Los ángeles caídos vuelven a Athlum.

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   El diplomático llegó a Atlhum. Llego en un barco elegante, junto con enormes cajas de libros y semillas mandadas por el gobierno. El diplomático caminaba con la punta de los pies, casi sin tocar el piso. En una mano traía la caja de un violín y, en la otra, una pequeña maleta donde traía su ropa. Él y unos ayudantes subieron la pendiente hasta llegar al pueblo al otro extremo de la isla. Este al llegar admiro el pueblo, era muy pequeño, con casas de ladrillo que, aunque eran chicas, eran muy acogedoras.
— Me imagino que usted es el diplomático—dijo Andreser H. Skyfler cuando llego hasta el.
— ¿Qué si lo soy? Claro que lo soy— Su voz femenina hizo que al presidente se le levantara la ceja de la extrañeza que le causaba—Mi nombre es Adelbert Cherryfrand y soy de Nagapur— cuando terminó, levanto su mano para que el presidente le besara la mano. El presidente tomo su mano y la enderezo para saludarlo con un apretón de manos.
— Mi nombre es Andreser H. Skyfler y ella es mi esposa Aurora Skyfler.
— ¡Por Dios Santo! Que hermosa mujer y mira ese vestido tan hemoso...
— Ella es sordomuda, así que hay que escribir en un papiro para que ella pueda ver lo que quieres decir.
— ¡Oh! Pardonne mon cherie.
— Disculpe...
— Olvídalo. ¿Dime donde voy a instalarme?
   El trabajo del diplomático era quedarse en la isla y preparar la llegada de la familia real que aunque sonaba fácil, era difícil, ya que tenía que preparar también a los isleños. Lo cual hizo. Habló con todos, y les dijo que cuando llegara la carta de la llegada de la familia real, ellos tenían que estar presentes. La textilería tenía que fabricar una alfombrilla para guiar a los ángeles caídos entre la isla.
— Así que harán un cadáver de plástico...—Replicó Adelbert.
— Si te piensas que matare a uno de los míos, estas en la isla equivocada—al Nagapurense no le quedo más que aceptar.
   Cuando la carta llegó, entre las cajas de libros y comida, el pueblo entero se reunió y el Nagapurense dio indicaciones.
—No se inclinaran ante ellos, ya que ese fue uno de los acuerdos, sin embargo no los vean a los yeux. No los desafíen. No hagan movimientos en falso. A ellos simplemente les gustaría ver a todos alrededor de ellos. Los de la textileria, solo respondan si ellos les preguntan. Yo también me dedico al diseño de trajes, así que yo tomare medidas y cualquier cosa que haga contacto físico con ellos. Si pueden preparar comida está perfecto, si no, también. Solo sería algo que nazca de su pequeño y bonito cœur. Y eso sería todo, la familia real llega en una semana.

   El Nagapurense Adelbert Cherryfrand adorno las casas, pidió ayuda para cortar los árboles que estorbaban en el camino hasta que todo quedo como lo había planeado. Una noche antes de la llegada de los ángeles caídos Adelbert y Deya-Ni se encontraban en el restaurant:
— ¡Querida! Yo no diré nada, tenlo por seguro— Dijo Adelbert mientras tomaba su copa de vino.
— Más te vale. Tú y yo nos acabamos de conocer. Ni que soy hija de un duque, ni nada—Deya-Ni Raghmund sacó un cuchillo del obi de su kimono—No me gustaría tener que llegar a algo extremo—su cuchillo paso por la cara de Adelbert mientras el rostro de Deya-Ni Raghmund parecía fúnebre y taciturno.
— Eres toda una tigresa, ma belle—las dos se rieron a carcajadas.
Adelbert tomo de su vino, y prosiguió:
— El mundo nunca supo de ti, ni del conflicto con tu mari, tú sabes, el gobierno de las naciones fundidas siempre haciendo de las suyas.
— Lo sé. Pero en esta isla me siento segura. Es un pueblo, aunque chico, con mucho coraje; mismo con el que me defienden día con día. Es por eso que te pido que no digas nada, yo quiero protegerlos. Y si el gobierno no ha dicho nada, mucho mejor. 

   La familia Real de los ángeles caídos llegó. Eran dos barcos que tocaron tierra casi al anochecer. Para ello Adelbert había puesto velas alrededor de la alfombra para que estos no se perdieran sin olvidar el cadáver de plástico en la entrada. Andreser H. Skyfler y Dante Bencumpert esperaban al final de esa alfombra.
Cuando al fin subieron la pendiente, se mostraron a todo el pueblo. Estos venían sentados en tronos de esclavos tenían que cargar. Cuando Dante vio los 7 tronos no pudo evitar hacer muecas. También venían escoltados, como siempre suelen hacerlo pero ahora sin el alférez, ya que su ausencia fue uno de los tratos.
—vPor aquí, por favor—Dijo el presidente Andreser H. Skyfler.
— ¡Ya no puedo, necesito comida! — Uno de los esclavos que cargaban uno de los tronos, se cayó, sus pies estaban putrefactos y sangraban, y cuando empezó a convulsionarse, siguió gritando:
— ¡Ya no puedo más!
—No hagas nada—Susurro Adelbert al presidente — Más ayuda el que no se mete en lo que no le importa.
   Al instante Samael, uno de la familia real, sacó su arma con toda la intencion de disparar,pero  Andreser H. Skyfler lo detuvo:
—Si lo matas, olvídate de tu maldito traje.
— ¡Monsieur! — Dijo Adelbert mientras le temblaban las piernas.
—Lo hable con tus malditos lamehuevos. Haría tus trajes, haría este estúpido recibimiento y aguantar los insultos de tu familia para que nos dejaran en paz y que mi pueblo no volviera a ver un asesinato. Dime de una puta vez si no lo cumplirás para que se vayan despidiendo de estas tierras.
   Dante Bencupert entresaco la espada de su paraguas.
   Samael volteo a verlo con rabia y desenfreno. Dejo entre ver que al que queria matar no era al esclavo si no al mismo presidente de Athlum. Camino hacia el presidente aun con el arma desenfundada. Se detuvo exactamente en frente del presidente y cargo el arma con los dientes.
— Entonces quédate con ese animal, no lo necesito. Que sea tu conciencia que sufra al verlo morir poco a poco.

   Andreser solo mantuvo el puño cerrado. El tambien dejo entre ver sus ganas de matar hasta que Adelbert interrumpio:
  —  La textileria esta por aca, mi angel caido. Se que en el fondo muere por ver su costume.

   Adelbert guio a los visitantes a la textileria donde se midieron sus ropas. Andreser llevo al esclavo al restaurante de Deya-Ni Raghmund, que se encontraba escondida para que la familia de los ángeles caídos no la vieran, junto a los únicos dos galenos de la isla.
— Deya-Ni, si acepte esto, fue porque me adelante a su movimiento. Si no ofrecía la textileria, ellos volverían a atacar esta isla, y no con 50 soldados, si no con más gente, yo solo quería prote...

— No me vengas a llorar. Tu pueblo necesita explicaciones, yo no. 

   Los ángeles caídos salieron de la textileria casi 6 horas después, y zarparon en la madrugada encantados con sus trajes con colores rojizos y amarillentos. Caminaron por todo el pueblo sin hacer caso al pueblo entero, solo hablaban de sus trajes, y de con que lo combinarían, mientras golpeaban a sus esclavos una y otra vez.
   Antes de salir del pueblo, Samael vio que cerca de la casa del presidente hacian un hoy junto a dos criptas:
   — ¿Asi que aqui es su cementerio? Hacer un cementerio cerca de la casa del presidente—Samael no dejaba de sonreir ante la proeza que estaba presenciando— el presidente no quiere olvidar sus errores, quiere que esos se claven en cada parte de su cuerpo, porque esa es la responsabilidad del encargado de esta isla. Mas que la posicion geografica, es la gente que habita esta isla.

   Samael se sintio excitado:

   — Algun dia beberé la sangre de estas ratas.

La ciudad que nunca cayó. #FDA17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora