Normalidad

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Ciertamente para todo el mundo fue una sorpresa ver que Vegita se quedará en Corporación Cápsula después de la pelea con Cellna, y más sorprendidos aún cuando con el paso del tiempo, la pequeña Tranks fue creciendo con una devoción gigantesca hacia su madre. Era una niña simpática y que parecía llevar una vida normal (sabiendo que, como guerrera, entrenaba, claro).

— Vaya, me cuesta creer lo rápido que pasa el tiempo... — dijo Krilan con los brazos detrás de su cabeza.

Krilan y Yamchi se encontraban en el laboratorio de Bulmo. Habían ido para que reparara el televisor viejo de la maestra Muten rashi.

— La verdad es que sí — contestó Bulmo, mirando la televisión e improvisándole mejoras.

— Y dónde tienes a la pequeña Tranks.

— Ha, ha, ha, ya no es tan pequeña. Está entrenando con Vegita en la cámara de gravedad.

— ¡¿Qué?! — Gritó casi con horror Yamchi.

Bulmo sonrió. Quizás Vegita no era la mejor madre del mundo ni el madre que ella en un pasado podía esperar, pero había entrenado a Tranks desde pequeña: le enseñó a tener una alta psicomotricidad, le enseñó a volar, a expulsar energía, a luchar e intentó (digo bien intentó) que fuera ordenada. Sí. Porque lo que Vegita más detestaba era no ver las cosas en su lugar, cosa que con los genes de Bulmo era extremadamente complicado.

— ¡Papá!

La pequeña Tranks de 6 años apareció en el marco de la puerta, volando y con el ceño fruncido.

— ¿Qué pasa, cariño?

— ¡No encuentro mis cereales!

Bulmo suspiró. Tranks era adorable, pero también había heredado el mal carácter de Vegita. Por suerte también tenía su inteligencia, así que aprendía rápido y era muy perspicaz... quizás a veces demasiado. Era una niña explosiva que, junto a Gaten, no paraba de hacer travesuras y provocar.

— Primero, me lo pides con más calma y segundo, ¿has mirado bien en la cocina?

— Perdón, papá. — Bajó la cabecita un poco — Y sí, he mirado en la cocina pero no he encontrado. — Cruzó los brazos al estilo de la saiyan mayor de la casa.

— Entonces no quedan, hija.

La niña se desanimó y dejó caer los brazos pesadamente al lado de su cuerpo.

— Jo...

Justo por detrás de ella pasaba Vegita con una botella de agua. Al ver al par de "insectos" en el laboratorio, se quedó en silencio y sin saludar ni nada se dio media vuelta y fue en dirección de la cámara de gravedad de nuevo. Tranks lo miró:

— [¡Mamá, ¿dónde vas?!]

— [A entrenar.]

— [¡Pero si ya habíamos acabado!] — el estómago de Tranks rugió un poco.

Vegita no dijo nada y siguió su camino. Tranks se sintió mal y dejando el marco de la puerta lo siguió. Todavía siendo escuchadas por los otros.

— [¡Mamá, espera, voy a seguir entrenando contigo!]

— [Ya has terminado por hoy.] — dijo con su típico gesto malhumorado.

— [¡Qué! ¿En serio?] — entonces su estómago rugió de nuevo.

Vegita sólo afirmó con la cabeza de espaldas.

Dos segundos después la niña volvía al laboratorio, quejándose de que tenía hambre:

— Papá... tengo hambre...

Bulmo, Yamchi y Krilan la miraron en silencio, sorprendidos. La niña levantó una ceja.

— ¿Qué?

— Hija... ¿qué le has dicho a tu madre?

— ¿Cómo que qué le he dicho?

Los presentes se miraron.

— No hemos entendido nada...

La niña se rascó detrás de la cabeza mirando al techo. No entendía porque era tan raro, su madre siempre le había hablado así y ella le respondía igual cuando estaban a solas. Es verdad que no hablaba igual cuando su padre estaba presente.

— Siempre he hablado así con mamá.

Bulmo parpadeó dos veces. Lo único que se le ocurría era que fuera el idioma saiyan. Eso lo sorprendió gratamente, no sabía que su hija era bilingüe y menos que Vegita le estuviera enseñando su lengua.

entre madre e hijaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora