27. Los mellizos Roronoa.

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Los Sombrero de Paja decidieron cambiar de isla ahora que los nuevos nakamas por fin arribaron el barco.

Y que tenían que mantener la discreción acerca del nacimiento de esos mellizos. Porque así como había especulado Law, pasó.

Una niña y un niño.

—Quiero ponerle Nifemi.

Sanji cargaba al niño mientras Zoro amamantaba a la niña. Volteó a mirarlo por la repentina idea de nombre.

—¿Nifemi? Suena bien, pero ¿por qué?

Y sin dejar de mirar a la pequeña, suspiró y le dio una pequeñísima explicación a Sanji.

—Significa... lleno de energía de vida.

Sanji se sorprendió pero no preguntó nada más.

—Entonces me toca escoger el nombre de esta lindura.

Narra Sanji.

Mi niña era rubia y mi pequeño peliverde. Ambos tenían las cejas rizadas. La niña tenía la piel de Zoro y el niño la mía. Lo mismo con el color de ojos.

En cuanto a comportamiento, Nifemi era revoltosa. Quizá por eso, o tal vez porque era mayor que el pequeño por un minuto y medio, daba la impresión de que no había que cuidarla tanto como al mini-peliverde. Que, a diferencia de mi princesa, era muy tranquilo. No lloraba y no se movía mucho. Cuando lo veías, te entraban unas ganas tremendas de apapacharlo y no soltarlo nunca. De protegerlo.

Era como la costa del mar.

Ese sentimiento que te oprime el pecho, pero que te tranquiliza al mismo tiempo. Era idéntico a lo que se sentía cargar a ese bebé.

Así que le puse Sahel.

Sahel, como la tranquilidad de la orilla del mar.

Roronoa Nifemi y Roronoa Sahel.

Mis hijos, los mellizos Roronoa.

~

Narrador en 3ª persona.

El comportamiento de Sanji hacia Zoro era completamente diferente al que Zoro se esperaba que sería ahora que tenía su figura de modelo otra vez.

Se sentía muy bien de nuevo. El dolor del parto doble había desaparecido por completo y ahora solo necesitaba su cuerpo de chica para darle de comer a sus polluelos. Y, algo raro, era que muchas veces Zoro amamantaba en presencia de Sanji y él ni se inmutaba. Parecía estar pensando en algo completamente diferente de lo que Zoro se esperaba que pensara. Parecía estar realmente concentrado en sus hijos que en los pechos desnudos de la preciosidad que tenía de pareja.

Y los bebés estaban ya bastante grandes. Les comenzaron a salir dientes y Zoro se quejaba de que Nifemi lo mordía muy fuerte. A Sahel solo le daba mucha comezón, que aliviaba Chopper con una pomada.

Cuando cumplieron un mes, Nifemi se apresuró en caminar, razón por la que se caía varias veces. Y, como pasó con Konat, Zoro se burlaba y ahora recibía un golpe o de Sanji o de Nami. Ese asunto Sahel se lo tomaba más tranquilamente. Le gustaba ponerse de pie frente a cualquier miembro de la tripulación y pedirles que lo cargaran en brazos. Y Luffy era su favorito porque, con Sahel en las manos, estiraba los brazos hacia el cielo y Sanji le gritaba como una mamá loca desquiciada que lo bajara.

Robin le compró a Nifemi su primer vestido. Pues la niña se compartía la ropa con Sahel. Al nacer inesperadamente niña, nadie había comprado ropa femenina.

Y Sanji estaba que se moría.

—Oh por Dios —exhaló y se tapó la boca cuando la vio sentada en el suelo con el vestidito amarillo—. ¡¿Que hice yo para merecer niña tan hermosa?!

Estúpido Espadachín.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora