CAPÍTULO 22: Donde estoy en la cárcel

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Cuando recuperé la conciencia, me encontré tendido dentro de una pequeña y oscura habitación cerrada con una puerta metálica. Una estrecha ventana, en lo alto de una pared de ladrillos , permitía entrar una pequeña pizca de luz. Sentí un suspiro a mi lado. Me di la vuelta y sentí una sensación de alivio al ver que Catalina estaba en la celda conmigo.

Me levanté, con cuidado y todo comenzó a darme vueltas obligándome a sentarme nuevamente. Me arrastré hasta Catalina y acaricié su mejilla. Ella abrió los ojos y luchó por enfocar la vista. Entonces al darse cuenta que era yo, me sonrió.

La ayudé a sentarse. Tenía la boca seca y la lengua como suela de zapato.

— ¿Estás bien? – pregunté con voz grave.

— Creo que sí – respondió en una voz similar, frotándose el cuello–. No sé qué sucedió. Corrí detrás de ti pero no te pude encontrar y... no recuerdo nada más.

— Alan – expliqué tragando saliva para mojar mi garganta.

Catalina se frotó el costado del cuello.

— Me duele mucho la cabeza

— Sí, a mí también – dije masajeando mi propio cuello.

— Ahora sí que metimos la pata. Roland se va a enojar mucho con nosotros.

— Si es que tu querido hermano, no lo capturó.

Puse mis brazos alrededor de su cuerpo y la sostuve contra mí.

— Sebas, ¿qué hicimos?

— Una gran metida de pata – admití

Me puse de pié y me dirigí con pasos torpes hasta la puerta. Apoyé las manos sobre ella y le di un buen empujón. Era sólida y resistente. Golpeé la puerta con la mano para descargar la bronca y la frustración que sentía.Lo único que logré es me doliera la mano.

— No creo que sirva de nada. Sólo vas a lograr lastimarte – dijo Catalina.

Entonces escuché el sonido metálico de una llave entrando en la cerradura e instintivamente me corrí hacia atrás hasta detenerme al lado de Catalina.

Le tendí una mano para ayudarla a ponerse de pie.

La puerta se abrió revelando la silueta de Alan. Detrás de él podía ver a uno de sus mercenarios.

— Salgan – ordenó.

Ninguno de los dos se movió.

— Tranquila, Catalina no te voy a hacer nada. Lo único que quiero es que te des cuenta de lo poco hombre que es este cobarde – el odio de su voz era palpable.

— Yo no voy a ningún lado contigo – le escupió Catalina apretándose contra mí.

Alan sacó una pistola de su funda y la levantó hasta apuntar a mi cabeza.

Un escalofrío recorrió mi espalda. Iba a matarme. Lo sabía. Lo veía en sus ojos. El tipo me odiaba. Su mente enferma me culpaba de haberle robado a Catalina. No se daba cuenta que nunca había sido suya. Alguna vez había leído que la libertad es uno de los requisitos fundamentales del amor. Ella me había elegido a mí y nada podía hacer para obligarla a que lo quisiera.

Clavé la mirada en los ojos de Cata. Había un brillo de temor en sus pupilas. Sentí una descarga de adrenalina corriendo por mis venas y un gusto acre en la boca. Entonces, fue como si algo que hubiera estado latente en mi organismo hubiera recibido la señal para despertarse.

Un misterio llamado Catalina (SAGA DE LOS INMORTALES#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora