Próxima parada: Ciudad Central

104 6 6
                                    

Capítulo 10

El agua no es muy limpia. Evan acerca una mano, la mete en el agua, se la acerca a los labios y sorbe un poco. No parece mostrar ninguna expresión de asco. Supongo que se podrá beber. Antes de bebernos el agua, cogemos las botellas de zumo de naranja y nos lo bebemos. Nuestras botellas aún están medio llenas, echamos lo que queda en una de las botellas, con la vacía la limpiamos y la llenamos de agua potable. Cogemos toda el agua que podemos y la guardamos donde haya sitio. El calor es más fuerte, me quito una capa de ropa, dejándome en una camiseta interior. Terminamos de recoger todo. Comemos unas barritas y de vuelta al coche. Miro el coche con una ceja levantada y digo:

-      ¿Qué le ha pasado al coche?

Es como si se hubiera elevado unos centímetros, pero las ruedas tocan el suelo. A lo mejor son imaginaciones mías…

-      Lo he… transformado. Este coche es caro, pero no porque sea descapotable. Sino porque tiene la capacidad de adaptarse al terreno. Al ser muy irregular, la suspensión ha variado. Eso ha hecho que se levante unos centímetros más.

Claro, que pena que no tenga permiso para conducir. Yo quiero uno de estos. Subimos y de vuelta a la carretera. Últimamente solo hago que dormir. ¿Y Evan?

-      ¿Cuánto hace que no duermes?

-      Horas.

-      No, Evan; en serio – me pongo seria, para que sepa que no voy en broma.

-      Unos días – arrastra las palabras.

Frunce el ceño, como si me fuera a volver pesada con el tema de dormir. Pero yo no podré dormir tranquila si él no está bien.

-      Vamos a hacer esto: Me enseñas a conducir, cuando más o menos sepa, te cambias de sitio y duermes.

-      No… - empieza a decir, pero lo corto.

-      Shtt. No quiero un no por respuesta. Además, quiero aprender a conducir…

Empieza a reír; gira la llave y para el coche. No puedo creer que no me reproche. Casi no he insistido. Baja, me bajo yo y nos cambiamos los sitios. Empieza a darme órdenes. Como “gira la llave”, “ahora pisa el acelerador”, “¡pisa el freno!” o “¡¡cuidado con la roca!!”. Para ser la primera vez no lo he hecho tan mal, pero creo que Evan no opina lo mismo.

-      Creo que si consigues conducir… bien – Evan parece divertido -, tampoco conseguiría dormir.

-      Anda ya, ¿tan mal lo hago?

No contesta, eso quiere decir que soy muy mala. Frunzo el ceño y Evan parece verlo. Lo que hace añadirle:

-      Aprenderás. Pero aunque aprendas hoy a conducir, seguiré sin poder dormir.

-      ¿Por qué no?

-      Porque no creo que aprendas a conducir.

Suelta una carcajada. Le doy un golpe en el brazo, y va aflojando la risa.

-      Y si supieras conducir por fin, que no lo creo, no sabrías por donde conducir – añade.

-      Ya claro, como si tú supieras por dónde vas.

Ir en línea recta es… es muy difícil. No tienes un punto al que seguir, la mínima desviación puede hacerte ir a otro sitio. Pero Evan parece que lo tiene todo controlado. Aun así, debe dormir. El sol empieza a caer, y la brisa es fresca. En un par de horas, el paisaje vuelve a cambiar, poco a poco. Empieza a ser verde; alguna hierba, algún árbol no tan seco. El aire es más húmedo. Pero no agobia como el paraíso de Nev y Jess. El cielo empieza a oscurecer. Se pueden ver las estrellas y las constelaciones. La batería se agota, pero seguimos hasta que nos deje tirados. Un rato después, se para.

AtveiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora