Capítulo 14: ¿Está... dentro?

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Habían pasado ya dos meses desde mi unión a los Creepys, y uno desde la noticia de que yo era la siguiente Bloody Moon. Pero yo no me sentía diferente. No me pasaba nada, no dolía ni una sola parte de mi cuerpo, aunque ninguno de ellos quería acercarse mucho a mí, ya ni hablemos violarme. 

- Luna, ¿me haces tu pastel de fresas?- me preguntó Sally un día. Mi pastel de fresas silvestres le encantaba, y cada dos por tres me pedía que le hiciera uno. No sólo a ella: en cuanto me daba la vuelta todo el mundo ya estaba pillando un trozo y huyendo de los demás para comérselo tranquilo.¡Hasta el perro adoraba mi pastel!

- Claro que sí, cariño- sonreí. 

Por fin habían cedido a quitarme el vestido de sirvienta, el cual no le hacía ningún favor a mi autoestima, y ahora llevaba una blusa roja un poco holgada, con shorts negros y zapatos negros con un poco de tacón. Ésa ya era mi vestimenta definitiva. (Claro, tengo varias mudas exactas en el armario, tampoco nos pasemos xD).

- Tendré que salir. No quedan fresas.

- Lo siento- se rio Alice-. Me las comí yo con un batido ayer.

- No pasa nada. No me cuesta salir y coger más. Los arbustos que crecen a diez minutos caminando de aquí están llenos de fresas siempre, y son las mejores que he probado en toda mi vida- volví a sonreír. 

Cogí el cesto de las fresas, estilo Caperucita Roja, llamé a Smile y salí de la casa junto al perro, quien me hacía las veces de guardián, aunque siempre de acompañante. Aunque no había mostrado ningún signo de que Katherine Von Trevor se hubiera reencarnado en mí, que los demás se lo creyeran me ayudaba a mantenerlos alejados de mí. 

- Lo encontré- anuncié triunfal cuando por fin vi el arbusto donde siempre cogía las fresas. Me puse en cuclillas, dejé el cesto a mi lado y empecé a coger las fresas más maduras. 

De repente, Smile se puso a ladrar como un loco a la nada, y lo miré confundida. 

- ¿Qué pasa, Smile? Ahí no hay nada- dije, intentando tranquilizarlo. Gruñendo y ladrando alternativamente, me ignoró por completo. 

Entonces los vi: ocho lobos, mucho más grandes que los lobos que veía por la tele. Éstos medían casi un metro de alto, me llegarían por las caderas con el lomo, y tenían un aura diferente. Smile seguía ladrándoles, sin moverse de mi lado. Los ocho lobos se limitaban a hacer caso omiso de las advertencias en su idioma y avanzaban peligrosamente... hacia mí.

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No me moví de mi sitio, y evité mirarlos a los ojos. Si retrocedía un solo paso, daría muestras de miedo. Me mantuve serena, mirándolos seriamente y desafiándolos, sin nunca cruzar nuestras miradas. Smile, parado a mi izquierda y encorvado, les seguía ladrando.

Los lobos venían a paso lento, amenazante, con las cabezas gachas y mirándome con hambre. 

Smile dejó de ladrar y me dio un último ladrido a mí, antes de echar a correr de vuelta a la casa. Yo lo seguí, usando la agilidad que había obtenido corriendo por los árboles varias veces. Pero no fue suficiente: como ya he repetido varias veces, los lobos de Marble Hornets eran diferentes al resto. No sólo su tamaño y aura, sino también su forma de pensar y actuar. Eran más inteligentes, más precavidos y precisos. Y en la fracción de segundo que me detuve en el suelo al haber saltado una roca saltaron sobre mí, gruñendo y peleándose por mi carne. 

Sin saber qué hacer, histérica, me puse a gritar y a dar patadas y puñetazos, en un intento por mantenerlos alejados de mí. Pero a cada golpe que recibían se enfadaban más y más, y los mordiscos que le daban al aire acabaron por alcanzarme. Grité más fuerte, sintiendo los colmillos y garras hundiéndose en mi carne y destrozándome la ropa. La sangre empezó a salpicar sus hocicos. 

De la nada, apareció Smile y arremetió contra ellos, defendiéndome. Mi histeria no hizo sino empeorar: ver que el perro estaba sufriendo el destino dirigido a mí me carcomía cual termita destruye un mueble de madera. 

Ahora gritaba y lloraba, mirando cómo mi amigo iba perdiendo lentamente, atacado por ocho lobos sanguinarios. No podía intervenir o nos matarían a los dos. Tenía que haber una manera de detenerlos, de detener el tiempo, de salvar a Smile. Pero no sabía qué hacer. Me enredé los dedos en el pelo y tiré, desesperada, apretando los dientes y sin parpadear. 

"Diles que paren"

¿Qué diablos había sido eso?

"Diles que paren o el perro morirá en segundos"

¿De dónde venía esa voz? 

"¡Grítales que paren de una vez o te matarán a ti también, idiota!"

- ¡¡¡ALTO!!!- grité, levantando las manos hacia los lobos y clavándoles mi mirada de jade. Los lobos se detuvieron enseguida. Me quedé pasmada. ¡Por la carísima me habían obedecido! Se apartaron de Smile, dejándolo respirar y recuperarse: por suerte, no habían llegado a hacerle heridas importantes. Y la sangre que apelmazaba su pelaje era la mía. Smile era fuerte.

"Ahora diles que si se vuelve a repetir un ataque semejante, que si te vuelven a atacar a ti o al perro, que quedarán en el pasado"

- Si se vuelve a repetir esto, pasáis a ser historia- dije-. No volváis a atacarme, ni a mí ni a mi perro.

¡Yo estaba alucinando! ¡Los ocho lobos asintieron al unísono! Luego, como si nada, se marcharon. Pude advertir que todos eran grises menos tres: dos eran blancos, las hembras, y uno era negro como la noche. Su macho alfa. 

"Eres una vergüenza. Los podrías haber detenido cuando se estaban acercando a ti. Ahora este cuerpo está debilitado"

- ¿Quién diablos eres?- me puse nerviosa y empecé a girar sobre mí misma, buscando en derredor con la mirada a la dueña de la voz-. ¿Por qué me ayudas?

"Porque te recuerdo, Luna Deathson, que tu cuerpo será pronto mío. No quiero renacer y tener un cuerpo magullado"

- ¿Ka... Kathe... rine...?- tartamudeé. Una risa divertida me interrumpió.

"Por fin te das cuenta, jovencita. No he esperado trescientos años vagando por ahí para que ahora destroces el cuerpo que me servirá para cumplir mi venganza. Gracias a mí, te has salvado miles de veces gracias a los perros y de los mismos perros"

- ¿Por qué quieres mi cuerpo, precisamente?- protesté. 

"Porque tú eres el sacrificio que necesito"

Ahora pude entender de dónde venía la voz. Katherine tenía razón.

Ella estaba DENTRO de mí. 

N/A: En la foto, un lobo negro como el de este capítulo. 

Mi vida... entre CreepypastasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora