Día D: Athlum vs Ángeles Caídos.

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       La familia de los ángeles caídos vió cómo caía de escalón en escalón la cabeza del alférez hasta llegar a sus pies. 
     En la cima de las escaleras se encontraba Dante, medio muerto.
     Raghmund se encontraba a varios metros por detras de Bencupert esperando. Ella necesitaba seguir al pie de la letra las indicaciones que le dieron y esto implicaba no atacar hasta recibir la señal. Hasta ahora todo iba bien, sólo habia que esperar que Dante retrocediera y seguir con la guerra en cuanto los ángeles subieran la pendiente. Raghmund no sabia si eran los nervios o realmente sentía que Dante estaba tardando para volver a su lugar de pelea. 
   —Dante...— La voz femenina de Deya resonó en toda la isla.

   —Déjalo Deya-Ni— la voz tranquila y decidida interrumpió ese grito inesperado de la chica con katana.— Ahora más que nunca, quiero estar con Victoria o mas bien...Diana.
   Las manos de Raghmund fueron al instante a la boca. Temblorosa y con miedo, no sabia si lo que estaba viendo era realidad o un onirismo producido por la desesperación. 
   Dante Bencupert habia volteado a ver a todo el pueblo sonriendoles.
   Paso a paso bajo las escaleras, mismas donde rodó la cabeza del alférez. Con una sonrisa en la boca, Dante sintió los disparos en todo el cuerpo. Primero unos cuantos en el pecho, despues en el abdomen, piernas y cara hasta que se desvaneció en medio de las escaleras.
   Mirando al cielo, el último pensamiento de Bencupert fue:

   —Quizas mi sueño era casarme contigo, Diana.
  Raghmund corrió hacia la escalera para ver el cadaver del secretario de defensa.

   —Maldición Dante, eso no era parte del plan—varias lágrimas empezaron a caer por su mentón.
    —¡Athlumitas!— Deya-Ni Raghmund sacó su katana apuntando al cielo —  en cuanto vean la señal, correran a matar a esos hijos de puta. No quiero ver a ninguno vivo. ¿Me escuchan?
   Las lágrimas no dejaban de salir. Por mas que luchaba, su voluntad se habia corrompido al ver el montón de soldados que subían por la pendiente pisoteando el cadaver de su amigo. Lo único que en ese momento la mantenía en pie, fue ver la sonrisa de aquel hombre aceptando su destino.


  — En serio son tan idiotas— Andreser H. Skyfler miraba los barcos que habían desembarcado en la costa de la isla, detrás de unos arbustos.
  — Soy el presidente, ni debería estar aquí.
   No era dificil deducir que habian dos soldados por cada barco. Quizas sólo eran navegadores pero el presidente no podía confiarse, conquistar esos barcos era su único objetivo.

   Adentrarse a los barcos, que no eran necesariamente grandes, no era problema. Andreser, lejos de donde estaban los barcos, se sumergió en el mar hasta llegar a la orilla de alguno de los barcos. Al llegar, subió por las cuerdas que colgaban.

   Dante corrió en cuclillas hasta la caseta de navegación y ahí se dio cuenta de un error: Dante no observó donde se encontraban los soldados en ese momento. 
   Fuese cual fuese la situación era importante saber donde estaban, para trazar un recorrido y aniquilarlos a los 4. Mientras Dante pensaba en esto, miró por el ventanal que los dos soldados de ese barco se encontraban dentro de la caseta, platicando de quien sabe que cosa.

   Andreser fue lentamente hacia la puerta que daba hacia dentro del recinto. Su corazón latía muy rápido. No se encontraba en la posicion de desperdiciar tiempo ni balas. Cualquier bala o cualquier ruido fuera de lo normal podría alertar a los ángeles caídos. Así que había que matar a los dos soldados que estaban dentro. 
   En cuanto entró le quedaba un soldado de espaldas, sentado en una sillita, mismo que le volteó la cabeza dejandolo sin tiempo de responder y el otro que quedaba en frente, asustado, saltó de la silla y en cuanto iba a gritar Skyfler lo detuvo:
   — Si no dices nada, te dejaré vivir.
   Skyfler agradeció que no estuvieran armados, ya que el tiempo que necesitó para matar al primero habria bastado para darle un tiro. En cuanto Dante se acercó, vió algo que le hizo cambiar todo el panorama. El tipo que estaba tirado tenía uniforme de soldado y en cuanto volteo a ver al cadaver de su compañero, este tenia una pistola en la parte trasera de su cinturón. La explicación era sencilla: el chico no disparó por ser novato, pero pronto lo haría.
   En cuanto el chico quiso disparar Andreser saltó insertandole una patada en la cara contra la pared, misma fuerza que hizo soltar el arma del muchacho.

   Al quitar el pie, lo primero que vió fue un niño llorando, temblando de miedo. Andreser no podría matar al niño:

   —¡Maldita sea! No te mataré, pero prometeme que te iras a esconder por ahí. No iras a decirle a los ángeles que estoy aquí. ¿Estamos?

   El niño al instante corrió hacia la cubierta y saltó al mar.
   —¿Que carajos?— Skyfler salió de la caseta y mientras veía como saltaba el chico, a lo lejos observó una luz, exactamente donde estaba la meseta
   — ¡La espada de Dante!—Sonrió—así que ganaste. Aquí te espero para disfrutar nuestra victoria. Ahora sigue mi señal.
    De reojo observó el barco que estaba a su izquierda, al que no habia subido.
    — Sería buena idea incendiar ese barco.



   Adentrados en el bosque, un grupo de Athlumitas tambien esperaraban la señal. Durante el tiempo transcurrido habian estado taciturnos. Incluso habian mandado a un informante que, se acercara un poco al camino que deberían de recorrer los ángeles caídos hasta la pendiente escalonada. Seguían sin hablar hasta que el informante llegó agitado:

   — ¡Señor! Dante Bencupert cayó. Dejó caer la cabeza del alférez y despues caminó hacia los ángeles caídos. Ahora que vamos... 
   Uno de los hombres que estaba sentado, puso una boquilla con un cigarro y lo encendió.
    — Calme, créature —dejó salir una bocanada— lo que pase allá arriba no nos corresponde.
   — ¿Entonces?
   — ¡Oh! ¡Mignon!— Dejó caer sus codos en sus rodillas. Dejo entrever una mirada penetrante y dijo: — ahora nos toca hacer mierda esa escalera.
 

   

   

La ciudad que nunca cayó. #FDA17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora