Hospitales

33 2 0
                                    

Salí de mi aula estremecida, pero no recordaba la razón. En mis memorias solo se reproducía una variedad de fotos a gran velocidad. Túnicas color jade acompañadas de un olor a ceniza muy fuerte es lo único que recordaba.

- ¿Lindsey, en verdad te encuentras bien? ¿No quieres ir a visitar a un médico o algo por el estilo? – Nos encontrábamos sentados en la cafetería. El rostro redondo de Alex tenía una expresión de preocupación. Alex siempre se encontraba sonriente y haciendo bromas casi nunca lo notabas preocupado. Pero cuando lo estaba comenzaba a lamer una y otra vez sus labios hasta que se ponían rojos o cuando estuvieran completamente secos. Y eso era lo que estaba haciendo.

- Tranquilo quizás sea estrés – Pasé dos mechones negros de mi larga cabellera por detrás de mi oreja.

- ¿Estrés? Debes inventarte algo mejor ¿Estrés debido a que, si apenas fue la primera clase del semestral? – Alex soltó una risa irónica. Pero no mentía realmente no sabía lo que había pasado. Solo sabía que no podía seguirme guardando esto, sentía como si me ahogará a mí misma. No quería ser la única en saber lo que me pasaba.

- Pues el estrés puede ser por muchas razones, no necesariamente por una situación académica - Tome el menú cuando la camarera llego.

-¿Puedo ofrecerles algo? – La chica tenia ojeras en ambos ojos, podía apostar que odiaba su trabajo.

- Solo un capuchino de vainilla, con una tortita de huevo con champiñones –

- Un chocolate caliente por favor –

- Enseguida – Esperamos durante veinte minutos a que nos trajeran nuestra comida, el sonido del tráfico y la vida atareada de la ciudad de cierta forma me tranquilizaba, todo estaba regresando a la normalidad.

- ¿Entonces es estrés o iras a ver a un médico? – Sus hoyuelos se formaron nuevamente y sus ojos verdes mostraban impaciencia por saber mi respuesta.

- Sabes que odio los doctores – Tenia la mirada cabizbaja mientras contemplaba mi chocolate caliente, no quería hablar sobre médicos, enfermeras o cosas así los odiaba.

- ¿Ahora que lo pienso? Jamás me has contado sobre eso ¿Por qué te da tanto miedo? – Lo mire con cierto enfado, rodando los ojos y regresándolos a la mesa de madera pulida de la cafetería.

- Osea... no es como que no lo entienda, te entiendo a la perfección yo siento cierta repulsión por las arañas y los insectos – Me comencé a reír. Estar con Alex era muy divertido siempre podía olvidarme de mis problemas. Se sentía como si te transportara a otro mundo, donde solo estuviéramos nosotros dos.

- La verdad es que – Interrumpi, fijando la vista en los ojos verdes y soñadores de Alex - No puedo recordar con exactitud por qué odio tanto los hospitales – Mi voz comenzó a quebrarse. Si pudiera describir ese sentimiento seria como si tuviera una bola de pelos atorada, pero creo que incluso faltaría mucho para describir con exactitud ese sentimiento.

- Mi mamá dice que su embarazo más difícil fue el mío, tenía que pasar todo el día conectada a una sonda para poder comer porque yo no se lo permitía, ella me cuenta que era muy difícil conciliar el sueño cuando estaba embarazada. El hospital era como su segunda casa hasta que por fin nací, aunque el periodo de gestación no era el adecuado. Estuve internada también hasta que cumplí los nueve meses. Los doctores no entienden aun como pudimos sobrevivir mi madre y yo - Y sin darme cuenta mi rostro estaba mojado. Y era extraño verme llorar, no me gustaba hacerlo lo sentía como un signo de debilidad.

- Lo siento – Alex tomo mi mano con suavidad – No sabía por todo lo que habías pasado, si fuera tú también odiaría los hospitales.

- Es difícil odiar algo cuando eres recién nacida – El sonreí. Así que decidí contarle mi pequeño secreto.

Inicie por contar lo que había ocurrido esta mañana en el departamento, me daba cuenta como la cara interesada de Alex comenzaba a formar cierta incredulidad en su mirada. No podía culpar a Alex, yo también pensaría que si escuchara algo como eso deduciría que estoy hablando con una loca y es verdad sonaba como una.

Alex comenzó a rascarse detrás de la oreja haciendo muecas – Lindsey, no me lo tomes a mal, pero creo que deberías dejar lo que estés consumiendo – interrumpió - o dejar de ver películas de fantasmas en las noches, pienso que te están afectando demasiado – Menciono para suavizar un poco lo que había dicho.

- Yo le creo - Sonó una voz familiar que al instante me irrito. Gire la cabeza para confirmar mis sospechas.

- Hola linda – Sonrió de forma sínica

- ¡Qué demonios haces aquí! – Grite rabiante 

LA NADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora