De vuelta a Athlum.

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Los dos athlumitas partieron hacia la costa para tomar el barco que los devolveria a su isla. Pensaron que seria buena idea ir caminando. 

  — Odio los barcos— dijo Dante mientras se acomodaba el paraguas en el hombro donde usualmente lo tenia— me hacen sentir nauseas.

— Ojala y no tengamos que volver. A mi tampoco me agrada del todo— contesto Andreser ante la queja de Dante.

   Al llegar a la costa un grupo de soldados los recibieron y los ubicaron en el barco. Dante penso que seria buena idea quedarse en la cubierta principal mientras Andreser informaba al general en popa del barco sobre como volver a la isla.

— Tenemos que hacer varias vueltas, basicamente llegaremos en espiral a la isla.

   El general se quedó estupefacto. Mientras seguia escuchando al presidente de Athlum, pensaba que algo escondia y que eso de dar tantas vueltas era solo para confundirlo.

—¿Puedo preguntar porque tenemos que ir en espirales?—El general dio un paso hacia atras al ver que el presidente reviro con brusquedad.

  — Remolinos, general. Mi gente y yo hemos investigado los mares que rodean la isla y hemos concluido que entre el mar que se encuentra entre mi isla y el Gran Continente, se unen dos mares. ¿Me explico?

  — ¿Dos mares? No tiene sentido.

  — Tiene mucho sentido, general. Estos al chocar forman remolinos, algo asi como cuando chocan dos vientos con diferente temperatura y forman tornados.

  —Ustedes son una isla marginada, ¿Como es que podrian saber...?
  — El conocimiento esta en todos lados. Y se toma observando.

   El general preparo todo para partir hacia la isla e hizo todas las indicaciones del presidente. Durante el viaje, miro algunos remolinos a lo lejos, si tan solo hubiese pasado mas cerca de ellos, su barco estaria en el fondo del mar.
En cuanto el presidente piso tierra junto con el secretario de guerra. 
  — Que tenga buen dia, presidente.
  — ¿No olvida como volver?

  — No presidente. He hecho un mapa para entregarlo a los angeles caidos y que puedan venir.

   El presidente recordo algo importante, los angeles caidos tenian que venir para hacer sus vestimentas, y lo peor de todo: tendria que explicar lo que ha sucedido a su gente.
  — Que la diosa del mar lo acompañe, general.

Atravesaron la selva por una pendiente hasta llegar a una meseta, donde se encontraba el pueblo.

Al llegar, se convocó a una reunión de todas las personas de la isla, para que el presidente diera las noticias:
— ¿Impuestos? No tengo porque darle dinero nada más porque sí.
—Lo impuestos son parte de las reglas del mundo. No pude decir que no. Pero los únicos que pagaran son los que trabajen en la fábrica de textilería, y por mi cuenta corre que les subiré el sueldo para que no tengan perdidas económicas.

Se hablaron unas cuantas horas más y cada quien fue a su faena. Lo único a lo que proseguía era esperar al encargado en preparar la bienvenida de la Familia Real, lo cual parecía bien con un único defecto: en la entrada de la isla había que poner un cadáver para honra de los visitantes. Al presidente no le gusto la idea cuando la escucho, pero finalmente accedio cuando se le ocurrio la gran idea de hacer un esqueleto sintetico. Supuso que en la fabrica podria contruir uno de plastico.

—No crees que sea hora de agregar a Deya en nuestras reuniones?—dijo Dante mientras se dirigían a comer—ella ya tiene tiempo aquí.
—Es una regla, no podemos romperlas. Además, ella es feliz así, atendiendo el restaurant local sin comprometerse en asuntos políticos de la isla.
Al llegar al restaurante, el único que había en la isla, Deya-Ni Raghmund sorprendió a los recién llegados con su kimono morado y una sonrisa que resplandecía en todo el lugar:
—Siéntense por favor. Moros con cristianos para los dos, ¿Verdad?— Dijo Deya mientras se acomodaba los palillos del pelo que ajustaban muy bien la cebolla de su pelo—Créanme que con ese platillo repondrán fuerzas del viaje.
—Gracias Sra. Raghmund—Respondió el presidente.
—Presidente ¿Puedo decirle algo? — La cara de Deya se tornó algo tenebrosa.
—Con confianza.
—-Está bien perdonar. Pero nunca olvide que perro que muerde una vez, tenga por seguro que lo volverá a hacer. En mi pueblo le llaman naturaleza. La humanidad se perdio hace mucho con la politica y los prejuicios. Mas que naturaleza humana, yo preferiria llamarle naturaleza animal, esa que nunca hemos perdido.

   El presidente y el secretario de defensa se quedaron boquiabiertos. Sabian a lo que se referia con esa seriedad y esa voz llena de seguridad y de rabia.Todo el pueblo sabia que a Deya-Ni no le gustaba el hecho de recibir a las personas que mataron a su esposo. Deya-Ni Raghmund se dio la vuelta y fue hacia la cocina, para preparar la comida.

La ciudad que nunca cayó. #FDA17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora