Su paraíso

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Capítulo 7

Por la noche, cuando llega mi madre, le cuento me qué voy a ir. Y le hice preguntarse que era mejor: ¿Irme a un lugar donde nadie sabría de mi existencia o irme por mi misma y poder llamar a mi madre cuando yo quisiera o ella quisiera? La respuesta es clara. Irme por mi propio pie.

Las despedidas son lo peor de haberme ido. Mi madre lloró mucho y me abrazó muchas veces. Yo solo quería irme, apenas sin despedirme, hacía las cosas más simples. Pero era inevitable que mi madre se pusiera así. Intentaba resistir llorar, pero pensar que me iba de casa y no poder ver más a mi madre y a Mira hacía que terminara conmigo. Mi madre repetía que me llamaría cada día que pudiera, y que me echaría mucho de menos. Cuando pude despedirme de Miranda. Fue como si me clavaran una puñalada por cada palabra que decía. Esa fue la parte más dura de mi despedida. Porque Miranda, entre llantos y lágrimas, me decía que quería ir conmigo. Pero yo no quería que viniese. Le dije: “piensa en tus padres, piensa en tu hermano pequeño. Si te vienes conmigo, nada en tu familia será lo mismo. No puedes dejar a tu hermano. Ni a tus padres.”. Se quedó en casa al final. Pero dejarla ahí es un recuerdo que aparece repetidas veces en mi cabeza. Mientras yo me despedía de ellas, Evan estaba “despidiéndose” de su padre. Esos son mis recuerdos, pero son interrumpidos por Evan. Que me pregunta si tengo hambre. Pero en estos momentos no tengo nada de hambre. Comer es lo último que querría hacer ahora mismo.

Llevamos desde la noche conduciendo, bueno, conduce él. Todo lo que llevo en mi mochila son un par de fotos, ropa limpia, algo de comida y bebida. Como la súper-tecnología ha avanzado tanto, mi mochila no pesa nada y apenas he de tirar de ella. Está elevada del suelo, no lo toca. Eso hace el trayecto más llevadero. De momento aún no hemos bajado del coche descapotable que compró Evan con el dinero que robó de su padre antes de irse. Funciona con luz solar, mientras haya sol, ningún problema.

-      Creo que ya podrías decirme a donde vamos – si doy media vuelta, puedo ver los edificios más altos. La ciudad destaca del paisaje verde, pero queda reducido y se ve muy pequeño desde donde estamos. Ya hemos dejado la ciudad atrás.

-      No es ningún lugar en concreto. Solo pasaremos un tiempo en el campo. El lugar que más te guste de paisaje intentaré hacer una casa. No será lujosa… pero es lo que hay. De aquí un tiempo podremos ir a la ciudad Central, o a la Menor.

Sigue hablando en plural. Un tiempo en el campo… la verdad es que me gusta el campo. Pero necesito la tecnología para vivir. Será difícil vivir sin ella. Al menos, una parte.

El sol empieza a salir por encima de las montañas. El camino es plano, con alguna que otra piedra, pero nada del otro mundo. Me distraigo, y cada vez que me pasa solo me vienen partes de la despedida.

-      ¿Estás bien? – me pregunta

-      Eh… sí, solo… - niego con la cabeza - no es nada – lo miro a los ojos, intentando aparentar que no estoy triste.

-      No lo estás. No estás bien, pero yo haré que te sientas mejor.

-      Sorpréndeme – mi voz suena rota y cansada.

Gira el volante levemente hacia la izquierda.

No hablamos durante un buen rato. Me dedicaba a observar como el paisaje cambiaba. Empezaba a aclararse el día, y los arboles con montañas se iban alejando y luego volvían.

-      Mira al otro lado.

Eso hago, me inclino hacia delante para ver detrás de él. Más montañas. Pero parecen tropicales. En este sitio hay mucha humedad. Esta humedad me ahoga un poco. Pero podría acostumbrarme.

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