I : Nada será igual

383 42 21
                                    


Después de haberme traído mi madre al colegio ví a "Musculos", llamado Bryan. El chico malo que siempre nos hacía quedar como estúpidos a todos, con sus amiguitos Patrick y Maxy.

—Hey Angus ¿todo bien?—se acercaba mientras sacaba algo de su mochila.

—Bryan realmente no quiero nada de peleas, y menos a esta hora. Es muy temprano—le dije mientras agarraba fuertemente mi mochila.

—¿Ya comienzas a llorar? si eres así a esta edad ni me quiero imaginar cuando seas mayor—con una sonrisa provocadora.

Claramente me trataba de un ser inferior por la diferencia de edad. Él tenía unos jodidos quince años, es decir que estaba bastante grande para venir al año que cursaba. Pero era un caso perdido, tenías que cerrar los ojos y respirar profundo, para luego darle algo de tu dinero.
Al concluir esa escena horrible llegué al salón y estuve con mis amigos. Desde el jardín mi grupo de amigos eran Max, José y Robert, siempre fueron los que más me apoyaron en todo. Lo que más se disfrutaba eran los recreos, o las veces que uno de nosotros iba a la casa del otro, era lo mejor.

—Angus ¿listo para perder?—decía Robert mientras sacaba una espada de juguete en el aula.

—Robert ¿cuantas veces te dije que quedas como idiota así?—le comento Max mientras acomodaba su pelo.

—Déjalo, mientras que él sea feliz todo está bien, supongo—decía José.

Sonreí y alzando la voz agregue—Basta chicos, no hay nada mejor que peleas de... ¡espadas!—mientras sacaba mi espada de juguete. Y así, de esa manera, comenzó una guerra épica, o así se veía en mi cabeza.

—¡Por menos pruebas!—dijo max mientras aplaudía.

—¡Por menos músculos!—José riendo.

Pero todo finalizó nuevamente al escucharse: "¿Por menos musculoso?" proveniente de Bryan.

—Estábamos bromeando—con tono asustado Robert.

—Claro, bromeando—se le acerca y le quita la espada.

—¡Hey! déjalo tranquilo—dijo Max enojado y nervioso.

Sinceramente esto me tenía cansado, siempre insultaba, molestaba, y algunas veces nos golpeaba. Nunca se los quisimos decir a nuestros padres por miedo. Aunque era hora de que alguien tenga que dar el primer paso, y si nadie lo haría, sería yo.

—Hey Bryan—apenas giró la cabeza para verme lo golpeé en la cara con la espada, seguido de un empujón que al instante lo haría caer encima de Patrick.

—¿Qué haces idiota?—enfadado mientras se levantaba del suelo.

—Ahora sí que te ganaste una buena paliza inútil—agregan sus amigos.

En ese instante comencé a correr por el pasillo menos angosto, alternativamente era perseguido por los tres brabucones. El fondo del corredor llevaba a una reja que normalmente estaba cerrada, pero tuve la suerte de que no fue así. Al ingresar busque un aula para poder esconderme, sin dudarlo bloquee la puerta con los bancos que estaban presente en el lugar. Luego de unos minutos de silencio supuse que ya se habían largado, y cuando me estaba calmando oí un gruñido estremecedor detrás de mí, grité con toda mi fuerza. Al darme vuelta, pude observar con atención un sujeto alto, con cuatro brazos y una cabeza que parecía cubierta de tela con la boca a media cocer. Realmente tenebroso. Todo se ponía de un tono oscuro y sangriento. 

—Tú eres el supuesto Crantz, vergüenza das. Tal título en un simple niño mortal. Al destruirte mi rey me amara—

—¡¿Quién es Crantz?! ¡¿quién eres tú?!—apoyado contra la pared mientras miraba fijamente sus ojos temibles.

El heredero oscuro || La gema sagradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora