Cap.- 6

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Yurio abrió la puerta y se hizo a un lado dejándome entrar, pase y escuche como cerró la puerta detrás de mí. Estaba oscuro, casi no distinguía nada; de repente y sin previo aviso se encendieron las luces.

   La claridad me cegó unos momentos y cuando enfoque la vista pude reconocer una habitación... que me dio escalofríos.

   Las paredes color vino, pero eso no era lo que llamaba la atención, lo que llamaba la atención era lo que colgaba de ellas.

   Látigos, fustas, esposas, bozales, correas. En otra pared había un armario y en la del centro, colgaban de la pared cuatro grilletes, estaba entre shockeado y atemorizado, hasta que escuche una voz aterciopelada.

-¿Te gusta la decoración Vitya? Yo mismo la diseñe ~

  Me di la vuelta de golpe. Ahí, en un sofá de terciopelo rojo pegado a la pared, con una copa de vino en la mano, su cara apoyada en la otra, con las piernas cruzadas, sin esos enormes lentes, el cabello peinado hacia atrás, mirando su bebida, bueno... no creo que haga falta presentación.

  ¡Demonios! Olvide quien me había mandado a llamar, ¡precisamente ahí! Y lo peor es que yo no pensaba en eso, no señor, yo pensaba en lo endemoniada mente atractivo que se veía.

   Sus ojos brillaban con picardía y diversión, volteo a verme y por poco me desmayo, se veía condenada mente bien. ¡Basta! ¡No es momento para pensar en lo bueno que está! ¡Concéntrate Nikiforov!

-¿Yuuri, que hago aquí? -  El me miró detenidamente, sonrió y soltó una pequeña pero encantadora risa.

-Venga ya Vitya, no hagas como si no supieras para que sirve todo esto. - Mientras hablaba no dejaba  de sonreír.      

  ¿Que si sabia? Vaya que sabía, tanto que estaba entre nervioso y, debo admitirlo, excitado. Mire las fustas y después lo miré con una ceja alzada.

-¿Me vas a castigar, Yuuri? - me sonrió con picardía.

-Tal vez ~ - Y eso fue suficiente para que mil escenarios pasaran por mi cabeza.

  Yuuri me estudiaba con la mirada, después sonrió. Negó divertido y tomo un trago de vino, dejo la copa en la mesa. Se levantó lentamente y de igual manera camino hacia mi.

  Se detuvo a pocos centímetros, nos mirábamos a los ojos. Él apartó un mechón de cabello colocándolo tras mi oreja, bajando su mano por mi mejilla, delineando mis labios. De ahí hasta mi hombro, con lentitud, se fue acercando a mis labios con los suyos, no lo soporte...

  Lo besé...

  El no se resistió, correspondió al beso enterrando sus manos en los cabellos de mi nuca, tirando levemente de ellos.

  Al principio el beso fue lento, suave, para poco a poco ir subiendo la intensidad. Rozó su lengua contra mis labios y gustoso acepte separándolos, abriéndole paso a su lengua a jugar con la mía.

   Esto era un tanto raro, antes de esto yo era el que tomaba la iniciativa, el siempre se sonrojaba, aunque no me detuve a pensar en eso, estaba demasiado embelesado con el Japonés, ¿que les puedo decir? Me trae loco.

No noté que retrocedimos hasta que mi espalda choco contra la pared.

  Descendí mis manos desde sus mejillas, por su cuello, sus finos hombros, tocando la columna de su espalda, acariciando su cadera lo atraje hasta mi. Pasee mis manos hasta sus muslos, le sujete bien e hice que sus piernas se enredaran en mi cintura.

  El empezó un vaivén con su pelvis frotando la mía, sacando me ligeros jadeos. En ningún momento dejamos de besarnos. Si nos faltaba el aire lo retomábamos por pocos segundos y volvíamos a esa pequeña pero excitante batalla de lenguas.

   Mis manos volvieron a ascender hasta su nuca atraiéndolo más hacia mi, el tomo mis muñecas  y las puso sobre la pared, apretando mas su agarre en mi cintura para no caerse, juntando mas nuestros cuerpos. Solté un gruñido.

   El dejo mis labios para ir descendiendo por mi mandíbula, hasta mi cuello, se dedicó a dar pequeños besos húmedos por toda la extensión hasta que...

Se detuvo.

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Muy bien, se que este capítulo es más largo que los habituales, pero yo hago los capítulos con la duración necesaria, si, lo corto es para dejar en suspenso todos los capítulos, bien... Eso es todo, comenten que les pareció... Y nada, gracias

-huye-

Al borde del precipicio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora