4. Después de un beso.

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Zoro empujó el hombro del contrario con una mano, pero Sanji no se separó, sino que siguió besándolo aún con más fuerza hasta obligar al espadachín a hacerse hacia atrás. Entonces, después de unos segundos de intenso y húmedo beso, Zoro se dejó llevar por Sanji, quien ya había adelantado sus manos pasándolas por detrás del cuerpo del espadachín, tocando y acariciando como si hubiera esperado durante siglos ese preciso instante. Zoro, por su parte, dejó de empujar al rubio y reemplazó esas ganas de separarse por unas de estar cada vez más y más juntos. Zoro llevó ambas manos hacia arriba y abrazó a Sanji por encima de sus hombros, acariciando su suave cabello de oro con una mano, mientras que con la otra, lo abrazaba tan fuertemente que él mismo creía que no podría soltarlo en mucho tiempo...

Y pareció ser así hasta que el beso se había terminado, separándolos a ambos con la respiración agitada y mirándose los ojos fijamente y muy de cerca. Aún seguían abrazados. Y Sanji parecía negarse a salir de entre las piernas de Zoro aún cuando éste lo había soltado y se recargaba en la mesa ahora.

—¿Qué ha sido eso, maldito cejas locas? —preguntó Zoro todavía jadeando levemente y limpiándose la barbilla con la mano mientras se negaba a interrumpir el contacto visual entre los dos.

—Un beso. ¿Acaso nunca te enseñaron qué es un beso, marimo? —respondió Sanji con sarcasmo, haciendo que Zoro se sonrojara e interrumpiera por primera vez el contacto visual. Mientras miraba hacia el suelo, intentaba deshacerse de las cálidas manos de aquel rubio. Zoro intentaba irse. Irse a donde fuera, cualquier otra parte del Sunny sería mejor para él por el momento.
Pero Sanji no creía lo mismo. Al contrario. Él quería que no se fuera, que siguieran con eso por el resto del día si se pudiera. Entonces lo detuvo. Lo detenía por la cintura y se negaba a separarse de él, aunque estuviera ya un poco más levantado, con los pies en el piso, su mirada en la puerta y su brazo creando distancia.

—Déjame... Sanji —dijo Zoro, sorprendiendo al contrario por haberlo llamado por su nombre y, entonces, aflojó el agarre y Zoro pudo levantarse mientras Sanji no dejaba de verlo, a pesar de que Zoro ya hace instantes que dejó de hacerlo. Ahora caminaba apresuradamente y, con la cabeza baja, hacia la puerta.

—¡Zoro! —exclamó el cocinero haciendo que el espadachín se detenga secamente con la mano ya en la perilla de la puerta—. Lo... siento. Pero... es que...

—Solo... —interrumpió el peliverde—. No hables y déjame ya.

Sanji casi pudo sentir como el corazón se le contraía hasta casi reventar dentro de él. No supo qué hacer cuando vio que Zoro estaba escapando de la cocina con el peor de los pensamientos hacia él. Veía en cámara lenta como cruzaba la puerta y entraba en una completa desesperación. No quería que eso acabara así. No, claro que no. Nunca permitiría que Zoro creyera que era un patán de primera que solo quería acostarse con él y luego dejarlo así. Y tenía la necesidad de demostrarle que no era así.

El cocinero corrió hasta donde el espadachín ya estaba cerrando la puerta y éste dio un respingo al tener de un momento a otro al rubio detrás de él de nueva cuenta. El peliverde se dio la vuelta para mirarlo con el ceño fruncido de nuevo.

—Eres un dolor de muela, cocinero —dijo Zoro en un tono de voz bajo, Luffy y Usopp estaban pescando cerca de ahí.

—No te enojes conmigo, Marimo —respondió Sanji con el mismo volumen de voz de Zoro y una expresión preocupada—. ¿Qué no ves que te estoy tratando diferente?

Zoro frunció más el ceño—. ¡Ese es el maldito problema, sexista de mierda!

Sanji se sobresaltó por el repentino cambio de tono del espadachín e hizo una mueca de dolor mientras se llevaba el índice a los labios indicándole al otro que se callara. Y en todo eso Zoro seguía gritándole cosas que Sanji habría querido escuchar si no fuera por la preocupación de que algún nakama los escuchara pelear sobre ese asunto. El rubio empujó al peliverde de nuevo a la cocina y éste no dejó de gritarle a Sanji sino hasta que cayó de espaldas al suelo.

Estúpido Espadachín.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora