir que mis mejillas se ponían rojas como un tomate.
- Me retiro, no puedo quedarme mucho tiempo aquí - Se levantó de la silla, se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla. Su cercanía hizo que mi corazón latiera a mil por horas. Se apartó de mí y me sonrió - No creo que deberías de llorar tanto, te aseguro que nunca te lo han dicho, pero eres una niña muy linda.
Se me escapo una carcajada, mi corazón seguía latiendo fuerte, no sé que estaba sintiendo en ese momento, pero me agradaba estar con Eliot en este momento. Él sonrió y se sonrojo, yo me encogí de hombros, por un segundo entro un silencio incomodo a la habitación. - Bueno, luego hablamos - Dijo Eliot finalmente. Me guiñó un ojo y salió de la habitación.
Ay por Dios, no puedo que me estén pasando estas cosas a mí. Mejor me calmo, primero lo acabo de conocer y segundo yo aún no tengo edad para tener este sentimiento tan fuerte por Eliot. Me mordí el labio solo pensar en ese beso que me dio en la mejilla, dejando marcado su perfume en ella. Tomé el libro y empecé a leerlo un rato. No había llegado al cuarto capitulo cuando me había quedado dormida.
***

- Señorita Anna, señorita Anna, despierte por favor - Abrí mis ojos, y junto a mí estaba Margaret, tenía una expresión de preocupación en su rostro, mire a mi alrededor y note que ya no estaba en mi habitación.
- ¿Dónde estoy? ¡Ay! - No sé por qué, pero de pronto sentí un fuerte dolor en la cabeza.
- Esta en la enfermería Anna. Tuviste un pequeño accidente. Cuando te fuimos a despertar esta mañana para asegurarnos de que estabas bien. Te encontramos tirada en el suelo de tu habitación. Tenías tus pijamas llenos de sangre, te revisamos y tenías una pequeña cicatriz en la cabeza. Deducimos que fue que te caíste de la cama mientras dormías. Pero descuida dulzura no es nada grave - Dijo Margaret sonriendo amablemente. Pase mi mano a un lado de mi cabeza y si, estaba en lo cierto. Tenía una venda que de seguro ocultaban unos puntos allí - Hoy te daremos el día libre, para que descanses y te relajes un poco - Continuo a decir Margaret. No sabía si gritar de la emoción en ese momento, primera vez en todos estos meses, estos malditos días en el instituto me pasaba algo bueno.
- Muchas gracias Margaret - Dije conteniendo las ganas de gritar - ¿Puedo utilizar el salón de arte por un rato?
- Si eso es lo que deseas hacer en tu día libre, por mí está bien. Ve y diviértete mi niña - Ella me sonrió tiernamente - Pero te recuerdo: tienes permitido ir a todos los lugares del instituto, menos al área de los chicos- Dijo en modo de advertencia. Es que ni loca vuelvo yo a cruzar ese sitio, prefiero sacarme las pestanas con una pinza a toparme con esos chicos raros, excluyendo a Eliot. Él era especial. De pronto sentí como mis mejillas se sonrojaban. ¡Ay! no por favor ¡no! delante de las monjas ¡noooo!.
- Yo creo que a alguien cupido la flecho - Dijo la madre prefecta en modo de broma.
- ¿Qué? no para nada - Vacile por un rato - Las princesas no tenemos tiempo para pensar en chicos o algo peor el amor - Dije usando un tono sofisticado, tratando de imitar la voz de mi madre cada vez que me regañaba por alguna tontería.Todas las monjas que estaban allí se rieron.
- Bueno, niña enamorada - Suspiro y me miro con ternura - Anda a disfrutar de tu día libre, te lo mereces.
- Muchas gracias Margaret - Le di un beso en la mejilla a cada una y salí disparada a mi habitación a cambiarme este horrible pijamas, que de paso, estaba manchado de sangre.
No podía aguantar la emoción que sentía en este preciso momento. Un día libre, sin maestros odiosos, sin clases de etiqueta de cómo ser una buena princesa, sin monjas que me estén vigilando todo el tiempo, sin labores tontas diarias. La ultima cosa que hice fue lavar mi propia ropa a mano, y ni hablar de lo reseca que me quedaron mis manos, no es por nada. Extraño tanto mi vida en el palacio, bueno ni tanto, porque tener una madre como la que me toco. Nada más pensarlo, prefiero podrirme en este internado que verle la cara a mi mama todos los días criticándome por no ser la hijita perfecta que siempre sonó. Por lo menos tiene a Rances, el si es digno de la corona y del reino.
Todos lo quieren, todos lo admiran. A mí casi nadie me presta atención, quizá es porque aún soy muy jovencita y nadie cree en mí como para ser su futura reina. Al menos le doy gracias a Dios que mis padres no son como esos que les eligen al futuro esposo a sus hijas.
Yo aún espero con ansias encontrar a mi verdadero amor, sentir eso que todos llaman mariposas en el estómago. Desvelarme la noche entera teniendo conversaciones largas por WhatsApp, y no solo eso, sino salir por ahí a pasear, y que llegue un momento en que los dos nos quedemos viendo fijo a los ojos y nos demos nuestro primer beso. Nada más pensarlo me hacía tanta ilusión.
Estoy tan concentrada en mis pensamientos, mientras voy caminando hacia mi habitación, que me topo con un chico. Él estaba parado de espaldas mirando al enorme cristo que está colgado en el techo de la sala principal, por la ropa que lleva puesta no es estudiante de este instituto, sin pensarlo me tropiezo con él.
- Haber idiota ¿Que no vez por dónde caminas?
- Oye lo siento, no era mi intención - Dijo este girándose hacia mí.
- ¿Tu? ¿Qué haces aquí? Se supone que debes estar pudriéndote en la cárcel - El chico se puso como un papel cuando me vio - Haber imbécil, ¿Qué haces aquí?
- Yo...
- ¿Qué mierda haces aquí?
- Yo...yo lo sient... - y justo cuando iba a terminar la palabra le di un bofetón tan grande que le quedo mi mano marcada en el cachete derecho. Él se puso la mano en la mejilla.
- Oye, entiendo que me merezco esto -Sus ojos se empezaron a cristalizar, pensé que iba a llorar pero se contuvo - Pero...ay algo que tengo que decirte Anna.
- Bueno sea lo que sea que me quieras decir será en otro momento ¿vale? ahorita ya se me quitaron las ganas de todo, y solo verte aquí parado frente a mí me dan muchas, pero muchas ganas de vomitar del asco que me das. ¿A caso tú y tu amiguito Jackie le han hecho esto a otras chicas? Si crees que vas a tener mi perdón estas equivocado y dale gracias a Dios que no estamos en mi país, porque si no mi propio padre ya te hubiera dado tu lección - El me tomo del brazo justo cuando me iba a dar la vuelta para seguir mi camino. Estaba tan enojada e indignada al mismo tiempo.
- Por favor, tienes que escucharme... - Dijo este con su voz quebradiza. Me zafe de su mano. Me aleje de el - Alex, ese es mi nombre -Grito. Yo me di vuelta y se saque el medo medio.

Ya estaba relajada. Había tomado un baño de cinco minutos.Me puse una camisa de mi hermano de cuando él era gordito. Me quedaba muy grande, pero era cómoda, y unos chores, no tan cortos para respetar la imagen del instituto.
Jamás había entrado a la sala de arte. Es un salón múltiple bastante interesante. Tenía su propia tarima de teatro, en la parte de atrás tenía una pequeña sala abierta llena de instrumentos musicales. Me fui paseando por cada uno de ellos, eran hermosos. En el ala derecha del salón estaban unos lienzos con sus respectivas pinturas y algunas obras que habían hecho otros estudiantes. En el ala izquierda estaba la puerta de entrada algunos cuadros de estilo gótico, y parte de ella eran de temática religiosa.
Eran bellísimas, en una pequeña parte del salón, había un enorme librero acompañado de otra pequeña sala abierta de lectura, cuando vuelva a mi casa le pediré a mi padre, quiero tener una parecida solo para mí.
Al fin y al cabo me decidí y tome una de las guitarras que estaban puestas por ahí. Tomé una silla, la puse en el centro de la pequeña tarima y me puse a practicar algunas de las escalas que había aprendido con Martha mi maestra de música, en palacio. Estaba inspirada, concentrada en cada nota que iba a tocando en la guitarra. No sé cuantas canciones toque en ese momento. Tenía los ojos cerrados. Es tan relajante tener un instrumento musical en las manos y justo cuando tienes algún problema. Tocas ese instrumento y es como si él hablara contigo, te dijera: "Oye todo saldrá bien solo aguanta un poco más" Mis lágrimas iban saliendo a medida que seguía tocando acordes. Era una conexión especial entre el instrumento y yo, estaba sola, así que podía hacer lo que quisiera en ese momento.
Mis dedos me empezaron a doler, pero no me importo en lo absoluto, mientras tenía los ojos cerrados, escuche que alguien estaba aplaudiéndome, al principio pensé que era mi imaginación, hasta que abrí los ojos y lo vi. Hay estaba Eliot frente el enorme piano de cola que estaba junto a los instrumentos de vientos. No me tome la molestia en saludarlo, solo seguí tocando acordes al aire, luego el también empezó a tocar el piano. No sé que canción estaba tocando el en ese momento, lo cierto, es que nuestros instrumentos se conectaron en todo ese rato. Habíamos hecho una hermosa melodía, llena de pasión y conexión entre los dos.
- ¡Woow! no sabía que tocaba tan bien la guitarra princesa -Dijo Eliot vacilando un poco mientras se acerba a mí. Le sonreí.
- Pues...he tomado clases.
- Si, ya lo noté. Tocas muy bien.
- Tu igual. Nunca había visto a alguien tocando el piano con tanta pación como lo haces tú - Me sonroje al decir eso. A el también le paso lo mismo, me extendió la mano.
- Ven te quiero mostrar algo.
- Oye, ¿Estás loco? si nos ven juntos nos podemos meter en problemas.
Tome su mano. Me dijo que cerrara mis ojos y solo me dejara guiar por el sonido de su voz, cosa que así hice. No sé cuantos minutos caminamos, lo cierto, es que, de pronto me empezó a dar frio. Eliot se acercó a mí y en solo un susurro me dijo que abriera los ojos. Cuando los abrí no pude creer lo que estaba ante mí. Londres, era invierno, y todo se vecina tan hermoso cubierto de nieve.
- Oh Eliot esto es hermoso.
- Si miras para abajo te darás cuenta que estamos en la azotea del instituto - Y como siempre yo de curiosa, eche un vistazo y si efectivamente, estábamos sobre el techo de esta infernal escuela. El paisaje estaba bellísimo, a lo lejos se podía ver las luces del puente de Londres. Las calles estaban llenas de personas que caminaba de un lado a otro. Había niños jugando con nieve. Era tan precioso lo que estaba ante mis ojos que no podía creérmelo.
No nos quedamos mucho tiempo en la azotea porque nos empezó a dar frio. Entramos por una pequeña puerta que para mi sorpresa estaba justo en sima del salón de artes. Uno no se da cuenta de que esta nevando a fuera porque las madres superiores no nos dejan salir, y como adentro siempre esta cálido no nos damos cuenta de eso.
- ¿Te gusto?
- Quede fascinada... Muchas gracias Eliot.
- De nada princesa.
- Oye...no sé si te lo había dicho, pero no me gusta que me digan así - Él puso los ojos como platos, podía sentir lo incomodo que se puso en aquel momento - Pero descuida, me puedes decir hasta Elizabeth si quieres - Él se rio, hubo un silencio entre los dos, solo estábamos ahí parados viéndonos fijo a los ojos. Él se acercó a mi y me abrazo, yo no sabía si hacer lo mismo. Lo cierto es que cuando sintió que estaba incomoda él se apartó.
- Lo siento - Dijo sonriendo amablemente.
-Descuida...oye ¿No habrá chocolate caliente en la cocina? muero por una taza
-Ah claro, doblando el pasillo a la derecha está la cocina ¿Vamos? -
-Está bien, vamos-Tome su mano nuevamente y caminamos hasta la cocina, cuando llegamos estaba la madre Margaret allí.
-Jovencitos ¿Que se supone que hacen ustedes dos juntos? saben que está prohibido.
-Pues, vera Margaret. Estaba camino hacia mi clase de biología, y escuche que alguien estaba tocando demasiado bien la guitarra. Me acerqué a ver quién hacia tan agradable sonido y pues entre y vi a Anna allí- Margaret nos examinó. No nos pusimos nerviosos ya que no estábamos haciendo nada malo, pero luego sonrió.
- ¿Quieren una taza de chocolate caliente? Yo invito – Dijo Margaret finalmente. ¿Había leído mi mente o qué? En la cocina había una pequeña isla con un mesón de mármol muy bonito. Había algunos taburetes y Eliot y yo nos sentamos. Margaret nos sirvió las tazas de chocolate y se sentó en un taburete frente a nosotros. Hablamos de temas muy divertidos, jamás pensé que la madre Margaret iba a ser tan buena. Nos conto como fue que llego al convento y de cómo le encantaba recibir niños como nosotros a diario en el instituto. Nos conto que una vez se enamoró de un chico, pero por su profesión y compromiso con Dios, se fue poco a poco olvidando de el. Luego nos dio unos cuantos consejos de amor y todo aquello.
-Hahaha, mi hermano Rances una vez me conto que se había enamorado de un princesa llamada Sarah. Ella era hermosa, misteriosa y muy bien educada. Lo cierto es que ella su padre no le permitía tener novio. Dos años después a ella la obligaron a casarse con un hombre mucho mayor que ella. Rances dice que el amor es una simple magia que se siente por un rato, pero luego se desvanece poco a poco- Suspire, nada más en pensar en mi hermano me hace que lo eche de menos.
-¿Y usted ha pensado en enamorarse Anna?-Dijo Margaret con un tono de voz muy dulce.
-Pues, la verdad, con tanta cosas que tengo que hacer diario en el castillo, más tener que lidiar con mi insufrible madre, no me ha dado tiempo para conocer chicos-Ella solo me sonrió nos miró a mí y a Eliot.
-Toda relación amorosa, empieza por la amistad, no se apresuren chicos- Eliot y yo nos miramos y luego soltamos una carcajada Margaret también se rio.
- Nosotros no somos... Novios - Dije en voz baja, apena.
- ¡Ay Dios estos amores juveniles de ahora! ¿Y usted caballero alguna vez se enamoró? - Dijo Margaret con un movimiento muy chistoso en los hombros, Eliot no dijo nada solo se sonrojo.
-No, no eh tenido la oportunidad. Desde que mis padres murieron en ese accidente de tránsito, no eh tenido el valor de mirar a alguien a los ojos y sentir esa química-Se me hizo un hueco en el estómago con eso que dijo Eliot, Margaret tomo su mano.
-Aun eres joven querido, ya te llegara algún día-Sonrió-Bueno mis queridos me tengo que retirar, esta vieja anciana tiene que ordenar unos cuantos papeleos para luego irse a la cama, no me vallan a volver un desastre la cocina por favor, y se me van a dormir temprano.-Eliot se puso de pie.
-Pues yo también me retiro, el chocolate caliente por lo general me lo daba mi madre justo cuando me iba a dormir-Yo aún quería seguir conversando con la madre Margaret y el, pero no tenia elección. Nos despedimos de Margaret. Eliot me acompaño por segunda vez a mi habitación.
-Me ha gustado mucho todo estar contigo Anna
- A mí también me gusto pasar la tarde contigo Eliot. Oye, no quiero ser imprudente, pero ¿Que le paso a tus padres? - Él se encogió de hombros, suspiro profundo, era como si mi pregunta le hubiera clavado en el corazón con una espada de doble filo. Sus ojos se cristalizaron.
-Pues quizá te lo cuente luego ¿vale? -Su voz se quebró, tenía ganas de llorar, pero sé que no lo iba a hacer. No sé que tienen los hombres que les gusta reprimir sus sentimientos. Solo asentí. Él se acercó, me dio otro tierno abrazo y beso mi mejilla.
-Nos vemos luego...princesa- Se alejó, poco a poco, yo solo me quede allí parada viéndolo, otra vez ese sentimiento volvió a mí. Eliot es lindo, tierno, pero Anna no te enamores de el tan pronto apenas lo estas conociendo-Me dije a mí misma-Entre a mi habitación, me acosté en mi cama, me puse mis audífonos y empecé a escuchar música. No podía dejar de pensar en Eliot y en lo amable que había sido conmigo el día de hoy. Fue hermoso. Estaba escuchando a Avril Lavigne cuando sin darme cuenta me quede dormida.  

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