VI : El bosque salvaje

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En la Tierra eran aproximadamente las doce de la noche. En el Inframundo comenzaba a amanecer. Con la luz naciente decidimos empezar nuestro camino hacía la cueva Jaift. El objetivo era encontrar las piedras adoradas por la raza Susuks. Nuestro maestro invoco dos caballos elementales del fuego. Uno que cabalgaría yo, y otro Mitty. Kira, la bestia de Utrox tomaba la delantera con una facilidad increíble. Para llegar a destino deberíamos pasar primeramente por el bosque maldito del oeste. Habíamos tomado un camino de rocas, y en el transcurso nos topábamos con demonios que parecían tener mi edad o más chicos. Me sorprendía el hecho de verlos solos, abandonados, acostados en el medio de la nada. Sin familia. Algunos que tenían voluntad nos seguían pidiendo ayuda. Pero Utrox decía que no debíamos confiar en ellos, la mayoría eran ladrones, asesinos sin remedio, desquiciados, sus vidas ya se tornaron oscuras por culpa de su pasado ¿Qué pasado? La respuesta era fácil, destrucción y dolor.

Transcurrieron dos horas, y el bosque estaba delante de nuestras narices. Había humedad, la luz se desvaneció, el sonido de las pocas aves ya no se hacían oír. Pero los cuervos tomaban protagonismo mientras nos adentrábamos al bosque.

—Por nada en el mundo hagan caso a objetos o sucesos incoherentes que podrían suceder—en voz alta Utrox—Recuerden ponerse la capucha de sus túnicas, y encender la antorcha de fuego celeste para mantenernos juntos—

Le seguíamos el paso, pero por momentos se oían llantos, gritos, gruñidos. Los árboles secos comenzaban a contener movimientos impropios. Se notaban siluetas a lo lejos, ojos observando desde la oscuridad, cuervos con un canto temible. Sólo podía ver el tono celeste de guía. En un momento me pareció percibir a mi madre, debo confesar que mi instinto de hijo quiso reaccionar e ir rápidamente al lugar proveniente. Pero me resistí, después de todo eran falsas visiones.

—¡Angus sígueme!—Originario de Mitty a los lejos. La vista comenzó a nublarse, no diferenciaba los colores. Opte por seguir aquella voz, más que gritos parecían susurros al acercarme. Perdido y de la misma cegades caí del caballo. Estaba lleno de lodo y al mismo tiempo hundiéndome en la superficie. El cuerpo dejo de moverse, estaba siendo succionado, mi rostro desapareció, no podía respirar. Sólo quedaba el brazo derecho extendido hacía el cielo gris.

—¡No! ¡Tengo que salir! —los omoplatos comenzaron a cortarse en dos, el dolor era inmenso. Obtuve control del cuerpo, comencé a hacer fuerza, estaba elevándome. Logré sacar el brazo izquierdo, rostro, podía respirar nuevamente. Luego de un impulso poderoso salí a flote de aquel succiona vidas. Al instante me senté en tierra firme, donde quede agotado ante tal momento, estaba a salvo, pero la antorcha se perdió.

Los ojos comenzaron a arderme, por algún motivo mi olfato sentía el aroma de mis compañeros a lo lejos. Comenzaban a dibujarse sus siluetas en mi subconsciencia. Estaban juntos, y parecían estar buscando algo, ese algo era yo. Tome iniciativa decidiendo el ir hacía ellos. Las siluetas comenzaron a mostrarse nuevamente. Con la diferencia que al verlas desaparecían totalmente. En pocos metros estaría con los chicos, pero me detuve por unos segundos al notar un sangrado exagerado en la espalda. Al tocar los omoplatos con ambas manos note el plumaje de dos alas. Eran oscuras, parecían de un cuervo gigante, cuando hacía fuerza se movían. Desesperado de la situación revolotee, chocándome con las raíces de los árboles y raspándome toda la túnica.

—Crantz, quédate quieto—proveniente de Utrox.

—Angu...Crantz—estando preocupada Mitty—Esas son tus alas...—

—¿Cómo sé que son ustedes?—preguntaba preocupado.

—¿Esto responde tu pregunta? —mostrándome la antorcha con tono celeste.

El heredero oscuro || La gema sagradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora