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Toc, toc, toc.

¡Ya voooy~! —canturreó Yuzu mientras se secaba las manos luego de haber estado limpiando los platos de la cena. No esperaban visitas a esas horas aunque no era tan tarde aún. La hora de cena estricta de su padre era demasiado temprano...

Dejó el paño seco sobre la encimera y salió de la cocina hacia la puerta principal. La abrió y parpadeó hacia el desconocido allí parado. Nunca lo había visto antes, pero su rostro pálido estaba enrojecido por el frío.

—¿En qué puedo ayudarle? —preguntó amablemente con una sonrisa.

—¿Está Ichigo Kurosaki?

—¿Eres amigo de mi hermano? ¡Entonces pasa! Hace mucho frío ahí fuera —se apartó a un lado y abriendo más la puerta, haciendo un ademán con su mano como gesto de bienvenida.

—Con su permiso —pisó la morada de los Kurosaki y se quitó las mojadas botas que llevaba antes de seguir a la joven.

—¡Onii-chan! —chilló por el hueco de las escaleras que daban al piso superior—. ¡Tienes visita!

—¡Ahora bajo!

Yuzu le sonrió al invitado y lo acompañó hasta el salón. Sentía algo extraño proveniente de él, pero si lo pensaba bien varios amigos que su hermano había traído a casa antes también tenía ese tipo de halo. Incluso Rukia-chan. Sin embargo, había algo distinto con este último y ella no podía saber qué. Más que la energía que desprendía, la impresionaba lo brillante del verde de sus ojos y lo que destacaba sobre su pálida piel. El joven llevaba una bolsa plástica que apoyó sobre su regazo una vez hubo tomado asiento en el sofá.

—Iré a preparar algo de té caliente —mencionó antes de desaparecer hacia la cocina. Justo cuando estaba preparando el agua, su hermano pasó junto a la cocina—. Está en el salón.

—Oh, gracias Yuzu.

De todas las visitas que podría recibir, aquella era inesperada y amargamente no deseada. Intentó no parecer hostil, seguramente su expresión ya lo delataría, y se acercó hasta el sofá donde estaba sentado el pelinegro. Ojos verdes miraron en su dirección y eran tan calculadores como de costumbre. ¿Por qué siempre trataba de analizarle? Le hacía sentir incómodo... y desnudo.

—¿Qué haces aquí? —espetó con un ligero gruñido apenas audible.

—Inoue y Kisuke Urahara mencionaron que estabas enfermo —respondió con naturalidad, con genuidad incluso si no fuera Ichigo tan escéptico sobre ello.

Arrugó el entrecejo por su respuesta. ¿De qué modo eso lo había traído hasta allí? Iba a ignorar el hecho de que Inoue hacia una montaña de un grano de arena cuando de su salud se traataba. Era muy raro no resfríarse con el frío que hacía últimamente, hasta Karin estaba-... Cayó en la cuenta, equivocadamente, de a que venía esta visita. Tenía que ser eso, ¿no? Quería aprovechar que estaban débiles para hacerles daño, para tomar venganza por lo que le hizo, no podría ser otra cosa...

—No te quiero aquí —pronunció, con una dificultad que escapaba a su comprensión, entre respiraciones aceleradas.

—Ich-

—¡No te quiero cerca de mi familia!

Ulquiorra se le quedó viendo luego de ese reclamo. Su expresión no era plana como de costumbre, sin emoción alguna, es más, estaba mostrando algo que podría ser comprensión. Imposible.

—¿Qué pasa, onii-chan? —Yuzu se había acercado el salón en cuanto había escuchado a su hermano gritar.

—Nada, Yuzu —levantó un brazo para detenerla y prevenir que entrara al salón—. Él ya se marcha.

Ulquiorra suspiró y se levantó del sofá. No parecía intimidado ni sorprendido. Cualquiera diría que esperaba que esto podría pasar —y así era—. Agarró la bolsa y se la extendió al Kurosaki, esperando que al menos aceptara eso. Aunque muy indeciso, el pelinaranja la tomó, pero seguía mirándolo duramente para que se fuera.

—Si me disculpan —agachó la cabeza y se dirigió hacia la salida bajo la preocupada mirada de Yuzu y la dura de Ichigo.

Solo se movió luego de escuchar la puerta cerrarse, cayendo de rodillas al suelo luego de que la tensión a la que se auto sometió. ¿Qué hubiera pasado si realmente les hubiera hecho algo...?

—¡Onii-chan! ¿Qué sucede? ¿Estás bien? —apoyó una mano sobre la espalda de su hermano que estaba respirando demasiado corto y rápido para ser sano—. ¡Ichigo!

¿Si no hubiera podido protegerla...?

—¡Papá! ¡Papá, Ichigo necesita ayuda!

*~*~*~*

Abrir los ojos parecía una tarea más difícil de lo que cabía recordar. Cuando lo hizo fue recibido por dos rostros que estaban junto a él y con eso poco a poco regresaron el resto de sus sentidos. Estaba aún en el salón, recostado en el sofá con dos pares de ojos preocupados sobre él.

—Papá... Yuzu.

—¿Estás bien, Ichigo? —la mano de Isshin apartó cabello de su frente y presionó la palma de su mano contra ella—. Te ha subido un poco la fiebre.

Desvió la vista hacia el techo, recordando lo que había sucedido antes de que perdiera el conocimiento. Había tenido otro de esos ataques... la debilidad de su cuerpo ante el resfriado debió de causar que se desmayara. No pudo normalizar su respiración y en ese momento ni siquiera recordó que tenía que hacerlo.

—Venga, te ayudaré a subir a la cama.
Apoyándose sobre su padre, se acomodó de vuelta en su habitación y cama. Cada vez que pasaba por eso acababa agarrotado y cansado, el efecto duplicado por el estúpido resfrío. Isshin pareció notarlo y mencionó que iría a buscar medicina a la clínica. Yuzu se quedó allí, tan preocupada como una mamá gallina.

—Ya es tarde, Yuzu. Deberías ir a dormir —le sonrió débilmente, acariciando su cabello con la mano.

—P-pero-...

—Ve, seguro Karin se siente sola en la habitación.

Su hermana pequeña asintió y finalmente accedió a obedecer y regresar a su cuarto para dormir. Antes de irse, tomó algo de su escritorio y se lo entregó a Ichigo. Miró al empaque de la fina caja con curiosidad.

—Es lo que estaba dentro de la bolsa que te dio ese chico —comentó sonriendo. Le dio un beso de buenas noches en la cabeza a su hermano antes de finalmente marcharse.

Ichigo miró al envoltorio azul, preguntándose qué demonios podría ser. ¿Una trampa...? Dio la vuelta a la caja para ver que allí había una nota pegada que decía así:

Creí que esto podría animarte, lo leí en un libro. No sirve como disculpas, pero Inoue está muy preocupada — Ulquiorra.

Esto no tenía ni pies ni cabeza. La nota solo aumentó su curiosidad. Arrancó el papel que recubría la caja solo para quedarse boquiabierto al ver lo que era. Retiró la tapa transparente, aún anodado.

—Esto es... —¡Eran de los bombones más caros que habían! ¿Qué demonios? Quería mostrarse molesto, no era como si un par de chocolates pudieran arreglar las cosas; y aún así estaba sorprendido por el detalle. Tomó uno de ellos, con la boca echa agua porque honestamente son sus favoritos aunque muy rara vez se los podía permitir. ¡Y ahora una caja entera! No debería tomar chocolate estando enfermo...

Miró hacia los lados, vigilando que su padre no fuera a entrar. Retiró el envoltorio dorado y mordió un pedazo. Ah, ¡demasiado delicioso!

Su humor acababa de mejorar considerablemente, todo los problemas anteriores olvidados.

*~*~*~*

NA: Yo por los Ferreros me prostituyo. Por su poder divino, Ichigo dejará de relacionar a Ulquiorra con 'peligro' (o un poco menos). Amén.

«What is the heart?»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora