14. La quiero.

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Narración de Franklin:
Han pasado tres semanas desde que le pedí disculpas a Pau. Estoy con contento con eso; nos hemos vuelto más amigos, salimos más a menudo, siempre me acompaña a los entrenamientos y demás. Podría decir que se ha convertido en una buena amiga, una mejor amiga.
Faltan dos semanas para Navidad y no he buscado nada para comprarle a mi mamá.
Me decidí por enviarle un mensaje a Pau, ella me podría ayudar a buscar algo.

Mensaje de Franklin:
Hola! Perdóname, hasta ahorita veo tu mensaje):
¿Te parece si vamos a buscarle algo de regalo a mi mamá?

Coloqué el teléfono en mi cama y salí a la cocina por un vaso de agua. Al regresar, tenía un mensaje de respuesta.

Respuesta de Pau:
Eres un odioso._.
Está bien, ¿pasas por mí?

Mensaje de Franklin:
De acuerdo, estaré allí en diez minutos.

Salí de mi nuevo departamento. Sí, ¿acaso no lo mencioné antes? Me compré un nuevo departamento, está cerca del trabajo, de la cancha, de la casa de Pau... Es lo mejor.
Tomé las llaves de la motocicleta y salí rumbo a la casa de Paula.
Al llegar, ella ya me estaba esperando afuera.
Bajé de la moto, me quité el casco de seguridad y saludé a su mamá.

—¡Hola!—me dio un abrazo acompañado de pequeñas palmadas en mi espalda.

—¿Me prestarías unas horas a tu hermosa hija para ir al centro comercial?—miré a Paula quién se encontraba sonriendo. 

—De acuerdo, no regresen muy tarde.

Nos subimos en mi motocicleta y anduvimos hasta llegar al destino.

—¿Qué piensas comprar?—preguntó Paula acomodándose el cabello mientras entrábamos al centro comercial.

—Quiero algo especial.

—¿Joyería?—la miré pensativo. Quería algo que fuera más... ¿único? ¿Diferente?

Partimos camino hacia Pandora, una tienda que se hallaba no muy lejos de dónde nos encontramos. Al entrar en la tienda, una señora de unos cincuenta años, con su cara llena de arrugas, el pelo descolorido y lentes sobre sus ojos excesivamente maquillados, nos atendió.

—Hola, sí, quiero comprar unos aretes o una gargantilla para mi mamá—exclamé mirando las gafas de la señora.

—Acompáñeme.

Paula y yo la seguimos hasta acomodarnos detrás de una vitrina llena de aretes, pulseras y demás joyería.

—Si ven algo que les guste llámenme.

La señora se alejó un poco de nosotros, dándonos espacio para hablar y dar nuestras opiniones.

—Señora, ¿podría mostrarme estos de aquí?—señalé con el dedo índice sobre la vitrina.
A continuación la señora sacó una clase de cajas donde se encontraban los aretes. Paula se acomodó de manera que pudiera observarlos todos.

—¡Estos! ¡Son perfectos!—exclamó Paula tomando una caja. Dentro de ella se encontraban unos aretes de plata en forma de corazón acompañados por una cadenilla con un dije idéntico, eran simples pero lindos a su vez.

—¿Cuánto cuestan?—pregunté tomando la caja y entregándosela a la señora.

—Pues verás, estos son de una colección muy exclusiva, solo hay uno de estos en el mundo. En el dije del collar se puede hacer un pequeño grabado y escribir lo que desee. El valor es de quinientos dólares.

Me está jodiendo. ¡Quinientos dólares! Estaba realmente caro, era un precio, que a mí parecer, estaba fuera de mi presupuesto.
Miré a Paula con asombro, quién miraba atentamente los aretes.

–Lástima, estaban realmente lindos—exclamó colocando la caja sobre la vitrina.

—Mira este—señalé una clase de reloj con una pedrería muy fija.

—Está muy bonito, ¿crees que a tu madre le gustará esto?

—Espero que sí—tomé la caja y volví a llamar a la señora que nos había atendido—. ¿Cuál es el precio de este?—le entregué la cajilla.

—Este es de...—volteó una clase de etiqueta pequeña que se hallaba atada al reloj—. Doscientos cincuenta dólares, está en promoción trae estos pequeños aretes—sacó una cajita delicada, miramos los aretes y estaban lindos.

Fui detrás de la señora para poder pagar la joyería. Paula salió de la tienda y se fue a una tienda del frente.

—Oiga señora, ¿usted cree que pueda apartar aquellos aretes acompañados con la cadena? Es que no quería que ella se diera cuenta.

—¿Desea el reloj, los aretes y lo demás? ¿Todo junto?

—No, lo último por separado. ¿Podré apartarlo o algo así? Creo que no ando el dinero necesario pero antes, déjeme ver.

—Yo iré por lo que me pidió.

Tomé mi billetera y conté los billetes. Veinte, sesenta, ciento ochenta... Trescientos. Apenas me alcanzaba para comprarle el regalo a mi mamá.

—¿Está todo en orden?—preguntó la señora quisquillosa al verme contar el dinero sobre él mostrador.

—Tome, esto es por el reloj. Páguese el resto con esta tarjeta—me miró sonriente. ¿Por qué?

—Su novia es muy afortunada al tener un muchacho como tú.

—¿Qué? No, no es...—miré a la señora y le sonreí de vuelta.

«No, aún no era mi novia.» pensé.

—Tome, aquí está todo—me entregó una pequeña bolsa de papel con el nombre inscrito en un frente—. Le encantaron esos aretes—sonrió.

—Gracias, usted fue muy amable.

Tomé mis pertenencias y salí de la tienda.
Me acomodé a la par de Paula, estaba observando unas blusas.

Rojas, verdes... Diferentes tallas, diferentes estilos... Mucho de dónde escoger. Encontré una que en especial llamó mi atención. Era azul, no tenía mangas, llevaba una pequeña frase en inglés. Sin dudarlo la tomé y se la mostré a Paula.

—Ésta te quedaría muy linda—se volteó rápidamente, miró la blusa y luego me miró a los ojos. Tenían una clase de brillo, algo distinto, algo que nunca había visto.

—Gracias—la tomó y se sonrojó.

—Deberías de probártela.

—¡Oh! Es que en realidad...

—Ve, pruébatela. Estoy seguro de que se verá muy bien en ti—interrumpí.

Ella, sin protestar, partió camino al probador. En pocos segundos salió con la blusa puesta y, como yo lo había dicho, se veía muy linda

—Se te ve muy linda...—exclamé.

—Gracias—entró al probador.

Salió y aventó la blusa en una canasta donde se colocaban todas aquellas cosas que no se fuesen a comprar.

—¿Qué haces?—pregunté indignado—. ¿Por qué la dejas ahí?—me acerqué a la canasta y recogí la blusa.

—No tengo dinero para eso, solo vine para comprarle algo a mi mamá.

—Yo te la compro.

Estaba totalmente dispuesto a pagar lo que fuera por esa blusa, se le veía muy bien.

Ella, ignorándome, siguió avanzando hasta ubicarse frente a la caja registradora.
Colocó sobre el mostrador una blusa blanca, debía de ser para su mamá.
Luego de pagarla, salió de la tienda. No me habló, no me miró; sólo salió.

No la entiendo, nunca lo hacía, pero aún así la quiero. La quiero sin importar qué tan "bipolar" sea, la quiero sin importar si me quiere de vuelta. Yo la quiero y me había tomado tiempo aceptarlo.

All i want is give you all of me.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora