La siguiente semana se fue en un suspiro. Don Christian nos mantenía al tanto de los preparativos cuando cerrábamos el bar, pero no volvimos a tener contacto con la versión alemana de "los Indestructibles".
— Es injusto que no nos dejen participar – se quejó Catalina mientras terminaba de acomodar las tazas en el estante.
Acabábamos de cerrar el restaurante y estábamos ocupados limpiando, acomodando y dejando todo preparado para el día siguiente.
— Lo sé – le dije dejando de barrer el piso por un momento–. Yo también quisiera estar ahí, poder ayudar en lo que sea.
— Ninguno de ustedes tiene entrenamiento militar. Sería un riesgo inaceptable llevarlos a este operativo. Los chicos tienen mucha experiencia y saben lo que hacen.
— Yo tengo algo de entrenamiento. No soy ninguna chica indefensa – retrucó Catalina.
Yo apoyé las manos en el extremo del palo de escoba y mirando a don Christian agregué:
— Ni Catalina ni yo somos completamente inútiles. Los dos tenemos experiencia en combate y manejo de armas –esperando que los disparos que había realizado en el breve entrenamiento con Alan contaran como experiencia con armas.
— Tirar unas patadas al aire no cuenta como entrenamiento en combate. Y si manejas un arma como lo hacés con la escoba... – refutó Don Christian señalando el piso.
— Pero los "chicos" no conocen a nadie – objetó Catalina. Resultaba raro escucharla decirle "chicos" a semejantes osos – ¿Cómo van a saber quiénes son mi papá y mamá? ¿Cómo van a saber quién es la mamá de Sebastián? ¿Y si Alan se hace pasar por uno de los rehenes? Nos necesitan ahí...
Miré a don Christian esperando escuchar sus objeciones. Pero en lugar de eso se mantuvo pensativo. Yo le guiñé un ojo Catalina. Siempre había sido buena logrando que la gente hiciera lo que quisiera. Era su súper poder especial.
— Voy a comentarles a los chicos lo que dijiste, pero no prometo nada.
***
Don Christian no mencionó más el asunto, por lo que supuse que los Indestructibles habían rechazado la sugerencia de Catalina.
Por eso, me sorprendió cuando el sábado, don Christian nos dijo a Catalina y a mí:
— Hoy cerramos temprano. Los chicos vienen por nosotros a las 16 hs. Estén preparados.
Catalina y yo nos miramos. No sabíamos si celebrar o ponernos a temblar de miedo.
— Me alegra que estén asustados. El miedo nos mantiene vivos. Los cementerios están llenos de idiotas que creen que el valor es correr hacia el peligro sin pensar.
La camioneta de los Indestructibles llegó puntual. Roland había venido a recogernos. Luego de los saludos de rigor nos subimos y partimos hacia las afueras de Bariloche.
Condujimos hasta la base de operaciones del grupo, pero esta vez en lugar de detenernos en el edificio, Roland condujo por un camino de ripio un par de kilómetros más a través de un bosquecito de pinos hasta una pista de aterrizaje privada.
— No se privan de nada – exclamé con sorpresa.
Una avioneta estaba lista para partir.
Bajamos de la camioneta y comenzamos a caminar hacia ella. Sólo dimos unos pocos pasos antes de que Roland nos detuviera. Tenía la expresión seria y supe que lo que vendría a continuación iba muy en serio:
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Un misterio llamado Catalina (SAGA DE LOS INMORTALES#1)
Dragoste[COMPLETA] Un "nerd" adolescente en silla de ruedas. Una muchacha tan hermosa como misteriosa. Sebastián deberá utilizar todo su ingenio para tratar de descubrir el misterio de su nueva compañera de curso, y mientras los hace deberá por todos los...