chapter 3

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Vegita había dejado de entrenar. Después de perder su mayor rival en la batalla contra Cellna, sus ganas de luchar habían desaparecido. Ya no tenía meta que la empujaran a superarse. Gahan era una niña y era extremadamente fuerte, cosa que más que alentar, la deprimía.

No estaba siendo la misma y lo sabía, pero no tenía fuerzas ni de cuestionarse. O desaparecía unos días quién sabe dónde haciendo nada más que mirar las nubes o las estrellas o se quedaba encerrada en su cuarto en Corporación Cápsula, como si no existiera. Siempre pensando y pensando, pero no llegando a ningún punto.

A Bulmo le preocupaba esa actitud, sabía a qué se debía. Pero no quería enfrentarse a ella, así que la dejaba tranquila. Su actitud hacia él también había cambiado. Alguna vez la había visto pasarse por el laboratorio y "cotillear" (aunque ella no fuera a admitirlo) lo que él hacía. Suponía que porque no sabía qué hacer. Alguna que otra vez, incluso preguntaba en lo que trabajaba y le daba alguna buena idea gracias a su experiencia intergaláctica durante casi toda su vida.

— Vaya... no lo había pensado de esa manera. Supongo que en la nave de Freeza eso era posible porque el material lo permitía...

En ese momento, interrumpiendo el análisis de Bulmo, Tranks se puso a llorar desde su cunita, situada en el mismo laboratorio pero apartada para evitar cualquier daño a la pequeña. Bulmo se levantó al instante dejando la frase a medias.

— ¡Papá ya va!

Se acercó a la cuna y la cogió en brazos.

— ¡Vaya, cada vez pesas más campeóna!

Vegita los miraba desde la mesa donde antes estaba Bulmo. No se había movido ni un milímetro, no mostraba ninguna expresión, sólo los observaba. Se veían ridículos y débiles. ¡Cómo podía estar en la Tierra perdiendo el tiempo! ¡Peor aún, teniendo una familia! Espera... una familia... una hija... Tranks... Esos pensamientos se le habían cruzado muchas veces. Esa pequeña bola de carne podía llegar a ser una fuerte guerrera como la Tranks del futuro, de hecho eran la misma persona sólo que ahora todavía era una bebé. Sólo necesitaba ser entrenada adecuadamente. Por un lado, se decía que era su obligación pero por otro, podía dejársela a la hija de Kakarotta, ya que debía admitir que era una excepcional guerrera y en el futuro alternativo había sido ella  quien había entrenado a su hija convirtiéndola en una luchadora fuerte.

En ese momento observó que la niña tenía una especie de robot en la mano y en su llorona rabieta, lo tiró contra la pared haciendo añicos el juguete. Cosa que sorprendió a la saiyayin mayor: la niña empezaba a tener bastante fuerza ya.

— ¡Hija, eso no está bi... — pero fue interrumpido por la fuerte mano de la semi saiyayin — ¡Arg, me haces daño, Tranks!

La niña quitó la mano de la cara de su padre sabiendo que hacía mal y lloró más fuerte, queriendo golpear o estrujar algo.

Vegita ya no podía soportar más los gritos de su hija y salió del sitio. Juraría que la niña parecía más tranquila. Sólo por no escucharla, se metió en la cámara de gravedad por acto reflejo, activó la potencia gravitatoria y empezó a dar patadas. Al cabo de un rato se dio cuenta de lo que había retomado. Estaba en su sangre, sí, no podía negarlo. Quizás debía enfocarlo de otra manera, pero no iba a descuidar su cuerpo.

Al cabo de tres horas, decidió acabar su sesión. Había sido muy suave consigo misma, pero todavía tenía que aclarar muchas cosas y volver a encontrar el total placer en entrenar. Notó que el ki de Bulmo todavía seguía en el laboratorio y se dirigió allí con una toalla en su hombro. La puerta estaba abierta, así que entró directamente y se quedó sorprendida del caos que se había organizado allí.

Bulmo se giró muy malhumorado:

— ¡Muy bonito! ¡Desapareces cuando más podía necesitar tu ayuda!

Vegita ignoró su comentario. Ya tenía claro que no iba a hacer de madre y menos de niñera. Miró a su alrededor y había juguetes destrozados y rotos por todos los lados. Luego su hija yacía dormida en su cunita con un biberón ya vacío en la mano.

— No sabes la guerra que me ha dado... se nota que tiene sangre de saiyayin — continuó Bulmo despreocupadamente.

Vegita entonces lo miró y él añadió con una sonrisa:

— Veo que has retomado el entrenamiento — hizo una pausa. — Me alegro. — Aunque eso implique que vendrás a exigirme más robots y reparaciones de la cámara de gravedad...

La morena sólo desvió la mirada.

— La niña tiene fuerza y debe aprender a controlarla.

Bulmo asintió. Sabía lo que eso significaba y estaba contento de que Vegita adoptara su rol de madre y educara en lo que podía a su hija, aunque también sabía que ella nunca lo admitiría. Bulmo notó que Vegita estaba mirando a Tranks que ya se había quedado dormida

- Se que pasó un año, pero aún no puedo creer que ella haya estado formándose en mi interior- dijo Vegita mientras se tocaba el vientre como acto de reflejó

- nunca viste a una embarazada a parte de ti, o qué?- pregunto rodeandola con los brazos por la cintura

- me refiero a que un ser vivo creció dentro de mi, yo antes me empeñaba en destruir la vida, pero pude crear vida, eso es lo que me sorprende hasta el día de hoy- dijo finalmente sin apartar la mirada de su hija que dormía

- yo tampoco me lo creo, al igual que tu nunca me imagine que podría crear una vida- dijo Bulmo

- disculpa, yo fui la que cargo varios kilos, por 9 meses y sufrí el horrible y agonizante dolor del parto!, tu sólo me metiste a la niña dentro mío- dijo Vegita separándose del agarre de Bulmo saliendo del laboratorio

- eso es algo!, no?- pregunto Bulmo, pero Vegita ya no la escuchaba

entre madre e hijaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora