CAPÍTULO 13: Donde nos inyectan el suero

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El doctor Aguirre parpadeó varias veces confundido.

— Creí que a estas alturas sería obvio — dijo con voz llena de sorpresa—. Quiero inyectarles el suero. Quiero curarlos.

— ¿Por qué?

Ese fui yo. Y no, no alcé la mano para hablar. Tampoco lo hice cuando agregué:

— Por favor no me diga que porque tiene un corazón generoso, porque no me lo creo.

El doctor Aguirre soltó una risa triste.

— No, no es lo que iba a decir... ¿Sebastián, verdad?

Yo me limité a asentir con un lento movimiento de cabeza.

— La verdad es que los necesitamos a todos ustedes.

— ¿Para qué? — preguntó Giuli.

— Nuestros rostros son demasiado conocidos por nuestros perseguidores. Necesitamos gente que ellos no conozcan para que nos ayuden.

— ¿No podría simplemente contratar gente? — intervino Germán—. Por lo que escuché, dinero no le falta.

— Un empleado es fiel al dinero. A cambio de su salud y su vida, yo espero que su lealtad sea un poco más confiable.

Al menos era sincero. Eso se lo tenía que conceder. Podría habernos contado un montón de mentiras como hizo Catalina conmigo.

— Entonces el trato sería: usted nos cura y nosotros lo ayudamos — resumí.

— En resumidas cuentas, sí — admitió el doctor mientras se quitaba los anteojos y los limpiaba con un pañuelo.

— ¿Por qué nosotros? — quiso saber Germán

— Porque tienen el mismo genotipo que Alan y Catalina. Eso los hace compatibles con la versión del suero que he desarrollado. Además, son adolescentes, lo cual significa que no tienen grandes compromisos, mucho tiempo libre y nadie les presta demasiada atención.

— ¿Cómo nos seleccionó? — pregunté.

— Todos se atienden en la clínica en las que trabajamos mi esposa y yo. Fue sencillo acceder a sus historias clínicas y hacerles los estudios necesarios sin levantar sospechas.

— ¿No levantará sospechas nuestra milagrosa recuperación? — pregunté.

El doctor Aguirre parecía estar esperando esa pregunta:

— Giuliana y Daiana ya han sido inscriptas en falsos tratamientos experimentales contra el cáncer. Las dos serán las beneficiarias de una "nueva droga milagrosa" que provocará la remisión de sus tumores.

Giuli soltó una palabrota y murmuró sólo para que yo la escuchara:

—  Así que el tratamiento era falso. Malditos mentirosos. Como juegan con la esperanza de la gente. Hay otros veinte chicos haciendo el tratamiento conmigo.

Yo apreté su mano y me limité a asentir.

El doctor Aguirre continuó:

—  La enfermedad de Germán no representa un problema grave ya que no es mortal a corto plazo, y no presenta síntomas apreciables a simple vista a excepción de su dificultad para respirar. Su mejoría se podrá atribuir a un nuevo medicamento que resulta más efectivo en el control de los síntomas. En cuanto a ti, Sebastián, sólo tendrás que fingir que sigues paralítico, al menos por un tiempo. Cuando cumplas la mayoría de edad podemos arreglar una beca en el extranjero o algo similar para hacer que dejes tu hogar y tu silla de ruedas.

Un misterio llamado Catalina (SAGA DE LOS INMORTALES#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora