No me odies, por favor.

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********Hace cuatro años.*********

Era un lunes de agosto, Vera había pasado el fin de semana de apartamento con unos amigos por lo que apenas había dormido y no había nada que anhelara más que su cama en esos momentos, pero tenía una cita.

Con la misma ropa con la que había llegado en la mañana salió corriendo de casa. Una sudadera sin mangas color marrón dos tallas más grande que le borraba la figura, unos vaqueros bombachos, unas bailarinas de cuña rojas con calaveras, unas guantillas y una boina negra. Estas últimas prendas eran sus señas de identidad, siempre que la describían era como la chica de las guantillas y la boina.

Tampoco iba maquillada, únicamente sus ojos marrones estaban perfilados de negro.

-Me va a odiar, no me conoce y ya me va a odiar- no paraba de repetirse Vera mentalmente camino a la cita.

Siempre había sido muy precavida en lo que a internet se refiere, bastante escuchaba de estafas, pederastia o robos de identidad, por lo que a sus quince años al presentársele ésta nueva herramienta dictaminó su propio decreto:

1° No aceptaría solicitudes de amistad de gente que no conociera.

2° No daría su e-mail a nadie que conociera por chat o por redes sociales.

3° No enviar fotos a nadie.

4° No poner la cámara web.

5° Bloquear y eliminar a aquellas personas que hicieran comentarios obscenos.

6° No dar números de contacto.

7° No quedar con nadie que conociera por internet.

Estas normas las había cumplido religiosamente desde sus quince hasta sus diecinueve casi veinte años, hasta ese momento.

Cuando llegó al lugar acordado Vera no dejaba de temblar y de repetirse la misma frase:

-Que no me odie, por favor, que no me odie- una y otra vez.

Al no ver al joven con el que había quedado Vera se puso como loca buscándolo por doquier. Tampoco podría reconocerlo pues Vera nunca le había visto y no se fiaba ni un pelo de las fotografías, pero entonces vio a un joven de tez morena, cabello negro, gafas de sol Ray-Van, un polo de rayas horizontales naranjas y blancas; que le resultaba familiar; unos vaqueros y unas deportivas.

-Tiene que ser él- se dijo para sus adentros,- pero no estoy segura, mejor voy a la cabina y le llamo para asegurarme.

Mientras caminaba dirección al teléfono público buscó el número, y al llegar de lo nerviosa que estaba se le cayeron las monedas al suelo. Al agacharse a recogerlas se tropezó con una mano morena, delgada y de finos y largos dedos con uñas largas y cuidadas como las de un guitarrista. Y al levantar la mirada se quedó anonadada al encontrarse con unos ojos castaños enormes con unas pestañas casi tan largas como las suyas, que la miraban socarronamente, esos ojos la habían hipnotizado.

-Gra...gracias- logró decir al fin cuando ambos se incorporaban, el joven aún sostenía las monedas en su mano tendida hacia ella para que las cogiera, pero Vera no parecía percatarse, en ese momento se había olvidado por completo de su cita.

-¿Vera?- preguntó el chico con una sonrisa que hizo que la nombrada bajara su mirada a sus labios, eran gruesos y la sonrisa tímida pero segura, esto consiguió que la muchacha suspirara.- ¿Eres Vera, no?- volvió a preguntar, ahora su voz dudaba."Es un diamante en bruto", pensó él, ahora que la tenía tan cerca y podía escuchar su corazón acelerado y su respiración entrecortada, lo cual le produjo dudas, ¿era excitación? Miedo ¿quizás?

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⏰ Última actualización: Dec 21, 2014 ⏰

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