Final

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Penélope despierta cada mañana, no antes de las siete ni después de las ocho. Se queda ahí, acostada, mirando el techo y cuestionándose acerca de por qué sus labios se resecan con el frio o por qué a su esposo le gusta llevarle una taza de té caliente cada mañana.

Se dirige al baño y abre la llave de agua caliente. Después la cierra y se queda de pie, sintiendo el vapor, cuando los vidrios están empañados y no puede ver su reflejo. Después entra a la tina y se sumerge, cierra los ojos y sonríe.

Cuando esta lista, con su ropa recién planchada y su cabello suelto hasta su hombro, ata la corbata de su esposo. Y lo besa, una y otra vez, para sentirlo cerca, para sentirlo real.

Y su esposo la ama sin reproche.

La ama de una manera sublime.

Vorágine.

Ya no da miedo.

Y se siente bien.

A Penélope le gustan las películas de Tim Burton. Porque representan al mundo al revés y contienen personajes enigmáticos.

Como ella.

Le gustan los gatos porque le recuerdan a mí.

Curiosos y confiados.

Le gusta mirar el cielo y sentir que pertenece a él.

Le gusta recoger cosas brillantes del suelo y morderse las uñas.

Los helados y cepillar sus dientes.

Las mañanas y dormir sujetando mi mano.

Colgarse en mi espalda y suplicar por golosinas.

Escuchar a Henson y Nirvana.

Queen y Coldplay.

Sin embargo, todo esto ya no pertenece a mis descabelladas teorías.

Es la realidad.

Es Penny.

Y tal vez nunca necesitemos armar teorías.

Solo necesitamos paciencia.

Como aquella canción de Guns N' Roses.

Y es cierto, a mí ni siquiera me gustaba Guns N' Roses.




Fin.

La teoría de PennyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora