La mala noticia

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-Pearce-

Esa mañana me levanté más temprano de lo usual, estaba oscuro cuando salí de la cama. Me puse a entrenar en seguida, quería empezar bien ese día. Era una fría madrugada, con una fresca brisa que atraía el edor de los abetos, todo estaba recién despertando. Cuando fueron las 6 empezó el movimiento, se escuchaba ruido, empezó a olerse el pan tostado con la mantequilla; el sorbeteo de cientas de sedientas personas bebiendo el café rompía el silencio.
Constantine fue el último en levantarse, se le veía abatido. Las ojeras marcadas mostraban que no había dormido mucho. Estaba pálido y tenía los ojos inyectados en sangre. Primera vez que sentía lástima por Constantine.
Todos los campistas, incluyéndome, caminamos hacia la plazoleta y nos sentamos en los troncos que teníamos por asiento para esperar a Constantine. Muchos le preguntaron que le sucedía. El con una voz lastimera dijo:
-miren jóvenes, se que se me nota abatido y que eso preocupo a algunos, y no es para menos-suspiró- ayer un campamento cercano al nuestro vio un haz de luz roja proveniente del bosque y mandaron a un grupo de reconocimiento de 5 personas a investigar, pero no regresaron. A la mañana siguiente se envió a otro grupo para saber que le pasó al anterior; al llegar al bosque encontraron los cadaveres de los 5 campistas posicionados de tal manera que formaban... un pentaculo. Pero eso no es todo, con la sangre de los campistas estaba escrito en la tierra: el retorno está cerca, pronto la tierra sucumbirá ante el poder absoluto. El mayor titán volverá al mundo, y todo se teñirá de muerte.
<<Cronos>>pensé yo. Y creo que todos pensamos eso. Todos exhalaron del terror, estábamos asustados aunque tratábamos de disimularlo para mostrarnos fuertes ante Constantine (o eso por lo menos hacia yo).
-lo hizo la comunidad Labrys -dijo Constantine
Tenía cierto conocimiento sobre la comunidad Labrys.
La comunidad Labrys era un grupo religioso pagano que le hacía culto a los dioses olímpicos, y debido a eso se generaron diversos conflictos con la Iglesia Católica (lo bueno es que aún no se enteran de los campamentos para semidioses o súbditos de los dioses olímpicos).
En su afán por continuar con su culto a los dioses olímpicos, empezaron a aceptar a nueva gente en la comunidad, entre ellos llegó un peculiar grupo de personas. Esas personas decían traer a Cronos en un cuerpo humano...
La comunidad no podía creerlo, Cronos el primer titán y Dios del tiempo frente a ellos ?!? Sonaba a fantasía, y digo sonaba porque no fue fantasía. El que se hacía llamar Cronos les mostró un poder fuera de lo común... el control del tiempo. Su nombre era Damien Serget.
-todos se irán del campamento- dijo Constantine-. Lo que ocurrió en el otro campamento, además de ser macabro, fue cerca. Se irán del campamento a vivir como mortales en la ciudad, irán a escuelas como personas, y se mantendrán a salvo. Procuren ocultar sus poderes y solo ocupen la si es necesario. Sean prudentes y cuídense.
-es entendible que se encuentre en ese estado-dijo Jennie, una campista bastante inteligente y sentimental; el tono demostrando su terror- yo también me encuentro como usted, aterrada, permítame ayu....
-ya lo dije, váyanse, manténganse a salvo-dijo Constantine, demostrando un poco de enfado- empaquen sus cosas y... váyanse...
Hizo una pausa, pero sabía que continuaría.
Dio un suspiro-entre el grupo de búsqueda-dijo con un tono entristecido-... entre los campistas estaba... mi hermano. No quiero que les pase lo mismo que a el, no lo sorportaria, por eso tienen que irse, ahora mismo vayan y empaquen sus cosas. Suerte, mis campistas.
Fuimos a empacar enseguida, y en menos de 30 minutos ya estábamos desocupados y listos para marchar. Eran las cuatro de la tarde, debíamos apresurarnos en salir, nos tardaríamos dos horas en llegar a la ciudad caminando, y no teníamos ningún otro transporte para llegar con mayor celeridad.
Estábamos saliendo todos en grupo, pero mientras caminaba sentí que alguien me llamaba, era Constantine.
<<que querrá?>> me pregunté.
Al llegar a mí me dijo:
-Pearce, antes de que te vayas quería darte algo, en honor a tus méritos y esfuerzo.
Vi que empezaba a sacarse un anillo de su mano derecha. El anillo era de un oro macizo, brillante a la luz del sol, con el símbolo de los seguidores de Apolo (un sol con un arco enfrente). Constantine lo aferro con el índice y el pulgar y me entrego ese extraño pero extravagante anillo.
-El anillo del mismísimo Apolo-me dijo él-. Yo tengo una historia parecida a la tuya, por no decir igual. Yo también fui apartado de mis padres, y también me llevaron a entrenar con el mismísimo Apolo. Lo vi como un padre y lo quise como a un padre. Al tener que irme a entrenar a los campamentos, el me obsequió este anillo. Me dijo que era su bien más preciado, y me lo confió a mí porque me vio como a un hijo- con una voz irónica- "el hijo de Apolo"- luego soltó una risita-. Ese era el símbolo de los seguidores, demuestra tu valía como soldado olímpico de Apolo. Buena suerte, Reinhold.
-gracias Constantine-le dije mientras tomaba el anillo- lo cuidare con mi vida.
Le estreche la mano con alegría, le di las gracias nuevamente y me fui. Así empezaba mi aventura en el mundo de los mortales, ocultando mis poderes, yendo al colegio y comportarme como un joven común y corriente.
En medio de la marcha pensé
<<¿como carajos esconderé mi arco?>>.

Los soldados olímpicos y la ira de Cronos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora