Capitulo 11

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La alarma de mi celular suena, son las seis de la mañana. ¡Que dolor! Mi espalda me tortura, la cama ha sido más dura que el pavimento. Busco mi espejo entre mi mochila, me miro en él y confirmo lo obvio: luzco horrible. Me tocó hacer los milagros de las mujeres para ser bonita, no podía ir así de desastrosa al colegio. Salgo del cuarto después de vestirme, veo que Alicia se encuentra en su uniforme de maestra mientras está preparando el desayuno.

-Huevos revueltos, leche y pan. -Me dice alguien por detrás- Es el desayuno diario, te lo comes.

Es Kevin quien ha dicho esas palabras, parece que sigue dormido. Se sienta en la mesa, veo que su madre pone los platos y decido sentarme a comer también. Estoy acostumbrada a cosas más finas, como el pan francés dietético sin bordes que come Laura. Miro unos segundos la comida, espero no vomitar mientras esté comiendo. Kevin se encuentra observándome, parece algo ofendido por la cara que tengo pero sólo me muestra una sonrisa conformista. Me levanto de la mesa, no voy a comer eso. Camino a la cocina, me sirvo un vaso con agua y me tomo mis medicamentos. Soy observada pero nadie me dice algo, todos permanecen callados ante mis movimientos. Tal vez los estaba ofendiendo al haber rechazado el desayuno, debí habérmelo comido.

Minutos después salimos de la casa, cerramos la puerta y caminamos en dirección a la parada de buses. No me decía nada, debe ser que le molestó lo que hice. Kevin aún tiene una rodaja de pan en la mano, parece que todavía tiene hambre.

-¿Qué es eso que comes? -Le pregunto un poco asqueada- Por cierto, donde dormí estaba más dura que una piedra. ¡No tienes ni idea de cuánto me duele la espalda!

-Lo que estoy comiendo se llama comida, y donde dormiste se llama colchón.

-Ya lo sé, imbécil. -Le digo fastidiada- Pero, ¿Cómo puedes vivir así? Yo no podría.

-Yo puedo vivir de así porque no todo lo que tenemos llegó con facilidad, nos costó mucho conseguirlo.

-¿Qué estás tratando de decir? -Me detuve, no creo que se refería a lo que creo que es.

-Me refiero, -Se detiene, me mira con una expresión muy seria a los ojos- regresa a tu casa si no lo soportas. No te quejes de lo que tengo, tenemos más de lo que otros tienen.

-Se nota. -Se me escapa una risa.

-Julieta, es en serio. Debes aprender a valorar las cosas, en especial las que tienes.

-Y créeme que lo aprecio, tengo demasiado que no necesito.

-Bien por ti, naciste afortunada.

-Lo sé.

-¡Por cierto! Hoy se lava ropa en mi casa, si tienes ropa sucia puedes usar la lav...

-¡Un momento! -Le interrumpo- ¿Esperas que yo lave? ¡¿Yo?! Para eso existen las empleadas.

-Sólo debes meterla a la lavadora...

-No, no lo haré. En mi casa tenemos a Melissa que lo hace por nosotros, no haré eso ni nada.

-Te han consentido demasiado.

-No, querido. Es que estás manos no van a tocar una sucia lavadora barata.

-Todos tenemos que ensuciarnos las manos alguna vez.

-Yo ya me las he ensuciado, no con ropa precisamente. -Digo entre dientes.

-¿Qué? -Me encojo de hombros, suelta un suspiro molesto- Mira, eres muy malcriada y quejosa.

-¿Disculpa? Espero haber oído mal lo que acabas de decirme.

-No, escuchaste bien. Lo que te dije fue en serio.

-Si vas a decirme cosas así, no seguiré escuchándote.

#2 Alas marchitas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora