16. También te amo.

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Narración de Paula:

Hoy, miércoles, debía de ir a inscribirme en la universidad... Pero aún no estaba completamente decidida sobre cuál carrera iba a llevar. Quería una en la cual pudiera ayudar a los demás: medicina era muy costosa y tenía muchas ramas, así que definitivamente no iba a ser la elegida. Pensé en hablar con Franklin y decirle que me acompañara a inscribirme pero me dio vergüenza.

Ayer fue tan perfecto. Fue lo mejor que me había pasado en años. Poder tocarlo, sentir su respiración junto a la mía... ¡Lo mejor!

—Mamá, ya me voy para la universidad—exclamé tomando mi suéter que se encontraba en un perchero de la sala, busqué mis llaves y miré a mamá, quien me miraba muy extraño.

—Te buscan—moviendo sus ojos, me indicó que mirara hacia el sofá. Allí estaba él.

Me acerqué a Franklin, éste se levantó inmediatamente. Me rodeó la cintura con sus brazos y me atrapó en un dulce beso. Sentí que estaba en las nubes. Cuando nos separamos de ese beso, volteé a ver a mi madre; tenía una taza de café entre sus manos y nos miraba con una mirada muy tierna, no pude evitar reírme por lo bajo, al verla así.

—Volvemos dentro de un rato—afirmé cerrando la puerta.

Al iniciar el trayecto, él me tomó de la mano. Se sentía hermoso.

—¿Cómo amaneciste?—interrogó, al mismo tiempo me daba pequeñas caricias sobre mi mano con su pulgar.

—Empecé tu día junto a ti, por supuesto que estoy bien—fui sincera. Así lo sentía, por primera vez le dije cómo me sentía realmente. Él me miró y esbozó una gran sonrisa.

¡Demonios, se veía tan lindo! A pesar de que no entiendo bien lo que está pasando, me gusta estar así con él. Me gustan sus besos, sus abrazos, su calor... ¡todo en él me gusta!

—¿En qué piensas?—preguntó mirándome curioso.

—En nada...—me limité a responder.

—¿Acaso pensabas en tu novio?—bajó su tono de voz.

—No tengo novio...—respondí tímidamente.

—Yo soy tu novio—me volvió a mirar y yo repetí el acto. Abrí mis ojos como platos—. Tranquila, sólo estoy jugando, no te asustes.

—Franklin...

Justo cuando le iba a decir que lo quería, un tipo de la calle, me gritó una obscenidad. Franklin lo volteó a mirar muy molesto.

—Fran, cariño, no...—evité que cometiera alguna estupidez, lo jalé del brazo.

Él me soltó la mano y se acercó al señor, para así gritarle en la cara.

—¿Qué le pasa?—sus ojos estaban distintos, una pequeña vena sobresalía en su frente, él apretaba fuertemente sus manos—. ¿Cree que le puede decir esas porquerías a mi chica? Ubíquese. Estúpido, idiota, no puede andar diciendo esas cosas en la calle, ¿comprende?—el señor le dio una abofeteada a Franklin.

No pude evitar gritar, tenía mucho miedo por él. Quería hacer algo pero no pude, Franklin se lanzó sobre el señor y empezaron a llover golpes.

—¡Policía, alguien, llame a la policía!—grité mientras lágrimas salían por mis ojos. Me dolía ver esta escena.

No pasaron muchos segundos cuando unos policías se acercaron a nosotros, separaron a Franklin y a ese estúpido.

—¿Qué sucedió aquí? —preguntó el oficial que tenía esposado a Franklin.

—Este señor le gritó muchas cosas obscenas a mi novia y luego me golpeó—él me volteó a mirar y más lágrimas salieron por mis ojos. Estaba ensangrentado, tenía sangre saliendo por su nariz, se había roto un poco la frente y tenía sus ojos rojos—. ¿Me pueden soltar? Mi chica está mal.

—No—se negó un oficial—. Señor usted venga con nosotros, ahora sí pueden soltarlo, al joven.

Subieron dentro de una especie de cajón, al señor este. Soltaron a Franklin y se aproximó a mí, me abrazó y me levantó por los aires. Nos sentamos en la banquilla en donde estaba ese señor. Franklin me abrazó, me cubrió mi cabeza con sus brazos mientras yo sollozaba.

—Shhh... Tranquila—me dio un beso en la cabeza—. Ya pasó, mi vida. Perdóname, no quería asustarte, es sólo que ese tipo...—apreté con fuerza mis ojos, las lágrimas no dejaban de salir. Él se dio cuenta de que estaba mal—. Pau, cariño, mira... ¡mierda! No quería hacerte esto, perdóname, perdóname, perdóname, perdóname...—repetía una y otra vez esas palabras hasta que su voz se debilitó. Me solté de su agarre, para alejarme y así poder mirarlo. Estaba llorando.

—Franklin...—posé mi mano en su cabeza y empecé a masajear su pelo. Con mi otra mano sequé mis lágrimas y luego, con ambas manos, sostuve su cabeza, haciendo que me mirara—. Tranquilo, ¿sí? No pasa nada, gracias por defenderme así. Te amo, te amo tanto—por fin lo había admitido.

—También te amo y no me gusta verte así. Soy muy sensible para estas cosas...

—Tranquilo—sequé sus lágrimas con el puño de mi suéter—. Ven, busquemos una farmacia para que te curen esas heridas.

Él se notaba muy nervioso, le costó un poco levantarse del asiento, sus piernas se tambaleaban. Tomé su mano izquierda y la froté con mis dos manos. Quería que se calmara un poco.

Cuando llegamos a la farmacia, lo atendieron inmediatamente. Mientras la doctora le limpiaba las heridas, la hacía preguntas sobre lo que había sucedido pero él no respondía.

—Creo que debería dejar de preguntar, él está muy nervioso—interferí al observar como mi chico jugueteaba con sus manos.

Me levanté de mi asiento que estaba ubicado a unos pasos de donde se encontraba Franklin y me acerqué a él, me puse de cuclillas y le tomé sus manos. Él sólo me miraba, no hablaba, no hacía nada, sólo me miraba fijamente.

—¿Quieres que te vaya a comprar una botella de agua?

—Por favor.

Me levanté y salí en busca de una botella de agua. Me costó hallar una, hasta que regresé a la farmacia y descubrí que allí vendían. También vendían unas gomitas de ositos, así que le compré unas.

Regresé donde estábamos anteriormente y ya lo habían curado. Le pagué a la doctora y salimos de allí.

—Toma—le di la botella de agua y las gomitas.

—Oh, gracias.

—Vamos a mi casa—giré hacia la dirección para ir a mi casa.

—Pero...¿y tu inscripción? —preguntó con la boca llena de gomitas.

—Tu comodidad es más importante—le di un pequeño beso en el brazo.

—¿Tú mamá seguirá allí?

—¿Por qué preguntas?—tomé unas gomitas del paquete.

—Mmm... Sólo pregunto. ¿Llevamos algo para comer?

—Pedimos pizza, mejor.

Al llegar a casa, mamá acababa de salir y nos dejó un par de pizzas en la mesa con una pequeña nota.

"Disfrútenla. Dejé algo de dinero en mi cuarto, tú sabes dónde. Pd: pórtense bien, regreso pasado mañana.—Mamá"

Eran las once y media de la mañana y Franklin y yo ya habíamos almorzado. Ahora estábamos sentados en el sofá, estábamos mirando una película cuando...

—¿Cómo sigues?—preguntó mientras me hacía cariñitos en la espalda.

—Estoy muy bien, ¿y tú?

—¿Me dejas besarte? —volteé mi cabeza para poder mirarlo.

—No hace falta que pidas permiso.

All i want is give you all of me.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora