chapter 8

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— ¡Tranks! — gritó una voz aguda con claro enfado.

La gravedad se desactivó de golpe y entró un padre cabreada. Vegita ni siquiera se atrevió a decir nada al ver a su hija ser atrapado de la oreja por su padre.

— ¡Qué haces tocándome las cosas del laboratorio, eh!

— ¡Ai, ai, ais, papá, yo no he hecho nada!

— ¡Y una leche! ¡Me has desprogramado la tableta de análisis!

Un "glups" se escuchó de la garganta de la más pequeña. Su mirada bajó hacia el suelo.

— Lo siento... papá... yo... estaba probando una cosa.

— ¡¿Y qué cosa probabas?! Te he dicho mil y una veces que no puedes entrar así como así a mi laboratorio y tocarme las cosas. — Hizo una pausa para respirar. — Tienes tu propio set de herramientas y millones de juguetes que destrozar si quieres experimentar y jugar.

— Pero lo que yo...

— ¡Ni peros ni peras! ¡Estás castigado! ¡Una semana sin videojuegos ni Gaten!

Le soltó la oreja dejándosela notablemente roja por el dolor y salió de muy mal humor. Se hizo el silencio en la sala. Tranks últimamente se había estado llevando unas buenas broncas por parte de Bulmo, quien normalmente la mimaba y la defendía de su madre.

— [Ya lo has liado de nuevo.]

Tranks sólo bajó más la mirada.

Últimamente se había atrevido a cotillear en el laboratorio de su padre y coger alguna que otra cosa. Sabía que era el lugar sagrado del peliazul algo así como la cámara de gravedad para su madre. No tenía defensa. Simplemente la había tocado por curiosidad y toquiteando vio que de golpe en la pantalla no había fichas registradas.

— [¿Qué has estado haciendo?]

Tranks se sorprendió de que su madre quisiera saber más, así que le contestó con sinceridad, no podía mentirle.

— [Nada en concreto... Pero me pregunto cómo funcionan las cosas, las abro y las vuelvo a montar, si puedo con alguna mejora.]

Vegita se sorprendió ante eso. Estaba claro que su hija había heredado también la inteligencia y la curiosidad de Bulmo.

Después de cenar, Tranks se fue enseguida hacia su habitación y Bulmo volvió al laboratorio. Vegita la siguió.

— Vegita, no estoy de humor... ¿qué necesitas?

— Nada.

Bulmo se giró incrédula. Vegita no iba a su laboratorio si no fuera por que quería alguna cosa. Pero viendo que no decía nada y que no se movía de su pose habitual de brazos cruzados apoyado en la pared, volvió a su tarea: reprogramar su tableta.

— La niña ha heredado tu inteligencia.

Bulmo suspiró.

— Lo sé... pero igual que le has hecho entender que la cámara de gravedad y nuestra habitación son privados y no se entra sin permiso, quiero que haga lo mismo con mi laboratorio. — No sabía cómo continuar, tenía muchas cosas que quería soltar. — Sé que Tranks es más avanzada que cualquiera de su clase, es un talento desperdiciado en esa escuela.

— ¿Por qué no la cambias?

— Por que no quiere... Sus amigos...— miró hacia la nada. — No pienso forzarla pero creo que su potencial puede ser aprovechado. No pido que sea como yo, aunque me encantaría que me superara. A su edad, sabía de mecánica, física y química avanzada y ya tenía mis propios inventos, además de ayudar a mi madre en el laboratorio.

Eso llamó la atención a la morena. Eso confirmaba que su hombre era un maldito genio. Tranks tenía 7 años y era inteligente, pero Bulmo era más que eso.

— Déjala estar aquí entonces.

— ¡Qué! ¿Pero no has visto lo que provoca?

— Tú estabas en el laboratorio de tu madre, déjala observarte, que aprenda a no romper. — Hizo un pausa para añadir: — Yo la dejo entrar en la cámara de gravedad.

Eso entró profundo en el corazón de Bulmo. Estaba siendo muy egoísta. Incluso Vegita dejaba entrar a su templo sagrado a su hija.

— No es lo mismo... Aquí puede poner muchas cosas de la empresa en riesgo...

Vegita se dio media vuelta y se fue. Se dirigió hacia el cuarto de su hija.

— [Tranks, dame algo que hayas modificado.]

— [¿Mamá?]

— [Tú sólo dámelo.]

La pelilila se levantó de su silla y le dio algo que parecía un reloj.

— [Era un simple despertador y ahora es un mini intercomunicador, con pantalla holográfica incluida... Lo he hecho con algunos juguetes de por aquí...]

Vegita lo cogió y salió en dirección al laboratorio. Tranks no entendía nada.

— Mírate esto — ofreció la morena al peliazul.

Bulmo lo cogió reconociendo al instante el objeto. Vegita le explicó lo que su hija le había dicho y Bulmo encontró las modificaciones. Luego miró a su pareja.

— Vaya... No entiendo por qué nunca me lo ha mostrado.

Vegita no contestó sabiendo la respuesta. La chaval seguramente no se atrevía a enseñárselo pensando que su padre la reñiría por destrozar los juguetes o algo así. Siempre los oía discutir sobre ese tema.

Bulmo reflexionó, él había adecuado la habitación de su hija para que pudiera trabajar en ella y tener su mini espacio de trabajo, justo como él tenía en su habitación cuando era más joven. Entonces cayó en un detalle: a él le gustaba trabajar sólo, pero no implicaba que a su hija también. Se levantó con una amplia sonrisa y le regaló un beso en la mejilla para darle las gracias.

entre madre e hijaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora